EL FARO DIGITAL.ES
Hemos sido mudos espectadores de como una parte de la sociedad española reaccionaba, con tumultuosas y continuas protestas callejeras ante cualquier actuación que el Estado de Israel acometía en el ejercicio de sus legítimos derechos de defensa de su integridad territorial y, más aun y más importante, en la defensa de la vida de sus ciudadanos.
Se publicaban o emitían titulares como “Israel ataca las bases de los guerrilleros palestinos, tras la muerte de un soldado israelí”, es decir, se emitía primero la consecuencia, quizás para crear un ambiente psicológico contrario, y en segundo plano el hecho primario que generó la acción, a saber, el asesinato por unos terroristas de un ciudadano del único país democrático y libre de la zona.
Fuimos testigos de cómo, ante la provocación de unas embarcaciones y la transgresión de la legislación internacional por la mismas , nuestras calles se llenaban de los que decían defender unos derechos, para lo que no dudaron en manipular la realidad, hasta el punto que la propia ONU, tuvo que modificar su dictamen sobre lo realmente acaecido, y como esa componenda llamada “flotilla de la libertad”, escondía, dentro de ese bonito calificativo, un acto puramente terrorista al llevar armamento y material bélico.
Pero, no obstante, todo lo esgrimido podría ser debido a una mala información, a una campaña deliberada para influir en la opinión pública y que realmente creyesen que estaban defendiendo el derecho a la vida, el derecho a la dignidad humana y la no imposición por la fuerza de una teoría o política.
Por todo ello, montaban esas protestas, lo más sonoras posibles, no sólo contra el estado de Israel, sino también contra el pueblo judío en general.
En estas fechas, la sociedad no sólo española sino mundial, viene siendo testigo, día tras día, de las más crueles matanzas y asesinatos, por el llamado poder del pueblo, de sus propios conciudadanos y me refiero, evidentemente, a Siria.
Quizás algo de responsabilidad de todo ello tengan los estados, las organizaciones nacionales e internacionales, que dieron el certificado de “democrático“ al régimen del presidente Bachar El Assad, cuando fue proclamado heredero del “ trono” por el no menos dictador entonces, es decir, por su padre.
Y ante ello hemos de preguntarnos ¿Dónde está esa sociedad, callejera, protestona que decía defender los más elementales derechos y el principal, el de la vida?
Esa sociedad, que mientras nuestro país se debatía en cómo afrontar su futuro, se dedicaba a recoger firmas para que dos prestigiosos artistas españoles no actuaran en Israel, o como escenificaban actos de protestas por la actuación de una reconocida artista israelí en Barcelona o impedían la intervención de científicos Israelíes en la UCAM.
Todos ellos nos llevan a pensar ¿qué derechos defendían en sus protestas? Ante la evidencia, sería más congruente pensar que esa sociedad estaba y sigue estando manipulada y regida por unos principios de antiisraelismo, antijudaísmo y por extensión antinorteamericanismo.
¿Por qué no vemos protestas ante la Embajada y Consulados de
Siria por los asesinatos que su “gobierno”, comete atrozmente a su propia población?.
Cabría preguntarse, igualmente, por el cuasi silencio informativo por la expulsión del Embajador de Siria en España y en otros países occidentales. Es decir ¿qué derechos, qué principios? ¿Qué capacidad de análisis tiene esa parte de la sociedad que es a la que más se escucha?.
Creo que, afortunadamente, ésta es minoritaria pero hace parecer que la mayoría silenciosa, coherente, crítica cuando es necesario, pero rigurosa en su análisis, no existe, cuando lo que hacen estos últimos es respetar la libre expresión, aunque sea consintiendo mentiras y deformaciones de la más pura realidad objetiva.
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