PETER KATZ PARA ENLACE JUDÍO
Varias generaciones de Katz vivieron en Brody, Óblast de Lvov, antes Galicia, parte del Imperio Autro-Hungaro. Era una ciudad importante con veinte mil habitantes, con un castillo medieval y una sinagoga toda hecha de piedra. La ciudad más próxima era Lemberg hoy llamada Lvov, donde estaban los poderes políticos imperiales. Sé que las varias generaciones eran muy religiosas, pero solamente mi abuelo Leib se dedicó a estudiar los textos sagrados después de haber hecho su Bar Mitzva. Parece ser que su decisión estaba tomada y por lo tanto fueron respetados sus deseos por la familia.
Existe una fotografía donde aparece mi abuelo, tomada en Viena en 1900 que era “Misnagid”, es decir adherente a la línea religiosa ortodoxa del Rabino Eliyohu Ben Shlomó de Vilna, porque el abuelo llevaba la tradicional cubierta en la cabeza redonda realzada, de los “Misnagidim” y no la kipa redonda que llevaban los adeptos de Israel Baalshem Tov, el piadoso, el Hazid.
Desde este momento mi abuelo iba todos los días a un “shtibl” cerca de su casa a estudiar los textos del Talmud y de la Torá.
Desde luego que no trabajaba, tenía que estudiar todo el día. Era “la luz” que iluminaba a la familia y el orgullo de todos. Tener un “Yeshiva Bajar” en casa, no era cualquier cosa.
Cuando creció y llegó a la edad adulta, hubo que buscarle una novia para que se casara. Mi bisabuelo Nefesh era un hombre moderno y sabía cómo hacer las cosas en la vida, había viajado para atender su negocio de pieles. Es decir, traía pieles de Rusia y estos se conseguían en ferias repetitivas en la ciudad alemana de “Leipzig”, a la que viajaba para tratar con sus proveedores.
A él se le ocurrió contratar los servicios de una casamentera “shatjani”, para conseguir a una muchacha joven, paciente y totalmente dedicada y sobretodo dispuesta a trabajar.
Efectivamente, después de un mes la casamentera ya tenía ofertas acompañadas de fotografías. Esto era la novedad del momento, aunque en realidad las imágenes eran bastante defectuosas.
El bisabuelo sabía desde luego que el aspecto no era lo más importante. Se necesitaba para ser la esposa de su hijo a una mujer trabajadora y capaz de mantenerlo a él y si d-os dirá, una familia, porque el hijo no iba a trabajar.
El padre de mi abuelo, ganaba bien, pero tenía que mantener una familia grande. Por lo tanto la dote debía de venir también de la familia de la novia.
En esta época, los problemas se enumeraban y se atendían hasta poder resolverlos.
Resultó que una muchacha de Odesa, en el Imperio Ruso, de apellido Kleitnik, ya de veinte años de edad, ni fea ni bonita, pudiera ser la mujer que mi bisabuelo buscaba para su hijo. Tenia dote, no muy alta pero suficiente para que los recién casados fueran a residir a una casa propia.
En estas condiciones se casaron Brody en 1860, con el beneplácito de toda la familia. Rescaté el certificado de matrimonio redactado en alemán y en polaco, que era el idioma administrativo, ya que los rusos no permitían que se usara la lengua ucraniana, ni el alfabeto cirílico.
La Comunidad Judía de Brody, como en el resto del Imperio, llevaba el Registro Civil. El Certificado es de forma horizontal y dice Geburt-Schein—iadectwo urodzin.
Lleva los datos y la fecha de nacimiento de los participantes, incluyendo la de los padres, los nombres de los testigos, la fecha y la firma autorizando la unión de los dos jóvenes. Un sello con el emblema del Imperio y valor de cincuenta coronas, el todo embellecido por un sello de tampón.
Tuvieron siete hijos nacidos en Brody, incluyendo a mi papá. Mi tío Poldi, ya nació en Viena. En total fueron ocho los hijos de la abuela. Cinco mujeres y tres hombres. La mayor Sophi, estaba casada con un señor Wolfthal. La que seguía se llamaba Cilly, la más guapa de las mujeres, se casó con un peletero muy exitoso y conocido en Viena, un señor Biber.
La siguiente se llamaba Julie, se caso con un señor Stark, quien se dedicaba a labores comunitarias en la Kehilá de Viena. La más pequeña se llamaba Ana y se caso con un señor Heinrich Thiebert, justo después del Anschluss, y pudieron todavía escapar de los alemanes y llegar a Bélgica. Entre Julie y Ana estaba una mujer que tuvo inclusive antes de casarse, un taller de ropa interior para dama. Así se ganaba la vida. Se casó con un señor Springer, quien ayudó a levantar este taller y hacerlo productivo.
Mientras Ana era la más joven de las mujeres, en Viena había nacido el más joven de los hombres. Su nombre era Poldi. Este nacimiento probablemente no estaba programado, pero sucedió. La abuela Rifke contó con ayuda de todas sus hijas mayores para recibirlo en este mundo.
Recuerdo al tío Poldi, era un joven apuesto, un judío moderno muy diferente a mis demás tíos. Poseía un automóvil, caso inaudito en la familia. En las tardes me hablaba por teléfono y pasaba por mí para ir a jugar tenis. En realidad yo sólo era un espectador viéndolo jugar.
Lo que más me impresiono de él, es que encontró una mujer guapísima y se casó con ella. Era hija del rabino Chaiyes, rabino principal de la Yeshiva comunitaria. Ninguno de mis tíos tenia una mujer tan joven y tan guapa, así es que me quedé muy impresionado. Él pudo emigrar a Bolivia en 1938.
Antes del 13 de marzo de 1938 los alemanes terminaron en solo veinticuatro horas la ocupación de Austria. Este día todavía estaban abiertas algunas de las fronteras y mi primo Sigi Stark pudo tomar un tren con destino a Bruselas y pasar el control de frontera, con su pasaporte austriaco.
El resto de los primos no tuvieron esta suerte. Algunos de ellos fueron a dar a los Campos de Concentración, que ya existían en Dachau y en Sachsenhausen.
Nunca supe si pudieron salir de ahí con vida. Los alemanes iban tras de los jóvenes en buenas condiciones físicas, deportistas, muchos de ellos socios del club “Hakoaj”, para expresarles con una golpiza física, su odio por ser judíos.
En aquel entonces la atracción de ir a vivir a la Capital del Imperio de Viena, era muy fuerte. Constantemente llegaban noticias del incremento de las atracciones construidas y aquellas de un entorno boscoso maravilloso. De la calidad de las casas construidas y de lo fácil que era conseguir mudarse en ellas. De cómo por el fantástico crecimiento de la ciudad, las condiciones de vida en Viena eran mejores que en Brody.
Viena constituía una atracción constante para los inmigrantes que procedían del antiguo Imperio Austro –Húngaro. Obviamente este constante venir de gente nueva y maltrecha, mantuvo las fogatas del antisemitismo ardiendo.
Mi bisabuelo ya había muerto. La bisabuela, aunque en buen estado de salud, no quería moverse de donde había nacido. Fueron los hijos y sobretodo la, ya no tan joven, esposa de mi abuelo, los que tomaron la decisión de irse a Viena.
Influyó un hermano de mi abuela, también nacido en Odesa, pero estudiado en San Petersburgo, que se convirtió rápidamente en el ideal de todos los jóvenes Katz, por su sabiduría y por su forma tan amorosa de tratar a sus sobrinos.
Era el “familiar respetado”, el intelectual de la familia y el héroe. Vivió varios años en Viena y consiguió la representación del Fabricante de Muebles Thonet para el Imperio Ruso, donde eran muy apreciados sus diseños modernos para la época.
Él les consiguió a mis abuelos un departamento rentado en la Kochgasse, donde vivieron, según recuerdo, hasta que fallecieron.
Mi abuelo podía ir a pie, atravesando el canal de la “Donau”, donde se encontraba el “Shtibl” en el que lo aceptaron como alumno y compañero de estudios. Por casualidad el Rabino de la yeshiva era de Lemberg.
La dote alcanzó mientras estuvieron viviendo en Brody. Cuando ya crecieron los niños las cosas cambiaron. El dinero ya no alcanzaba. Mi abuela Rifke, la niña cuya fotografía fue enviada a la casamentera de Lemberg, ya era una mujer madura, orgullosa y se negaba determinantemente a recibir la ayuda que le fue ofrecida por la familia. De acuerdo a ella y a sus hermanos, se tomó la decisión de viajar a Viena.
En la capital del Imperio Autro-Húngaro, se las arregló para primero aprender el idioma, en realidad hablaba una mezcla de ydish con dialecto vienes, suficiente para ofrecer lo que iba a vender. Nuevamente el hermano de Odesa vino a su rescate y le ayudó a conseguir la representación de una fábrica de ropa interior en algodón que ya se fabricaba en aquella época, a precios competitivos. Detectó la abuela Rifke, donde se encontraban los distritos obreros en los que probablemente no había tiendas que vendieran estos artículos. Ni mucho menos, tiendas que dieran crédito.
Así nació su negocio, que consistía en visitar cada día a estos distritos, ofrecer sus artículos de los cuales llevaba un muestrario y venderlos a las esposas de los obreros a crédito de una o varias semanas. Ella entregaba la mercancía y pasaba luego a cobrar.
Parece que fue una buena decisión y en poco tiempo se hizo de una clientela fiel. Si no cobraba, vendía más ya que pasaba de todos modos a visitar a sus clientes una vez a la semana.
La Kochgasse, estaba en el tercer distrito, desde el cual podía tomar un tranvía municipal hasta el principio de los barrios obreros, que eran su mercado.
Me contaron mis tíos, que un día no cobró ni un centavo. Simplemente no tenía dinero, subió al tranvía y se sentó donde acostumbraba. El “schaffner”, pasó delante de ella y no dijo nada. En una banca del tranvía, tres hileras atrás, estaba sentado el Doctor Karl Lueger, el alcalde de la ciudad que había visitado el cementerio cerca de la Terminal. Se dio cuenta que la señora no pagó, probablemente por que no tenía, y saco veinte heller de su “gilet” para entregárselos al “schaffner”. Luego en voz alta, para que todos pudieran oír, dijo “Die dame hat schon betzalht”, “la señora ya pagó”.
Mi abuela Rifke fue la admiración de toda la familia, la adoración de sus hijos y nietos. Desgraciadamente falleció en 1934, cuando yo apenas tenía cuatro años de edad, sin embargo los relatos que oí sobre su vida me permitieron acercarme a ella como si la hubiese conocido personalmente.
Mi abuelo Leib había muerto antes en 1930. Pude visitar la tumba de ambos en la sección judía del Cementerio Municipal de Viena, que inesperadamente no fue destruido por los nazis y gracias a la cooperación de la población actual de Viena fue restablecido a su buen cuidado y limpieza.
Indudablemente que este tipo de personas, hombres y mujeres judías, existían en una época donde era necesario enfrentar directamente a los problemas económicos. Parece ser que hemos salido adelante, no solamente venciendo los escollos económicos si no también el antisemitismo que nunca ha faltado.
Para mí, haber podido redactar estas líneas, ha sido como levantarle un monumento a mi abuela Rifke.
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