EL PAÍS
Hosni Mubarak se encuentra a un paso de la muerte. En medio de informaciones confusas y contradictorias, el exdictador egipcio fue trasladado este martes de la prisión en la que cumple condena a un hospital en el que se encuentra inconsciente y conectado a un respirador tras un accidente cerebral. La agencia estatal de noticias Mena informa, sin embargo, de que el hombre que gobernó Egipto con mano de hierro durante tres décadas está “clínicamente muerto”, citando fuentes hospitalarias.
Con el paso de las horas, otras fuentes han informado de que Mubarak se encontraba inconsciente, conectado a un respirador, y que ha tenido que ser reanimado, pero que no ha muerto. Esta madrugada, las noticias que salen de la prisión en la que estaba encerrado y de los despachos militares continúan siendo contradictorias.
Las noticias llegan en un momento político muy complicado en Egipto. La elección del sucesor de Mubarak y las reticencias de la Junta Militar a ceder el poder han sembrado de incertidumbres la tortuosa transición egipcia. En las primeras elecciones presidenciales libres de la historia del país, los Hermanos Musulmanes han cantado una victoria que el candidato rival, Ahmed Shafiq, el último primer ministro del dictador, disputa. Está previsto que el próximo jueves se conozca el nombre del sucesor de Mubarak tras las presidenciales del fin de semana.
La noche de este martes, entre las miles de personas concentradas todavía en la plaza Tahrir, movilizadas por los islamistas, se respira una mezcla de indiferencia e incredulidad a medida que llegan las noticias. Algunos manifestantes explican que para ellos el enemigo ahora es la Junta Militar, no Mubarak.
El rais egipcio fue condenado el pasado 2 de junio a cadena perpetua por no haber impedido la sangrienta represión que siguió a las multitudinarias manifestaciones que hace 16 meses terminaron por forzar su caída. Cerca de 850 personas murieron en aquellas protestas. Desde entonces, Egipto vive gobernado por una Junta Militar que se ha comprometido a entregar el poder antes del inicio del próximo julio. Todas las estructuras militares construidas alrededor del dictador siguen mandando en Egipto.
El martes, miles de egipcios han vuelto a llenar la plaza de Tahrir, que fue el centro de la revolución que acabó con Mubarak en febrero del año pasado, para protestar por los nuevos decretos con los que los militares se resisten a ceder el poder. Allí seguían congregados los detractores del antiguo régimen, la mayoría de ellos miembros de los Hermanos Musulmanes, cuando han comenzado a propagarse los rumores de la posible muerte del dictador.
La agencia oficial de noticias Mena ha llegado a especificar que Mubarak había muerto a su llegada al hospital militar de Maadi en El Cairo el martes por la noche. “El corazón de Mubarak dejó de latir y se le ha aplicado un desfibrilador varias veces pero no ha respondido”, ha añadido Mena citando a una fuente médica. Poco después, la agencia Reuters ha citado hasta tres fuentes militares que indicaban que Mubarak se encontraba inconsciente y conectado a un respirador, pero que no había muerto.
La Junta Militar que todavía controla el país se ha pronunciado en el mismo sentido: en estado crítico, pero todavía vivo, aunque inconsciente y conectado a un respirador. La agencia France Presse ha indicado que Mubarak se encuentra en coma, según el personal hospitalario. Todas las fuentes coinciden en que el expresidente ha sufrido una embolia cerebral y que está conectado a un respirador artificial.
Mubarak, de 84 años, había sufrido una recaída horas antes, lo que motivó su traslado al hospital desde la cárcel en la que cumplía condena por su complicidad en la muerte de activistas revolucionarios durante la llamada primavera árabe.
El dictador y sus próximos se resistieron desde el principio a que fuera ingresado en una prisión, algo que la familia de las víctimas y parte de la opinión pública exigía. Días después de ser condenado, su salud se deterioró rápidamente y los responsables penitenciarios comenzaron a alertar de su estado.
Desde que, tras ser condenado a cadena perpetua, fuera trasladado a la prisión de Torá en El Cairo, Mubarak sufrió depresión aguda, subidas de tensión y problemas respiratorios, según fuentes del Ministerio de Interior citadas por la cadena Al Arabiya. En varias ocasiones, estas recaídas han provocado que los rumores sobre una posible muerte del expresidente se propagaran.
Las turbulencias políticas que atraviesa el país han sido esta noche desplazadas de las portadas de la prensa digital egipcia en cuanto han llegado las primeras noticias sobre el deterioro de la salud del dictador.
Mubarak nació en Kafr il Misilha, a unos 40 kilómetros al norte de El Cairo, en 1928. Abandonó su pueblo para ingresar en el Ejército, donde hizo carrera. En 1975 accedió a la vicepresidencia del país y seis años más tarde se convirtió en jefe de Estado tras el asesinato del presidente Anuar el Sadat en un atentado terrorista durante un desfile. Desde entonces gobernó un régimen autocrático basado en leyes de emergencia y controlado por un Ejército todopoderoso.
Mubarak se vio obligado a abandonar la presidencia de Egipto en febrero de 2011, tras semanas de protestas en las calles, asediado por los manifestantes que exigieron por todo el país con determinación la caída de un hombre al que consideraban corrupto y criminal.
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