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La prensa moscovita publicó hace unos días que un alto funcionario del Kremlin había filtrado que EE.UU. atacaría Irán antes de fin de año. La revelación se produjo a la vuelta de Washington, donde el ministro de Exteriores ruso se había entrevistado con Hillary Clinton. El citado alto cargo había formado parte de aquella misión y a la vuelta contó lo que les habían dicho en el Departamento de Estado estadounidense. “El lobby judío de EE.UU. ha amenazado a Obama con retirarle su apoyo a la reelección si no ataca a los iraníes”, señaló el diplomático ruso.
El lobby judío tiene una fuerza capital en una campaña presidencial y, aunque acostumbra a mostrarse dividido entre los dos candidatos, esta vez parece haber lanzado un órdago al del Partido Demócrata. Dinero, medios de comunicación, grandes corporaciones…, están influidos por este lobby, que por definición se constituye en un importante grupo de presión, el más importante de todos. Este lobby lo constituyen grupos de personas y corporaciones cuyo objetivo es modificar la política exterior norteamericana para que coincida con los intereses de Israel.
LA ‘PRUEBA DEL ALGODÓN’ JUDÍO En todas las candidaturas a la Casa Blanca siempre hay un buen plantel de judíos con los que cada candidato trata de contentar a este grupo de presión. La actual Administración norteamericana se apoyó en Rahm Emanuel -ahora alcalde de Chicago-, al que Obama nombró jefe de su gabinete. Emanuel, que se alistó como voluntario en el Ejército israelí para luchar en la primera guerra del Golfo, es hijo de un judío que luchó contra la ocupación británica junto a Menahen Begin.
Los judíos norteamericanos, que suponen el 2% de la población de EE.UU., tienen un poder de influencia decisivo y ocupan aproximadamente el 10% tanto del Congreso como del Senado norteamericano, por lo que el ultimátum lanzado a Obama no puede minusvalorarse. El argumento que Washington pondrá encima de la mesa a Irán para advertir de la intervención militar será que, en las instalaciones de Parchin, Teherán ha realizado pruebas de un detonador de neutrones, que ha sido detectada por sus satélites espía. Este argumento sería definitivo, ya que demostraría que el programa nuclear iraní está encaminado a construir una bomba nuclear. Y por si los técnicos del OIEA no encuentran rastros de dicha prueba, EE.UU. ya ha divulgado que las autoridades iraníes están limpiando todas las pruebas.
Rusia, por su parte, se opone a dicha intervención y ya ha elaborado un plan para disuadir a Washington y a Tel Aviv de tomar dicha decisión. Los rusos -principales suministradores de tecnología nuclear a Irán- han creado una comisión interestatal encargada de establecer la reacción del Kremlin en caso de que el ataque llegue a producirse.
La primera vía es la preventiva, que Rusia recorrerá a través de una ofensiva diplomática entre los países ribereños del Mar Caspio, en la ONU y en todos los foros regionales, tratando de convencer de lo inconveniente de utilizar la opción militar y proponiendo la creación de un frente de países que se opongan a ella. Además, Moscú trataría de desprestigiar al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) acusándole de falta de imparcialidad.
Putin estudia también la posibilidad de reanudar el suministro de componentes que podrían dotar al sistema defensivo iraní de una mayor eficacia, interrumpido bajo la presidencia de Medvedev. Además, Rusia ha modernizado la estación de radar que tiene en Siria (otro de los frentes que tiene abiertos la diplomacia rusa) y que permite detectar cualquier movimiento israelí. Esta alerta, transmitida a Teherán, junto con la modernización del sistema de misiles defensivos iraníes, podría provocar numerosas bajas entre los pilotos hebreos que traten de agredir a Irán. Estas serían las principales líneas con las que Moscú trataría de disuadir a la coalición de Israel y EE.UU. de iniciar un ataque al país persa.
UN ‘NUEVO HOLOCAUSTO’ De todas formas, a quien no va a lograr hacer meditar el Kremlin es al poderoso lobby judío de EE.UU., que ha puesto a Obama entre la espada y la pared, asegurando que lo que pretende Irán es “un nuevo Holocausto”. La presión judía en EE.UU. se canaliza a través de la AIPAC (American Israel Public Affairs Committee-Comité de Asuntos Públicos EE.UU. Israel). Hace un par de meses The New York Times aseguraba que Obama estaba soportando una presión extraordinaria de dicho lobby para forzarle a una política más agresiva respecto a Irán.
El presidente de EE.UU. tuvo que rendir pleitesía al AIPAC incluso antes de ser presidente. En una reunión con este grupo de presión, el entonces senador de Illinois fue examinado por el AIPAC, ante el que tuvo que jurar amistad y fidelidad a Israel comprometiéndose con la seguridad del Estado hebreo. Además, Obama tuvo que declararse públicamente enemigo de Irán.
En la última reunión anual del AIPAC, el presidente volvió a tranquilizar a un exaltado lobby judío que exige medidas drásticas contra el régimen de los ayatolás asegurando que utilizaría “la fuerza” si las pretensiones iraníes van más allá de lo permisible. Ahora, en puertas de las elecciones, le han tomado la palabra.
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