Israel y los inmigrantes africanos

REVISTA DE MEDIO ORIENTE

El artículo de Ana Garralda, periodista de El País, Inmigrantes africanos atrapados en el limbo israelí (27 de mayo de 2012) critica duramente la postura de varios partidos políticos israelíes sobre su forma de atajar la inmigración clandestina después de que, según datos publicados por el diario español, “60.000 personas” hayan llegado, en su mayoría de Sudán y Eritrea, a Israel.

Garralda afirma que a esos inmigrantes “ni se les permite trabajar” ni se “les da acceso al sistema sanitario o educativo”, que “no se les reconoce ningún derecho” y que, aunque en Israel “no corran el riesgo de ser aniquilados en una guerra civil (…) tampoco están exentos de ser linchados a manos de ciudadanos israelíes encendidos”. En este último caso, la periodista convierte un caso concreto en una regla general.

No obstante, Garralda menciona en su artículo que un vecino de Tel Aviv entrega una bolsa con ropa a un grupo de inmigrantes sudaneses, cita el testimonio de un periodista de Haaretz que demuestra su sensibilidad hacia los migrantes durante una manifestación contra la inmigración clandestina y utiliza como fuente a Orit Marón, responsable de la ONG Assaf, que se centra en prestar ayuda a los migrantes.

Crítica, confusa y dramática

La postura del texto es crítica con los políticos israelíes y con los partidos que apoyaron la manifestación en Tel Aviv. Pero la información es confusa, porque, mientras que Garralda afirma que los inmigrantes no tienen “ningún derecho”, su fuente, Orit Marón, afirma que muchos sí tienen “un permiso de residencia que deben renovar cada tres meses”.

La Visa A-1 se otorga a aquellas personas que deciden ir a vivir a Israel tras realizar un trámite legal, y que son candidatos potenciales a obtener la ciudadanía israelí. Este permiso, permite a quien lo porta: trabajar, tener un pasaporte, pagar impuestos reducidos y acceder a los servicios sociales.

Entre los requisitos para obtener ese visado se encuentran: un certificado de nacimiento y un pasaporte válido por un periodo de, al menos, seis meses, a partir de que se realiza el trámite.

Ana Garralda no aclara cuál es el estatus de los inmigrantes sudaneses o eritreos, no menciona si algunos portan documentación que los identifique o si han solicitado un permiso de asilo en Israel.

En Israel, las personas que huyen desde un país en donde son perseguidas, tienen derecho a pedir asilo. De hecho, como sí afirma Garralda, Israel es miembro firmante que reconoce la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, que le prohíbe deportar a inmigrantes hacia un país en donde son perseguidos por sus opiniones políticas, su raza, etc.

Sin embargo, el contexto geopolítico del Medio Oriente y África es más complejo que eso. ¿Qué ocurriría si un militante de Al Qaeda quisiera pedir asilo para refugiarse en Israel? No debemos olvidar que los conflictos en países como Eritrea, muchas veces enfrentan a la población islamista que promueve la sharía, con la que rechaza ese sistema. A menudo, los enfrentamientos entre facciones más o menos radicales, suníes y chiíes, también son fuente de conflictos armados y de generación de refugiados y desplazados.

Por su parte, los inmigrantes que atraviesan las fronteras de forma clandestina pueden ser retenidos, pero, durante su detención, tienen acceso a servicios médicos, servicios básicos e incluso educación.

Existe una línea de ayuda especial para los solicitantes de asilo en Israel.

En 2012, Israel aprobó la Ley de Prevención a la Infiltración, que permite a las autoridades detener indefinidamente a los “terroristas” que intenten infiltrarse en la sociedad israelí. Y, ahora, tras el incremento de inmigración clandestina procedente de África, Israel busca ser más estricto en su política de inmigración, como ocurre en muchas otras partes del mundo

Por ejemplo, en Europa, la inmigración clandestina ha provocado acciones que limitan este fenómeno, en su intento por controlarlo. Francia, Italia o España pueden retener a los inmigrantes sin papeles, en algunos casos, de forma indefinida.

Desde hace algunos años se ha intensificado la emigración procedente de África hacia las costas europeas. En 2006, un alcalde de las Islas Canarias, en España, solicitó la intervención de tropas internacionales para frenar la llegada de inmigrantes africanos.

En relación con el trato a los inmigrantes, un reporte elaborado por Amnistía Internacional documentaba 321 casos de maltrato a inmigrantes en España y, varios años después, los casos de maltrato y las quejas contra las autoridades de ese país, por el trato proporcionado a los inmigrantes, continuaba siendo un tema controversial y de ferviente actualidad.

En Israel, en línea con los requisitos de la Convención de 1951, los inmigrantes que buscan asilo –aunque hayan entrado al país de manera clandestina-, tienen los siguientes derechos:

Posibilidad de presentar y documentar una solicitud de asilo.

Que esta solicitud sea evaluada por las autoridades de inmigración.

Tener representación legal mientras se realiza el trámite de revisión de la solicitud.

Una vez admitida a trámite, la posibilidad de tener un permiso de trabajo especial.

Los inmigrantes que han sido detenidos por la autoridad tienen los siguientes derechos, mientras se encuentran en cautividad:

Tener acceso a un teléfono.

Contacto con los representantes de Naciones Unidas.

Tener tres comidas diarias y los productos necesarios para su higiene personal.

Servicio médico profesional y otros.

Por tanto, afirmar que los inmigrantes en Israel no tienen prácticamente “ningún derecho”, es falso.

El drama humano

Por otro lado, la periodista destaca el drama humano, que a veces culmina “en tragedia” que tienen que pasar los inmigrantes procedentes de países como Sudán o Eritrea hasta su llegada a Israel, en donde, para colmo, se encuentran “sin derechos”.

De esta forma, la crítica se centra en Israel, en lugar de hacerlo en los gobiernos represores que fomentan la persecución en los países de origen de los inmigrantes.

Realzar el drama humano que viven los migrantes con la situación que viven en Israel no explica la raíz del problema del flujo migratorio clandestino. ¿Cuál es la situación de otros inmigrantes sudaneses o eritreos en Arabia Saudita, Egipto o cualquiera de los países que deben cruzar antes de llegar a Israel? ¿Es más importante la situación de esos inmigrantes en Israel que en cualquiera de los otros países a los que han llegado? ¿Por qué sólo se habla de Israel?

Por otra parte, al hablar de inmigración africana no se menciona un acontecimiento histórico, que aportaría contexto a la información: Israel realizó un gran esfuerzo para absorber, a mediados de los 80, a unos ocho mil etíopes y, en 1991, a otros 14 mil, mediante la operación Moisés y Salomón, respectivamente. Quizá sería pertinente, dentro del reportaje, analizar la situación de los inmigrantes etíopes en Israel, que ya superan las 56 mil personas, según cifras oficiales, para analizar el fenómeno de la inmigración africana en el país.

En el caso de los etíopes, Israel desarrolló créditos hipotecarios baratos y un programa de ayuda social para las familias inmigrantes. El Gobierno pagó entre un 80 y un 90% del total del préstamo hipotecario –algunos por valor de 100 mil dólares y otros por valor de 122 mil, en función del número de integrantes de esas familias- para que los etiópes pudieran comenzar una nueva vida en Israel, tras ser perseguidos y marginados en Etiopía.

Cabe destacar este proceso, porque, Etiopía es un caso similar al de Sudán y Eritrea, de donde proceden muchos de los inmigrantes a los que se refiere Ana Garralda en su texto.

Después de ambos procesos de absorción, el JDC Brookdale realizó una encuesta entre los inmigrantes, que arrojó los siguientes datos:

Entre un 75 y un 88% estaba satisfecho con sus nuevos hogares.

80 a 86% estaba satisfecho viviendo en sus nuevos barrios.

76 a 96% sostenía buenas relaciones con sus vecinos no etíopes.

97% de los niños etíopes jugaba con vecinos no etíopes.

¿Por qué carece el artículo de contexto?

Garralda explica que Sudán ha vivido una separación entre el norte y el sur, que cientos de miles han huido, tanto por guerras civiles, como por persecuciones religiosas –los musulmanes de Sudán persiguen a los animistas y cristianos de Sudán del Sur-, así como por disputas territoriales y económicas. Pero no explica por qué Israel debe ser responsable de otorgar todos los derechos de un ciudadano israelí a esos inmigrantes. O, por qué debe analizarse la situación de esos inmigrantes en Israel, pero no en otros países de Medio Oriente o del Golfo Pérsico. Garralda no compara las políticas de inmigración israelíes con las de otros países de la región, ni destaca que, Israel, ha sido uno de los países que ha tenido políticas de inmigración más exitosas en el mundo, al incorporar a varios millones de inmigrantes a su sociedad de manera eficaz.

¿Por qué, entonces, se muestra sólo una visión de Israel, esa en la que los responsables políticos e incluso la sociedad, hacen todo mal, pero se evita investigar y hasta mencionar los éxitos en materia migratoria que ha tenido el Estado judío o de sus políticas actuales, respetuosas de las convenciones internacionales en la materia?

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