Un documental de Yaron Avitov rastrea los vestigios de los sefardíes arribados a América en los siglos XVI y XVII por 16 países de la región

EL PAÍS

“Si me dicen que hay sefarditas en la luna… hasta allí viajaré para documentarlo”. Son palabras de Yaron Avitov (Haifa, 1957), escritor, periodista y documentalista israelí y autor del documental América ladina, presentado hace escasos días en la 25ª Feria Internacional del Libro de Bogotá. El reportaje es el resultado de un trabajo de campo de ocho años realizado en nueve países latinoamericanos, donde ha realizado entrevistas y ha recogido historias sobre 16 países de la región —Ecuador ( Zamura, Loja, Cuenca, Guaranda, Ambato, Cotacachi, Quito), Colombia (Antioquía y Medellín), Panamá (Chiriqui), Costa Rica (Cartago y Palmares); Recife en Brasil, Lima en Perú, México, El Salvador, Guatemala— en animadas conversaciones tanto a pie de calle como en las viviendas familiares actuales.

El resultado son 142 minutos de documental en el que se recogen vestigios de costumbres y de objetos de la vida cotidiana de sefardíes conversos arribados en los siglos XVI a XVII y que han perdurado hasta el presente: la Jave de Espanja, las mezhuzas, las costumbres funerarias con lienzos blancos, encender velas los viernes noche, la jalaka judía, la circuncisión. “Yo tengo alma de documentalista. Soy como Don Quijote, yo sigo mi camino… en competencia conmigo mismo y hasta con los molinos de viento; pero no entro en discusiones académicas…”, señala Avitov. “Mi padre me explicó que mis antepasados eran sefardíes, de “Espanja”, de la familia del sabio Iben Ezra; tuvieron que salir hacia el Magreb y cuatro siglos después, a inicios del siglo XX se asentaron en Tiberíades. Tomos sabras”.

A raíz de la expulsión de los judíos en 1492 de la Península Ibérica (Sefarad en la tradición judaica) la diáspora de los sefardíes tomó diferentes rumbos: Francia, Holanda, Cerdeña, Córcega, Grecia y los Balcanes; Turquía, Siria, Palestina…, permaneciendo como judíos. Los sefarditas conversos al catolicismo que permanecieron en España o viajaron a Latinoamérica fueron llamados “marranos”; de estos buena parte abandonó su fe judía o la practicó en secreto (“judaizar”). El idioma judeoespañol, llamado ladino o djudezmo es el que se hablaba en la Península Ibérica hasta 1492 en las comunidades judías y siguió siendo hablado —en diferente grado de intensidad— en sus nuevos lugares, si bien en Latinoamérica se acabó perdiendo casi totalmente. Derivado del castellano medieval, contiene una aportación de hebreo, y según el entorno, con influencia del turco o del griego.

Prosigue Yaron Avitov: “No nos han enseñado en Israel la historia de la rama de los marranos que de hecho arribó, y se instaló, en Latinoamérica. Supe por primera vez de sefarditas radicados en Latinoamérica en 1989 al visitar una sinagoga en Recife; eran sefardíes llegados vía Amsterdam en 1630. En 2004 inicié mis averiguaciones sobre los marranos en Quito y durante ocho años el hilo de las mismas me llevó a entrevistas en nueve países de Latinoamérica. Paseándome por Zaruma (población en la zona montañosa del sur de Ecuador) era como estar en Jerusalén; tras dictar mi conferencia buen número de personas orgullosamente me comentaba por la calle: “Sabe, ¡yo también soy Sefardí!”.

La aportación más notable de América ladina es haber integrado en un solo documental un fenómeno que fue latinoamericano. Además incluye informaciones poco conocidas, como que cuando las primeras naves exploradoras zarparon de los puertos del sur de la península en el Siglo XVI se permitió enrolar a encarcelados que eran judaizantes. “El documental América ladina es resultado de mi interés sobre la “doble vida” que tuvieron que llevar los marranos. Hay muchos elementos para la creación literaria en este tipo de vida que llevaron durante generaciones: “¿qué quieren esconder?”.

Yaron Avitov, trabajó en Jerusalén como editor de periódicos y es escritor de numerosos libros en hebreo. Desde hace muchos años viaja con frecuencia por Latinoamérica. Su novela Luces de Madrid contiene elementos de ironía, erotismo, humor y sorpresa. La antología Un solo Dios trata de la pluralidad de opiniones de los escritores israelíes sobre la fe y el concepto de Dios. “En mi obra literaria hay un interés de fondo sobre “los otros”, “las minorías”, los que son diferentes de la corriente principal establecida”.

Su libro Observación es resultado de una investigación durante un año en cuatro manicomios de Israel. Su última novela Homeless fue comparado por la crítica a la obra de Kafka, al incorporar elementos del realismo transformándose en surrealismo; fue vista como premonitoria, al plantear el empobrecimiento de amplias capas de la población por la crisis económica que llegó después. La última publicación de Yaron Avitov, El libro de la paz, presentada en Colombia en la 25ª. Feria del Libro, es la traducción al español de una compilación de 40 relatos y poemas, escritos originalmente en hebreo y árabe por diferentes autores israelíes; abarcando vida cotidiana, guerra y terrorismo, temores y amores, esperanza de paz, etc. Es la primera obra traducida al idioma español de estas características.

En sus palabras de presentación explicó que “la publicación de El libro de la paz es un sueño mío cumplido tanto en el ámbito de una creación literaria puesta al alcance de 400 millones de lectores, como por los avances en el diálogo entre judíos y árabes”. En suma, en la obra de Yaron Avitov a lo largo de los años hay una trama subyacente para construir la concordia, trabajar por la paz, tejiendo un doble hilo basado de un lado en “los otros”, “lo escondido” y por otro lado ofrecer una “visión integradora y poliédrica” de una misma realidad. Interesante recordar que en 1990 el Premio Príncipe de España de la Concordia fue concedido a las Comunidades Sefardíes, a las que tal vez ya habría que añadir las hasta ahora no tan conocidas comunidades de Latinoamérica.

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