RABINO MARCELO RITTNER
Shabat Shelaj Lejá 5772
En el shtibel de Rabi Najman de Bratzlav en Polonia hay una placa en la que están grabadas estas palabras: “Kol ha olam kuló guesher tzar meod, ve ha ikar, lo lefajed”. “El mundo es como un angosto puente que cada uno debe cruzar. Pero lo importante es hacerlo sin temor”.
En la lectura de este Shabat, D-os ordena a Moshé enviar príncipes como espías, uno de cada tribu, para reconocer la tierra de Israel. Se puede entender, simbólicamente, que estaban cerca de cruzar el puente y antes de entrar a la tierra prometida querían tener la mayor información posible para el éxito de la misión.
¿Pero fue ese el verdadero objetivo? Porque si fuera una actividad militar envías soldados y no príncipes. Y leyendo el reporte notamos que mencionan que la tierra era buena, que había alimentos, que era una tierra de leche y miel. Ninguna de esas informaciones tienen que ver con seguridad o tácticas militares. Finalmente, agregan que la tierra estaba habitada por gigantes que hacían que nuestros espías se vieran a sus ojos como chapulines. Y con esto, la alegría del pueblo se transformó en miedo y desesperación.
Lo que me hace pensar que no era la tierra lo que estaba siendo puesta a prueba. Era la gente y su sentido de ajuste a una nueva situación. Éste es el pueblo al que se les ofreció todo con lo que habían soñado durante generaciones, el fin de la esclavitud, Sinaí, la tierra prometida; tenían todo el respaldo de Dios, y a pesar de ello, sintieron miedo. No creyeron que tendrían el valor para conquistar la tierra.
Miedo de tomar posesión de lo que se les prometió; miedo de avanzar y convertirse en personas libres; miedo de asumir la responsabilidad de su destino; miedo de un mañana que no conlleva garantías, miedo de lo nuevo, miedo a arriesgarse a un futuro abierto e incierto. Y sin seguridad absoluta, se confunden. “Volvamos a Egipto!”. La esclavitud nos ofrece seguridad absoluta, certeza absoluta. La ventaja de la esclavitud es que cada mañana es exactamente igual que ayer.
El miedo es una parte importante del problema. Nos hace perder la perspectiva, la visión. Vivo tan ocupado con el trabajo y con la familia, tan lleno de compromisos, tan obsesionado con llegar a alguna parte, que se me olvida hacia adónde voy. Tan absorto en llegar a ser alguien, que me olvido quién soy. Hasta que una mañana me levanto y me descubro como en el cuento de Kafka, transformado en un insecto.
En la imagen de la Torá, el pueblo de Israel vaga en el desierto durante cuarenta años, toda una vida, hasta que logran averiguar quiénes son y adónde van. Y sólo entonces conquistan sus miedos y la tierra.
Hace pocos días nuestros calendarios marcaron el 5 de junio. ¿Recuerdan 1967? Hace cuarenta y cinco años nos despertamos con la noticia de que Israel estaba en guerra. La guerra de los seis días. Toda una generación, fuimos testigo de un momento histórico que nos llenó de orgullo y de una emoción contagiosa. El valor de nuestro pueblo permitió cruzar el estrecho puente de la sobrevivencia.
Israel prevé que se dará un ataque coordinado de Egipto, Siria, Jordania e Irak. Ahora, ¿tu crees que cuando la inteligencia militar se reunió lo hicieron con una actitud de “podemos derrotar al enemigo ” o con la actitud de “deberíamos prepararnos para un inminente ataque”. Si Israel hubiera adoptado la actitud de apenas prepararse para defenderse, tal vez hoy la historia sería una de tristeza y desánimo.
Afortunadamente, los generales Moshe Dayan y Yeshiahu Gavish actuaron como Yoshúa y Caleb en sus días. Dos en la Torá y dos en nuestros días nos enseñan que para hacer frente a las dificultades, debemos tener la fe inquebrantable de sí que podemos cruzar el puente, sí tenemos el valor de la tierra prometida. La fe y el valor para derrotar tanto al enemigo interior, como al exterior.
¿Que es lo que permite a algunos a ser fieles a sus sueños? ¿Qué hay en el alma humana que mata nuestros sueños y nos convierte en insectos? ¿Cómo podemos orientar nuestro pensamiento, nuestra visión, para que nuestra fe se eleve y nuestros miedos no nos distraigan en nuestro viaje por la vida? Tal vez la respuesta está en la actitud de Yoshúa y Caleb, Moshé e Yeshaiahu.
Ellos nunca perdieron la fe, nunca perdieron su brújula espiritual.
Cada día cada uno está frente a su Tierra Prometida, la de tus sueños, la de Dios. Puedes pasar tu vida justificando la seguridad de la esclavitud, puedes echarle la culpa a otros, puedes lamentarte de tu mala suerte. O puedes recordar que el “mundo es como un angosto puente que debes cruzar, y que lo importante es que lo hagas sin temor”. La fe y el valor para cruzarlo es lo que te separa de tu tierra prometida personal, es lo que te separa de tus sueños incompletos y de un potencial sin descubrir.
Y este Shabat la Torá te pide que tú respondas. ¿Eres uno de los 10 que no creyeron en si mismos y que vivieron sus días mirando su tierra prometida desde el otro lado, o tienes, la fe de ser leal a tus sueños y el valor de conquistarlos?
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