EL PAÍS
Israel acelera al máximo la construcción de la valla fronteriza que demarcará su frontera con Egipto mientras la zona sigue siendo un coladero de armas, inmigrantes y grupos armados. Ayer tres individuos cruzaron al lado israelí detonando un explosivo al paso de varios vehículos de la policía de fronteras lo que después provocó un intenso tiroteo que se saldó con la muerte de un obrero árabe-israelí que trabajaba en la construcción de la valla y de dos de los individuos procedentes del Sinaí, que fueron abatidos por los soldados. Un tercer atacante está aún por localizar.
Pocas horas después del incidente el ejecutivo Benjamín Netanyahu decidió desplegar dos de sus tanques cerca de la frontera con Egipto, lo que contraviene los acuerdos firmados en Camp David en 1978. Según lo pactado entonces entre ambos países, el desierto del Sinaí debe permanecer como una zona desmilitarizada, sin la presencia de tanques o artillería de uno u otro bando. Fuentes del ejército han asegurado que no existe intención de desplegar más carros de combate en la zona.
“La operación estaba dirigida contra los trabajadores que construyen nuestra valla de seguridad (…) Esto no nos parará”, aseguró en un comunicado de prensa el primer ministro israelí quien aseguró que la construcción de la verja “es una prioridad nacional” para evitar la entrada de “terroristas” e “infiltrados”. Este último término es habitual en la jerga política del ejecutivo para denominar a los inmigrantes subsaharianos llegados a Israel en búsqueda de trabajo o asilo procedentes principalmente de países como Eritrea y Sudán y en menor medida, de Nigeria o Costa de Marfil.
Una inseguridad creciente en la Península del Sinaí de la que advertía el Ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, tras reunirse en Tel Aviv con su homólogo polaco, Tomasz Siemoniak. “Estamos experimentando un preocupante deterioro del control ejercido por Egipto en el Sinaí” señalaba Barak en un comunicado. “Gane quien gane las elecciones esperamos que se haga completamente responsable de todos los compromisos internacionales adquiridos por Egipto, incluyendo el tratado de paz con Israel”, continuaba.
Según datos estadísticos recopilados por el servicio de seguridad interior israelí (Shabak) el número de alertas terroristas –tanto genéricas como específicas– procedentes del Sinaí se ha triplicado desde la caída del expresidente Hosni Mubarak. El incidente transfronterizo más grave hasta la fecha tuvo lugar en agosto de 2011, en que ambos países llegaron a un pacto que permitió el despliegue de varios miles de soldados –equipados con tanques y vehículos blindados– para que aplicaran un férreo control sobre algunas tribus beduinas, cada vez más involucradas en el contrabando de armas y en el tráfico ilegal personas.
Por otro lado, los servicios de inteligencia de ambos países estiman que estas tribus de beduinos, además de practicar el contrabando de armas, disponen de un arsenal propio que les permite orquestar este tipo de ataques. Según se cree disponen de lanzagranadas antitanque (RPGs), minas e incluso cohetes tipo Grad, de cuyo lanzamiento ya hay un par de
precedentes contra las ciudades turísticas situadas a orillas del Mar Rojo, Eilat (Israel) y Aqaba (Jordania).
Comienzan las deportaciones de inmigrantes africanos
Precisamente ayer por la mañana Benjamín Netanyahu recibía en su oficina al Presidente de Costa de Marfil, Alassane Ouattara y a varios de los ministros de su delegación, para planificar la deportación masiva de sus compatriotas del territorio israelí como parte del plan impulsado por el gobierno de Netanyahu para deportar a los 60.000 inmigrantes, la mitad de ellos africanos, que han llegado al en el último lustro. Hasta el mes de marzo todos aquellos que hubieran solicitado el estatus de refugiado no podían ser deportados, de acuerdo a la política de “protección colectiva” adoptada por el ejecutivo. Sin embargo, el Ministro del Interior, Eli Yishai, la revocó provocando las protestas de las organizaciones de Derechos Humanos que consideran a estos inmigrantes como “solicitantes de asilo”. Un estatus sólo concedido en contadas ocasiones por el gobierno israelí.
Anoche despegó el primero de los aviones en el que viajaban 127 sursudaneses con rumbo a su país de origen (hoy en guerra con Sudán) como parte de la campaña de deportaciones masivas iniciada el pasado lunes en Israel. Decenas de estos inmigrantes fueron arrestados en el centro y en el sur del país. “Lo haremos de una forma ordenada y digna”, añadió el Primer Ministro Netanyahu en referencia al proceso de deportaciones.
Esta medida es sólo una de las fórmulas ideadas por el Gobierno para reducir la inmigración no regular hasta su territorio. La construcción de la valla fronteriza con Egipto –que el ejecutivo espera terminar antes de 2013- y la reclusión de quienes lleguen ilegalmente a Israel en centros de detención (donde por ley podrán permanecer hasta 3 años), son otras de las medidas disuasorias diseñadas por el ejecutivo. Además, el Parlamento israelí aprobó al semana pasada una normativa que endurece las penas de quienes ayuden o den trabajo a estos subsaharianos. “Vienen aquí a trabajar. Si no hay trabajo para ellos, entonces no tendrán razones para venir”, dijo el Primer Ministro.
En las última semanas se han producido violentos incidentes contra estos inmigrantes no regulares en distintos puntos del país, como el que se saldó con la detención de dieciséis personas en el barrio de HaTikva, al sur de Tel Aviv.
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