Egipto en la encrucijada

ESTHER SHABOT

Los primeros datos sobre el resultado de las elecciones presidenciales en Egipto informan que Mohamed Mursi, perteneciente a la Hermandad Musulmana, y Ahmed Shafiq, último primer ministro del derrocado Mubárak, son quienes se enfrentarán en la segunda vuelta electoral a celebrarse a mediados de junio. El primero obtuvo el 25% de los votos y el segundo el 24%, quedando el resto de los aspirantes con menores porcentajes y por tanto sin posibilidades ya de acceder a la presidencia.

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¿Qué significa esto? Lo primero, que la sociedad egipcia está intensamente dividida entre islamistas y seculares y que la carrera en la segunda vuelta será muy cerrada. Pero las incógnitas van mucho más allá de quién será el próximo representante del ejecutivo nacional, ya que existen en la agenda del país una serie de temas candentes cuyo futuro es, por decir lo menos, bastante nebuloso. Entre ellos destacan los siguientes:

1.- La constitución. Hasta ahora no ha sido posible tener formulada la nueva constitución a partir de la cual se ordene la vida nacional. Las agudas diferencias ideológicas y los intereses divergentes que se mueven dentro del escenario sociopolítico egipcio presagian que tal como ha sucedido hasta ahora, la definición de los contenidos de una nueva constitución siga siendo altamente problemática debido a la inestabilidad y la falta de consensos que dificultan su redacción.

2.- La élite militar. El papel que jugará el ejército de ahora en adelante es sin duda un elemento central en la configuración del nuevo orden. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas el cual ha estado a cargo de la conducción del país desde el derrocamiento de Mubárak exige un acomodo acorde con su peso. En su calidad de la corporación más organizada y poderosa del país, intentará preservar muchos de sus intereses a toda costa. Después de haber conducido el proceso revolucionario hasta este episodio electoral, es lógico esperar que sostenga muchas de sus demandas, a saber: que su presupuesto se mantenga confidencial y no se discuta en el Parlamento; que se le garantice el derecho de participar en la definición de las leyes que le conciernen y en el nombramiento del Ministro de Defensa; que sea el elemento rector de las transacciones armamentistas; que preserve sus cotos económicos para garantizar así tanto su mantenimiento como la cobertura de las pensiones de retiro de sus miembros; que sus miembros no sean perseguidos ni juzgados por actividades llevadas a cabo durante los convulsos días de los levantamientos populares. O sea, que nada más alejado de las aspiraciones de los militares que la idea de que el ejército se recluya de ahora en adelante en sus cuarteles y deje de ser un principalísimo actor de la vida pública. ¿Qué combinación de ejecutivo y legislativo podrá satisfacer estas exigencias? En caso de no surgir un gobierno adecuado a ellas ¿qué posibilidades se abren para un golpe de Estado comandado por la alta oficialidad militar?

3.- Las mujeres. A pesar de la alta participación de las mujeres en el movimiento de protesta del año pasado, éstas parecen enfrentar un proceso de marginación y de aumento de las posibilidades de sufrir mayores grados de sometimiento de aquellos comunes en la era de Mubárak. Las tres mujeres que pretendieron competir por la presidencia fueron eliminadas de la carrera y algunos de los parlamentarios islamistas ya instalados en sus escaños han propuesto leyes nuevas que afectarían notablemente el status femenino. Algunas de ellas son: la disminución legal de la edad para que las mujeres se casen (de 18 a 14 años), mayores obstáculos para la obtención de divorcios e incluso intentos de ciertos segmentos regionales de la Hermandad Musulmana por revivir la ilegal y en esencia no islámica práctica de la mutilación del clítoris.

¿Qué tanto influirá la identidad del nuevo presidente en la neutralización o en el reforzamiento de estas tendencias?