MAURICIO MESCHOULAM/ EL UNIVERSAL
¿Es posible transformar a un país con unas pocas acciones y en muy poco tiempo? En principio cualquiera diría que no. Creo que hoy, sin embargo, antes de responder de manera apresurada, debemos aceptar que esa pregunta ha cobrado un sentido distinto. En efecto, #YoSoy132 no es un movimiento de masas y por lo tanto, su grado de penetración puede ser aún limitado. Quizás el resultado final de la elección no termine por ser radicalmente modificado y una mayoría de ciudadanos termine regresando al PRI a Los Pinos. Pero tenemos que reconocer que algo cambió. Cuando ayer, unos pocos estudiantes de a pie cuestionaban a los candidatos y les exigían que de favor respondiesen las preguntas que se les estaban formulando, algo en este país se estaba moviendo. A pesar de los ratings. A pesar de los millones que no lo atestiguaron. A pesar de lo que se pueda y quiera pensar o decir de manera legítima o no acerca de este movimiento estudiantil.
En el espíritu de 132
El movimiento #YoSoy132 existe. Existe y se expresa. En el principio, cuando no había aún un comité interuniversitario, ni asambleas conjuntas, ni posturas comunes en cierta dirección, me di a la tarea de investigar en el campo, el espíritu del movimiento estudiantil. Los resultados fueron publicados en este blog y sumamente compartidos en las redes. Las conclusiones, y por lo tanto, mi visión acerca de lo que el #132 representó desde un inicio no parten de mi intuición, o del análisis de algún experto. No parten tampoco de los posicionamientos formulados posteriormente por las vocerías ni de los deslindes, los videos, o las acusaciones. Lo que yo escuché y rescaté en ese ejercicio es la voz de los estudiantes.
Fueron 44 entrevistas, no porque el número 44 me parezca simpático. Podían haber sido más o menos. La selección de una muestra cualitativa obedece al modo en que los entrevistados responden. Los mismos temas y patrones eran repetidos una y otra vez. Elegía otras 5 personas completamente al azar y los patrones se mantenían. No convencido, elegía a otras 5 o 10 personas más, de la escalera, de la calle, de playera de Pumas, con tambores, de los que parecían liderar las acciones, de los de atrás, de los de adelante, de los que iban solos, de los que iban en grupo. Los patrones eran los mismos. Me detuve en la entrevista 44 porque desde la visión del investigador, se ha entrado en “redundancia temática”, es hora de parar, transcribir las entrevistas, someterlas al análisis cualitativo correspondiente y detectar esos patrones que ya me eran evidentes.
Varios fueron los temas repetidos en el discurso (si gusta revíselo acá). Pero dos resultaron sobresalientes:
1) Los estudiantes marchaban por la necesidad de democratizar a los medios (consistente con el discurso de sus vocerías). En numerosas ocasiones los estudiantes me decían con estas palabras “que voten por quien quieran, pero que voten informados”. Esta frase con variantes se repetía una y otra y otra y otra vez. Las menciones específicamente anti-Peña, en 44 entrevistas de alumnos de 15 universidades fueron sólo 2. Los dados en la voz de los entrevistados, en otras palabras, no se cargaban contra el candidato del PRI, sino a los medios que decidían favorecer el statu-quo.
2) El segundo tema emergente, del que muy poco se ha hablado pero que fue uno de los patrones más sobresalientes, fue la necesidad de unirse como jóvenes para transformar el país. Una conciencia generacional, por así decirlo, se manifestaba como obligación, como urgencia de hacer cosas que no se hacían.
Esta es la esencia inicial, concluyo, del movimiento. En efecto, posteriormente hubieron asambleas; abiertamente se decidieron manifestar como un movimiento en contra del candidato del PRI, como un movimiento anti-neoliberal (tema que por cierto no fue mencionado una sola vez en las entrevistas que conduje), y otros planteamientos. Y seguramente más de un actor político ha buscado montarse al tren. Los movimientos sociales son dinámicos y no hay “esencia” que no se transforme con el paso del tiempo. Pero si contrastamos los dos temas centrales que indico arriba con el debate de ayer, veremos que éstos afloran de nuevo y de alguna manera se han conseguido sostener.
El debate
Podría ahora entrar a analizar el contenido del debate, pero estoy seguro que muchos lo harán con detalle. Me faltó escuchar a fondo sobre los 60 mil muertos, la violencia y la construcción de paz, fundamentales para un amplísimo porcentaje de mexicanos y una vez más casi inexistente en la discusión. Podría abundar en otras cuestiones acerca de las que los candidatos hablaron. Pero prefiero concentrarme en el debate como hecho en sí mismo.
Los jóvenes nos ofrecieron un ejercicio verdaderamente diferente. Algo que nos recuerda lo que debemos esperar quienes creemos en la democracia, un sistema donde los que gobiernan son en realidad representantes y servidores de la ciudadanía. Esta ciudadanía por tanto tiene la facultad de cuestionarles y someter a discusión sus argumentos. Antes de que gobiernen, durante sus gestiones y después de ellas. Lo que vimos ayer es con mucho el ejercicio más parecido a eso de que yo tenga memoria en México.
Lo malo es que quien va arriba en todas las encuestas no se presentó debido a una estrategia que puedo entender pero que lamento profundamente. En efecto, difícilmente hubiese ganado más “puntos”. Es verdad que el #132 se ha definido como anti-Peña. Pero muchos de nosotros quisiéramos pensar que se puede vivir en un país donde las estrategias electorales pasan a segundo plano. Donde primero se halla la vocación de servicio y rendición de cuentas, y donde los argumentos que dan razón de ser al proyecto que uno encabeza deben exponerse lo mismo ante quienes nos aceptan que quienes nos rechazan. Los jóvenes del #132 no son sus amigos o sus compadres, sino ciudadanos que representan una expresión, pero ciudadanos a quienes se aspira a gobernar al final del camino y quienes ofrecieron una plataforma pública para la deliberación.
Si miramos, entonces, el debate de ayer no con la lupa del rating, con el foco de qué tantos puntos afectará al uno o al otro, o bien en qué falló la logística, la transmisión o el acceso a medios; si lo miramos en cambio como ese primer momento en nuestra historia en el que se establece una especie de ágora en la que los ciudadanos pueden cuestionar, replicar y dialogar con quienes pretenden servir a la nación, entonces quizás no es tan descabellado afirmar que #YoSoy132 está contribuyendo a formar un mejor país.
No basta. Hay muchos otros temas. Hay muchos más mexicanos que quizás hubiesen querido ver el debate por Internet, pero en cuyo entorno no hay computadoras, ni teléfonos, ni redes sociales. Hoy se demuestra, sin embargo, que la conjunción y coordinación de unos pocos puede hacer que se den algunos pasos en la dirección correcta.
¿Usted cómo lo ve?
Twitter: @maurimm
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