PETER KATZ PARA ENLACE JUDÍO
Quiero escribir más, contar más sobre mi abuela materna Caroline Gruenfeld. La única abuela que conocí y recuerdo bien.
Mi abuela paterna Rifke Kleintnik, originaria de Odessa, falleció cuando apenas tenia yo cuatro años de edad. A Caroline mis primos y mis tías le decían “Die Mamá”, con acento en la segunda “a” en forma cariñosa.
Es interesante que durante esta época, “Fin de Siecle”, la sociedad vienesa siguiera empleando muchos términos en francés. Pero era la clase burguesa judía la que más empleaba este idioma florido, que daba un toque de “educado” a la persona que lo usaba y no delataba su origen judío. Era común en las “buenas familias” judías que habían inmigrado en los últimos cien años desde varias latitudes del Imperio Austro- Húngaro. Los inmigrantes en Viena se cuidaban de no usar el yidish, entre ellos y mucho menos en público.
Para 1860 se había formado un idioma que era una mezcla de “Hochdeutsch”, de yidish y de un típico dialecto vienés con inyecciones de palabras francesas.
Esto fue posible por el gran número de judíos que ya vivían en Viena, la Capital del Imperio para 1860, en un censo realizado en 1912, las personas que declararon ser de religión israelita, sumaron doscientos mil.
La introducción de las palabras en francés al idioma coloquial vienes, viene desde El Congreso de Viena, de Meternich en 1815.
Regreso a mi abuela que tenia un Salón de Costura en un primer piso, de un edificio de la época, es decir “Jugendstil”, Art Nouveau. Este es uno de los típicos términos en francés utilizado por todos. El Salón estaba en una calle céntrica, las clientas elegantes y económicamente poderosas, venían en las últimas creaciones de automóviles eléctricos que empezaban a producirse.
El Salón era amplio y mi abuela empleaba dos costureras. Para que un vestido quedara bien, a veces eran necesarias dos o más pruebas.
Lo que le daba importancia y calidad al trabajo que realizaba, era su patente K & K, Keiserlich & Koeniglich, es decir, era proveedora de la Corte.
Una palabra en francés era utilizada para enviar un mensaje a la otra persona que uno era muy culto. Y como ya lo dije, también para disimular el origen judío de la persona.
Cuando se despedían dos personas decían “Adieu”, “Servus” era el saludo íntimo entre dos jóvenes. Viene del latín Servus que quiere decir Esclavo.
Era utilizado para reconocerse mutuamente en tiempos del Imperio Romano.
“Eine Blamash” era una falta. “Eine Dobosch” era un pastel cremoso. “Das Expresso Freulein”, la señorita que manejaba la maquina de café a vapor, una novedad del siglo XX.
“Voulez vous coucher a vec moi”, decían los apenas llegados a la pubertad, para jactarse, de que sabían. Todo el mundo utilizaba la palabra francesa “Pardon”, cuando tenían que pasar cerca de otra persona. “Charmante”, se convirtió en: Sharmant. “Fesh”, es dialecto vienés para significar un Cuero. “Eine Fesche Katze”, era el equivalente a una buena vieja, sin implicar vulgaridad. Era más bien un cumplido.
Cuando una persona se presentaba y la otra preguntaba a qué se dedicaba, cuestionaba: “¿Welche Branche?”. Es decir, ¿en que rama trabaja usted?
La palabra “Kompot”, compota de fruta, “Ein Kirshen Kompot”, una compota de cerezas, viene del turco. También “Eine Kravatte”, una corbata, “Bakshish”, una mordida, también vienen del turco.
A mi abuela Caroline, la recuerdo muy bien pues la veía muy seguido, ya que mi mamá frecuentemente me dejaba encargado en su casa cuando iba de compras o a ayudarle a mi papá en la tienda.
Era una señora de edad, pues había nacido en 1860, muy elegante, pues tenía que recibir a sus clientes en el Salón.
Mi abuela ya había nacido en Viena, puesto que su familia que era originaria de Eslovaquia, se había establecido ahí desde 1848.
La tienda de mi papá, vendía telas de seda por metraje, estaba situada en la “Seilergasse”, muy cerca del Graben, en el centro de la capital. Tenía dos aparadores que daban a la calle y una puerta de cristal en medio de la entrada.
Esta forma de disponer los aparadores, utilizando todo el frente de la tienda, era producto de un diseño hecho por un arquitecto. El letrero que cubría toda la parte superior del local decía: Leo Katz & Co. En realidad el negocio era de él y no tenia socios, sonaba mejor poner además del nombre y apellido “& Co”.
El departamento de mi abuela que estaba en el mismo piso y detrás del Salón, tenía muchos buenos recuerdos para mí, a la sazón ya tenía ocho años.
Caroline, “Die Mamá” me preparaba rebanadas de pan oscuro con “Liptauer”, un queso de la campaña eslovaca, con páprika, muy sabroso. Me lo ofrecía junto a un vaso de “Himbersaft”, refresco de frambuesas.
Recuerdo que poco antes de irme de Viena en un “Kindertransport”, en 1938, mi abuela empezó a usar una silla de ruedas.
Como mi mamá nunca salió de Viena, por las mismas razones educativo – culturales. Fue deportada en 1943, cuando los alemanes estaban limpiando la ciudad de sus últimos habitantes judíos, como consecuencia de la Conferencia de Wansse.
Primero fue enviada en un transporte ferroviario a Theresien Stadt, un “Sammel – Lager” para ser seleccionada más tarde, en otro trasporte, parte de la “evacuación” de judíos de la tercera edad, de varios orígenes geográficos, alemanes, austriacos y checoslovacos, hasta “Mali Trostenetz” en Belarus, donde los ancianos fueron bajados del tren a empujones, alineados, de rodillas, delante de una fosa, una depresión natural, y ejecutados con ametralladoras. Estaban más asustados por el ruido de las ráfagas de balas, que de la misma muerte.
Mi abuela materna, es una mujer judía más, que fue asesinada, no enterrada, sin una tumba en donde la pudiera recordar. El transporte antes mencionado salió de Theresien Stadt, un día nublado y frió de noviembre. Así consta en los registros del Centro de Control Continental, de todos los transportes que salían de ciudades europeas. Este registro se llevaba en una pequeña estación de ferrocarril de Orianenburg, cerca de Berlín. Los trenes de deportados judíos, tenían prioridad de vía, sobre los trenes que llevaban soldados alemanes al frente ruso.
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