Historia de los judíos de Austria

JOSÉ KAMINER TAUBER PARA ENLACE JUDÍO

Dedico este articulo a mis queridos amigos Lian Amper y Peter Katz

Un poco de historia

La historia de los judíos austriacos, basada en la documentación histórica existente, es que los judíos residían ya en el Siglo X. Un documento llamado el “Raffelstettener Zollordnung” que era un compendio de tasas e impuestos entre los años 903 y 906, señala la existencia de mercaderes judíos. Para el siglo XII se observa el arribo de judíos de Baviera y de la zona del Rin.

En el año de 1244, el Emperador Friedrich II, legitimó ciertos derechos a los judíos, que llevó a la comunidad a una prosperidad y crecimiento, algunos de los judíos ocuparon importantes puestos burocráticos y también hizo crecer la inmigración de la población judía desde zonas germánicas. Debido a la bonanza creciente en ese siglo se creó en Viena un importante centro de estudios judaicos que tuvo mucha influencia en las regiones eslavas y germánicas.

En Viena hay un sitio donde es posible ver los restos de la más antigua sinagoga, construida en el año 1236, también se pueden apreciar las mejoras y modificaciones que se efectuaron a lo largo del tiempo sobre el antiguo edificio y afirman el crecimiento de la comunidad y su bienestar. Este edificio que forma ahora parte del Museo Judío de Viena, había sido construido en los restos de lo que había sido la antigua ciudadela romana, Vindobona. En el año de 1421 los judíos fueron expulsados de Viena por un requerimiento de la iglesia católica, el gobernante de entonces, el Duque Alberto, había protegido a los judíos oponiéndose a los reclamos de la Iglesia. Pero cuando se propagó la calumnia del Libelo de Sangre, donde los judíos eran acusados de haber asesinado a un cristiano para utilizar su sangre para el vino de Pesaj y amasar las matzot, ya no se pudo hacer nada por ellos, porque ese tema era parte de la jurisdicción eclesiástica.

La punición no se hizo esperar, los judíos debían convertirse o marcharse, aquellos que se negaron fueron privados de sus escasas propiedades y embarcados en barcos sin timón sobre el Danubio, algunos de ellos lograron llegar flotando sobre el río hasta Hungría donde parece que lograron sobrevivir.

Debido a eso los judíos no retornaron a Viena en por lo menos doscientos años. La sinagoga fue totalmente destruida y la historia de estos hechos fue contada en un texto hebreo, “La Gezerá de Viena”, en cual se les advertía a los judíos de otras ciudades los sufrimientos que podía depararles el futuro.

Los judíos solo regresaron cuando lo autorizó el emperador Fernando II en 1624. Cuando volvieron, se establecieron en Leopoldstadt, un barrio situado entre dos brazos del Danubio, para 1670 había 137 viviendas que albergaban a unas 500 familias judías.

En 1684 se estableció en Viena Samson Wertheimer, un rabino y hábil hombre de negocios, que fue el banquero de los reyes, realizó extraordinarias operaciones financieras que le proporcionaron la amistad de otros reyes y emperadores y una gran fortuna. Poseía muchos palacios y jardines en Viena y numerosas propiedades y casas en los estados germánicos, en Frankfurt sobre el Main, Worms, y otras ciudades.

Fundó escuelas y repartió grandes cantidades de dinero en las juderías de Europa y Tierra Santa. También fue un hombre que poseía una gran erudición en los temas talmúdicos y halájicos, pese a la importancia de su tarea como hombre de negocios, continuó sus obligaciones como rabino y como benefactor.

Los judíos de Hungría le otorgaron el título de Gran Rabino, que después fue confirmado en 1711 por el rey Carlos VI, también los llamaban el “Rabino de Praga y Bohemia” pese a que no le gustaba que lo llamaran así y el otro título por el cual era muy conocido era el “Kaiser Judío” por el lujo en que desarrollaba su vida cotidiana. Formó parte del muy reducido círculo de los judíos cortesanos que formaron parte de la historia europea y la de las comunidades judías que en numerosas oportunidades se veían beneficiadas por su protección, pero que también muchas veces pagaban muy duramente la caída en desgracia de los judíos protegidos de la monarquía y la nobleza.

En 1752, se calculaba que residían en Viena 454 judíos, todos ellos estaban conectados con las 12 familias prominentes. Para la gente común y corriente, se había dictado una ley en 1727 para limitar el crecimiento de la población judía, se estableció que solo podía casarse el primogénito de cada familia. Los que no deseaban ceñirse a una medida tan cruel debían emigrar.

En 1772 bajo el gobierno de la antigua princesa española, la Emperatriz María Teresa, cuando se dividieron a Polonia entre Rusia, Prusia y Austria, esta última se anexó la provincia de “Galicia”, que se convirtió en la más grande y poblada de las provincias del norte austríaco, una numerosa población judía pasó a formar parte de la población austríaca con algunas consecuencias.

Con la terminación de las guerras religiosas entre católicos y protestantes fue prosperando gradualmente la situación de los no católicos en el Imperio de los Habsburgo, en este aspecto también influyeron la difusión de las nuevas ideas de la Ilustración y también el quehacer de la masonería. Algunos judíos cortesanos, muchos de ellos convertidos al cristianismo, ejercieron una fuerte influencia en la demanda de una mejora en la condición de los judíos excluidos y discriminados y del otorgamiento de algunos derechos fundamentales para su existencia.

En 1867, ante la amenaza de una nueva sublevación húngara, el emperador austríaco firmó el tratado conocido como el “Compromiso” y con ello surgiría la monarquía dual austrohúngara (Österreichisch-Ungarische Monarchie).

La igualdad de derechos

Después del fallecimiento de su madre, con quien había mantenido grandes querellas, el Emperador José II promulgó un Edicto de Tolerancia, el “Toleranzpatente” que otorgó la libertad religiosa a la población no católica de su imperio, cuyas provincias más importantes eran, desde Viena al sur: Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina. Al occidente: Lombardía, Pula y Dubroivnik. Hacia el Oriente: Eslovaquia, Bohemia y Moravia, Hungría y Transilvania, inclusive los territorios de Bukovina. Más hacia el norte: Silesia y Galitzia. La capital administrativa de este extenso Imperio era Viena.

Cuando las ideas de igualdad y libertad se expandieron en Europa occidental durante el siglo XIX, los judíos prácticamente se convirtieron en ciudadanos iguales ante los ojos de la ley. No obstante, al mismo tiempo surgieron nuevas formas de antisemitismo. Los líderes europeos que querían establecer colonias en África y Asia sostenían que los blancos eran superiores a otras razas y que, por lo tanto, tenían que expandirse y tomar el control de las razas “más débiles” y “menos civilizadas”.

Algunos pensadores también aplicaron este argumento a los judíos porque los definían erróneamente como una raza de gente llamada semita, que tenía sangre y rasgos físicos en común.

En abril de 1897 Karl Lueger es elegido alcalde de Viena. Permanece en el cargo durante 13 años, hasta su muerte en 1910. Lueger, cofundador del partido Socialista Cristiano, usa el antisemitismo económico para ganar el apoyo de pequeños comerciantes y artesanos que están sufriendo después del avance del capitalismo durante la revolución industrial en Austria. Dice que los judíos tienen un monopolio en el capitalismo y que, por lo tanto, compiten de manera injusta en materia económica. Esta forma de antisemitismo es usada por otros partidos de derecha en Austria y Alemania a comienzos del siglo XX como un medio para atraer más gente.

Adolf Hitler, que residía en Viena durante el tiempo que Lueger fuera alcalde, es influenciado tanto por el antisemitismo de Lueger como por su capacidad para conseguir el apoyo del público. Las ideas de Lueger se reflejan en la plataforma del partido nazi de la década de 1920 en Alemania.

En el año de 1918, tras finalizar la Primera Guerra Mundial, la derrota para el imperio de Austria-Hungría, se crea la República de la Austria alemana, siendo modificada por los vencedores de la I Guerra Mundial y convirtiéndose en Austria, una república parlamentaria, que tuvo una vida caracterizada por una permanente crisis económica, política y social.

Lo que emergió del imperio después de la Primera Guerra Mundial fue un país pequeño luego de ser la sexta potencia mundial antes de la contienda. El ambiente general era pesimista, lleno de incertidumbre y con un sentimiento de odio que se iba adhiriendo a la población dirigido al chivo expiatorio: el judío, el deicida y la raíz de todos los males.

Azarosas fueron las primeras décadas de la República Austriaca, después de que se desmembró el Imperio Austro-Húngaro. Su población estaba agrupada en tres grandes movimientos políticos. La izquierda estaba representada por la Social-Democracia y un minúsculo grupo bolchevique. La derecha se alineaba alrededor del partido Social-Cristiano y del movimiento Nacionalista Germano, de tendencia fascista. Las provincias que conformaban la república estaban organizadas en forma federativa. Viena, cuyos dos millones de habitantes representaban un tercio de la población total de Austria, adquirió el status de provincia y gozaba, al igual que las otras, de gran autonomía.

Los social-demócratas habían puesto en marcha un vasto programa de reformas sociales y habían logrado aminorar la influencia tradicional de la Iglesia, que en esa época estaba muy volcada hacia la derecha. Los antisemitas de derecha identificaban a los social-demócratas con los judíos. Tanto en los eslóganes propagandísticos, se les acusaba de causantes de todos los males.

La anexión

El Anschluss (Anschluss (palabra alemana que significa “anexión” referente a la inclusión de Austria dentro de la Alemania nazi como una provincia del III Reich, pasando de Osterreich a Ostmark- Marca del Este). Fue precedido por un estado de creciente presión política sobre la pequeña republica, efectuada por la Alemania nazi, exigiendo el reconocimiento del Partido Nazi, que era ilegal en Austria, y más adelante su participación en el gobierno. Lo que orilló al Canciller de Austria Kurt Schuschnigg, que convencido de que ninguna concesión bastaría para contener a los nazis, decidió pedir el apoyo a su gobierno para salvar la independencia del país por medio de un referendo convocado por sorpresa y que se celebró el 13 de marzo de 1938, sin dar tiempo a los nazis a preparar una campaña y al gobierno alemán intervenir.

La votación no contaba con garantías (no había censo fiable, no había tiempo para hacer campaña y la pregunta no daba alternativas y los votantes de menos de 24 años quedaban excluidos, para reducir las posibilidades de respaldo del no), pero se convocaba con fines propagandísticos y para aliviar la presión alemana.

El 11 de marzo de 1938 el ejército alemán entró en Austria y dos días después anexó el país al Reich. La mayoría de la población austríaca aceptó complacida esta anexión (Anschluss). Su entusiasmo por la unificación con el Reich fue expresado también en multitudinarias manifestaciones antisemitas.

Miembros del Partido Nazi austríaco rápidamente comenzaron el proceso de exclusión de los judíos de la economía, la cultura y la vida social austríacas.

Para el 18 de marzo las autoridades habían clausurado las oficinas de la comunidad judía y de las organizaciones sionistas en Viena, y arrestado a sus dirigentes. Al producirse el Anschluss moraban en aquel país alrededor de 180.000 judíos, de los cuales 170.000 habitaban en Viena. Inmediatamente después de la anexión, las oficinas de la comunidad judía y de la Organización Sionista fueron clausuradas, funcionarios y miembros de esas instituciones deportados al campo de concentración de Dachau y se prohibieron las actividades de las asociaciones judías.

Después de las primeras semanas, los judíos fueron despedidos de sus puestos en teatros, centros comunitarios, bibliotecas públicas y universidades. A lo largo del país se realizaron varios arrestos de judíos.

Al poco tiempo se constituyó una oficina en Viena dedicada a confiscar los bienes de judíos. Para finales del mes de junio, todos los judíos y los cristianos casados con judíos fueron despedidos del sector privado. La meta de los alemanes al principio era “animarlos” a abandonar el país. El teniente coronel de las SS Adolf Eichmann estableció en agosto de 1938 la Oficina Central para la Emigración Judía (Zentralstelle für jüdische Auswanderung) en el palacio Rothschild, confiscado por los nazis a sus propietarios.

Noche de los Cristales (Kristallnacht)

Durante el pogrom de noviembre de 1938 (Kristallnacht – Noche de los Cristales), los judíos fueron atacados en toda Alemania y Austria. Muchas sinagogas fueron profanadas; hogares y empresas fueron saqueados. Después de ese pogrom, Eichmann comenzó a recluir a los judíos austríacos en campos de concentración nazis para extorsionarlos, obtener de ellos dinero y convencerlos de abandonar el país. Al iniciarse la guerra, 126.445 judíos habían logrado salir de Austria y 58.000 se quedaron en el país. De estos, aproximadamente 2.000 consiguieron emigrar hasta octubre de 1941, cuando se cerraron totalmente las puertas de emigración judía del Reich.

En octubre de 1941 los nazis comenzaron a deportar en masa a los judíos de Austria. Miles de ellos fueron enviados a Lodz y a guetos en la región del Báltico. Después de la Conferencia de Wannsee, en enero de 1942, en la cual se elaboró el exterminio coordinado de los judíos europeos, las deportaciones se aceleraron. Miles fueron transportados a Riga, Minsk y Lublin.

Durante la segunda mitad del año de 1942 aproximadamente 14.000 fueron enviados al campo de Theresienstadt. La comunidad judía de Viena fue disuelta en noviembre de 1942.

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