BENNY MORRIS/OPEN ZION
El problema de Jerusalén – en el sentido de Jerusalén Este, con la Ciudad Vieja en su núcleo – ha sido y sigue siéndolo un gran obstáculo para la paz árabe-israelí. Al menos en apariencia, fue la roca sobre la que se estrellaron las conversaciones entre Clinton, Arafat y Barak en Camp David en julio de 2000, cuando Arafat rechazó la serie de distintas soluciones propuestas por Clinton para resolver el problema del Monte del Templo (un condominio entre israelíes y palestinos, su control por el Consejo de Seguridad de la ONU, una división de la soberanía, con los árabes controlando la superficie con sus mezquitas sagradas, y soberanía judía del subsuelo, donde presumiblemente se encuentran las ruinas de los Templos de Salomón y Herodes. El Monte del Templo se ubica en la esquina sureste de la Ciudad Vieja de Jerusalén).
Así que tal vez “cómo surgió el problema” – cómo Jerusalén cayó en manos de Israel en las Guerra de los Seis Días, se merezca una nueva mirada.
Este aspecto, el libro de Abraham Rabinovich “La batalla por Jerusalén” – publicado originalmente en 1972, aunque ahora se publica revisado y actualizado como libro electrónico. – nos relata con gran detalle, y con anécdotas iluminadoras sin fin, que sucedió por esas fechas. Rabinovich, quien se encontraba en la ciudad en junio de 1967, y posteriormente trabajó durante décadas en el The Jerusalem Post, entrevistó a docenas de soldados y civiles – israelíes, jordanos, palestinos y diplomáticos extranjeros y personal de la ONU – que participaron en los acontecimientos de esos tres fatídicos días, del 5 al 7 de junio, en los que el Oriente Medio se transformó radicalmente y el conflicto volvió mucho más complicado.
En primer lugar, la guerra con Jordania no era deseada por Israel, y fue iniciada por el Rey Hussein y su ejército, la Legión Árabe, cuyas tropas comenzaron a disparar contra la población judía de Jerusalén Oeste, el aeropuerto internacional de Israel en Lydda (hoy en día el Ben-Gurion International Airport) y la base aérea de Ramat David, en el Valle de Jezreel, a las 10 de la mañana del 5 de junio, dos horas después de que Israel lanzó su devastador ataque preventivo contra las bases aéreas de Egipto. Israel se vio obligado a dicho ataque preventivo a causa de la remilitarización de la península del Sinaí por parte de Egipto, el cierre por parte egipcia del Golfo de Eilat a la navegación israelí, y la eliminación durante las semanas anteriores de las fuerzas de paz de Naciones Unidas – una exigencia egipcia – situadas en la zona fronteriza entre Egipto e Israel.
Esa mañana, 5 de junio, antes y después de los legionarios jordanos empezaran a disparar, Israel por dos veces intentó convencer a los jordanos para que desistieran: “si no disparan contra nosotros o si se detienen sus ataques de inmediato, no vamos a tocar Jerusalén y Cisjordania”, aseguró el primer ministro israelí Levi Eshkol a los jordanos a través de la ONU y la Embajada de Estados Unidos. A pesar de la provocación jordana, los israelíes no abrieron fuego durante unas dos horas, hasta que finalmente se unieron a la batalla después de que los jordanos lanzaran sus aviones contra la ciudad costera israelí de Netanya y enviaran su infantería para conquistar la Casa de Gobierno, el cuartel general de las Naciones Unidas en el Oriente Medio, ubicada en una altura que dominaba el sur de Jerusalén, la colina bíblica del Mal Consejo o Mukabar Jabel.
El presidente egipcio, Nasser, le había dicho a Hussein de que su avión había alcanzado a la fuerza aérea israelí en el suelo y la había golpeado severamente y que sus fuerzas blindadas habían entrado en el Negev. Hussein al parecer, le creyó. El tío de Hussein, Sherif Nasser, había aconsejado al rey que se mantuviera al margen de la lucha durante al menos 12 horas y observará de qué lado soplaba el viento. Hussein no le escuchó. (Rabinovich sostiene que durante la mañana del 5 de junio la Legión jordana estaba bajo el control del alto mando egipcio. Yo no estoy de acuerdo).
Hasta el mediodía del día 5, los israelíes mantuvieron un despliegue puramente defensivo y con un mínimo de tropas. Pero entonces los asuntos cambiaron drásticamente. En el momento en que la 16ª Brigada (Jerusalén) se preparaba para actuar en contra de los jordanos, el jefe de la Misión de Observadores de las Naciones Unidas en el Oriente Medio, Odd Bull, propuso un alto el fuego. “El jefe del Estado Mayor israelí, Yitzhak Rabin y el ministro de Defensa Dayan estaba de acuerdo… si Jordania aceptaba también”. Pero los jordanos siguieron disparando. Entonces el ejército israelí se apresuró a continuación y con la 55ª Brigada de Paracaidistas (de reserva) de la ciudad junto con la 16ª Brigada de Jerusalén tomó la ya mencionada Casa de Gobierno y las posiciones adyacentes jordanos. La batalla estaba en marcha.
Los paracaidistas habían sido originalmente preparados para caer sobre El Arish, en el Sinaí, y tenían poco conocimiento del terreno de Jerusalén. A los batallones y compañías les fueron asignados los objetivos durante la tarde y cruzaron la frontera, al norte de la Ciudad Vieja, durante la noche. Todo estaba inmerso en la improvisación y la anarquía, y había poca preparación, por lo que las batallas de Ammunition Hill y Sheikh Jarrah tuvieron un carácter confuso y costoso.
Como relata Rabinovich (y en contra, por ejemplo, de la idea de Tom Segev en su libro “1967”), Israel fue a la guerra sin pensar en la expansión territorial. “En el sector jordano, estamos avanzando con el conocimiento de que nos veremos obligados a retirarnos a partir de Jerusalén Este y Cisjordania”, les dijo el primer ministro israelí Levi Eshkol a sus ministros del gabinete durante la tarde del 5 de junio. De hecho, según Rabinovich, los ministros religiosos del gabinete eran los “más francos en su oposición a una anexión de la Ciudad Vieja”, argumentando que el mundo no aceptaría el dominio judío de los lugares santos cristianos. Pero el 6 de junio los vientos habían cambiado definitivamente. “El Consejo de Ministros quiere la Ciudad Vieja”, dijo el ministro de Defensa Eshkol Dayan.
Al día siguiente, después de que el 28 ª batallón de paracaidistas tomara el Museo Rockefeller, justo al norte de las murallas de la ciudad, y un día antes de que la batalla por la ciudad terminara, un equipo de arqueólogos israelíes se dirigió al edificio que albergaba, entre otros restos, la parte jordana de los Manuscritos del Mar Muerto. Los soldados, que había luchado contra los legionarios jordanos durante 24 horas a través de las calles y los búnkeres del Jerusalén oriental, cortésmente les pidieron que les revelaran su importancia. Así que el Dr. Avraham Biran, el director por aquel entonces del Departamento de Antigüedades de Israel, les dio una de las conferencias más inusuales que se han dado nunca en un museo “a una veintena de agotados soldados”. Mientras los disparos resonaban periódicamente a través de las galerías y las ventanas destrozadas, Avraham Biran y sus colegas les explicaron el significado de algunos de los hallazgos. Al acabar, algunos de los soldados firmaron en el registro de visitantes del museo, algunos en inglés y otros en hebreo, “Qué belleza, ha sido fantástico” y “Ha sido una visita muy agradable”.
Rabinovich deja claro que a lo largo de la guerra fue Dayan quién retuvo al ejército, primero de llegar a las orillas del Canal de Suez, luego de tomar la Ciudad Vieja y, a continuación, dos días más tarde, de tomar los Altos del Golán. Pero al final, en el momento de la batalla, fueron los éxitos israelíes y las derrotas y los retrocesos árabes los que dieron lugar a todo ello. Así surgió lo que algunos israelíes, como Gershom Gorenberg, denominó un “imperio accidental”. En efecto, y con relación a la Ciudad Vieja, Dayan fue quien finalmente declaró: “Hemos vuelto al más santo de nuestros lugares y nunca volveremos a estar separados de él”. Jerusalén seguirá estando unida y bajo el control judío. Que es donde estamos en la actualidad.
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