PILAR RAHOLA/LA VANGUARDIA.COM
Cuanta más algarabía veo en las calles de El Cairo, más recuerdo los coptos que conocí en la revuelta egipcia y que estaban muy preocupados ante la posibilidad de que los Hermanos Musulmanes ganaran las elecciones. Después vendrían las agresiones contra iglesias que corroborarían los miedos. También estaba asustado el joven que escuchaba rock en el taxi que me llevaba a la Tahrir, y unas universitarias que se habían implicado en la Facebook revolution para conseguir más derechos, no para perderlos. Sin embargo, sólo los Hermanos podían ganar la calle y las elecciones, porque eran los únicos que tenían una estructura férrea y férreamente trabada con millones de militantes.
Si la revolución nació al albur de la lucha contra la dictadura, muy pronto se la quedaron los únicos que no estaban luchando por las libertades. En este sentido, no es extraño que el primer país que ha celebrado los resultados haya sido Irán, que también derrocó al dictador de Persia para colocar a esos angelitos de Alá que ahora gobiernan. Y así ha sido como el sueño de Hassan al Banna nacido en su casa de Ismailía con seis trabajadores de la Suez Canal Company -“¿cómo nos llamaremos? Somos hermanos al servicio del islam, somos Hermanos Musulmanes”-, se ha hecho realidad 84 años después. Finalmente, el islamismo radical llega al gobierno del país árabe más importante, y con él cambia definitivamente el panorama de la zona.
¿Qué ocurrirá? Nada está claro porque no es probable que los militares entreguen todo el poder a la cofradía, pero la perspectiva se complica. A pesar de que se pondrán la piel de cordero de la moderación, lo cierto es que el ADN de los Hermanos es puro islamofascismo, apuntalado en sus tres diabólicas patas: el islam como libro de leyes, los imanes como celadores de la fe y el imperialismo religioso como motivación geopolítico. No olvidemos que los Hermanos son la madre de todas las organizaciones yihadistas que han atentado en el mundo, desde los chechenos de Beslán hasta los salafistas de Bali, pasando por los extremistas de Hamas. El propio Osama bin Laden fue educado por el hermano de Hassan, huido a Arabia cuando empezaron a ser perseguidos. La libertad no sólo no existe en su ideología, sino que la combaten en cualquier lugar.También se complicará el conflicto con Israel, no en vano hablamos de los herederos de los islamistas que colaboraron con los nazis para acabar con los judíos. Fueron los hermanos quienes tradujeron el Mein Kampf al árabe, dieron miles de marcos mensuales a Hitler y organizaron brigadas de las Waffen SS que actuaron en los Balcanes y mataron a miles de personas. Si hablamos de la mujer, la ablación, los homosexuales, Occidente, etcétera, aparece la retahíla de tópicos del salafismo más radical. El gran Egipto ha virado hacia la Edad Media. Los sueños de libertad engendran, hoy por hoy, monstruos.
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