LEÓN OPALIN PARA ENLACE JUDÍO
La Carrera de Economía
A los dos años de casado decidí retomar la Carrera de Economía. En 1964 me inscribí al Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) que se ubicaba en la calle de Marina Nacional, el rumbo era feo; sin embargo, a partir de ese año, la Escuela de Economía, fue establecida en una amplía residencia de la calle de Guadalajara, en la Colonia Condesa. Había sido propiedad de la bailarina Amalia Hernández; era de techos altos, pisos de madera, un gran vestíbulo con una bella escalera que accedía a las habitaciones del segundo piso. También contaba con un jardín al frente y una fuente. El alumnado total, de los cinco grados, oscilaba entre 100 y 120 personas, en mi grupo éramos 18 a 20; había sólo dos mujeres que nos acompañaron durante la carrera que tuvo una duración de cinco años.
A partir del curso lectivo de 1964, la Escuela de Economía impartió las clases por trimestres y con esquemas de enseñanza similares a los de las universidades de EUA; se contrataron profesores con posgrado y fue el principio de una escuela que con el transcurso de los años se convirtió en la número uno de México. En el curso que realicé, entre 1964 y 1968, el ambiente era de compañerismo. En mi grupo, la mayoría de sus integrantes provenían de clases acomodadas; aunque había algunos alumnos de la clase media cuyos padres hacían un esfuerzo para que sus hijos estudiaran en una institución que iba adquiriendo prestigio.
Varios compañeros eran originarios de provincia, hijos de comerciantes y agricultores, principalmente; yo era el único empresario. Un compañero era hijo de un importante agente aduanal en la República, que trabajaba para su padre y poseía un automóvil deportivo Camaro, que en ese tiempo era difícil de importar; el vehículo causaba sensación entre el alumnado. Por mi parte, había adquirido un Ford Galaxy nuevo, color amarillo, que era valuado como un vehículo de lujo; cuando uno es joven se pierde en los “valores materiales´´.
En la comunidad tan pequeña del ITAM todos nos conocíamos, no había conflictos relevantes. Sin embargo, un acontecimiento que sorprendió y tuvo un impacto muy fuerte entre los alumnos, sucedió un día, cuando uno de ellos asesinó a sus abuelos para apropiarse de sus bienes. En mi grupo, yo era el único casado, con el tiempo se fueron casando otros compañeros y todos fuimos invitados a las bodas; aunque no éramos adolescentes, teníamos un espíritu alegre y a veces conductas inmaduras, que nunca afectaron a nadie; era común que entre los alumnos se pusieran sobrenombres: el chino, por sus características físicas orientales; el camarón, por que era originario de Sinaloa y su padre se dedicaba a la pesca; el pájaro, por su compete que daba la imagen de un pájaro carpintero; el policía, por que trabajaba en una dependencia administrativa del Gobierno del Distrito Federal vinculada con esa actividad; y así sucesivamente.
Desde el primer año de la Carrera obtuve buenas calificaciones; en Teoría Económica, que la impartía el maestro Miguel Palacios Macedo, un hombre mayor con apariencia porfiriana, por su vestimenta, que incluía un sombrero de fieltro, prenda que ya estaba en desuso, obtuve un diez de calificación. Su enfoque de la materia era filosófico y pocos alumnos lo entendían; sin embargo, yo lo capte con cierta facilidad, ya que había estado familiarizado con aspectos conceptuales e ideológicos cuando pertenecí a una Organización Juvenil Judía.
En este contexto, recuerdo con cariño al maestro Alfredo Lagunilla, docente de varias generaciones de alumnos de diferentes universidades en la Ciudad de México. Había sido una alto funcionario del Banco Exterior de España que tuvo que salir de ese país por su posición antifranquista; inicialmente se estableció en Cuba y más tarde en México. Disfruté mucho su materia: Historia Económica Universal. Las novelas históricas son el tema de lectura que más me gusta. El maestro Lagunilla trabajó en la Bolsa de Valores de México, que en ese tiempo estaba en la calle de Uruguay, en el Centro de la Ciudad, también fue asesor en temas bursátiles y económicos de la Institución bancaria donde yo trabajé durante 25 años, de aquí que mi relación con él trascendió a la de la escuela. Por su carácter amable y fino trato, era apreciado en todas partes.
A principio de los ochentas, tuvo problemas de salud y fue hospitalizado. Un domingo fui a visitarlo al hospital de la Colonia Roma, empero, ya no estaba ahí, había fallecido en la mañana. Me causó un gran dolor no haber ido a verlo antes.
Otras materias que me entusiasmaron fueron Geografía Económica e Historia Económica de México. La primera, ya no esta incluida en los programas de la Carrera, en aquel entonces era impartida por una excelente geógrafa formada en la UNAM; con ella realizamos un viaje de varios días por el Estado de Guanajuato, entre otros lugares, visitamos la ciudad capital, Guanajuato, el Cerro del Cubilete y una mina que estaba en operación. Además de los conocimientos que adquirimos, el viaje representó una gran oportunidad de convivencia entre los alumnos. He regresado a la ciudad de Guanajuato muchas veces de vacaciones y por razones de trabajo. Por otra parte, la clase de Historia Económica de México, la disfruté enormemente, era impartida por el maestro Francisco Calderón, economista y reconocido historiador.
Más que una cátedra, trasmitía fascinantes relatos de la vida económica de México; en mi vida profesional tuve oportunidad de interactuar con el maestro Calderón.
También despertó mi interés el tema del Comercio Exterior, al cual en mi carrera profesional le he dedicado muchas horas. Era una materia difícil y el maestro que la impartía era muy estricto con los alumnos. Terminé teniendo una buena relación personal con él. Matemáticas, fue una materia muy difícil para la mayoría de los alumnos; tuvimos un maestro joven, bien preparado y de buen trato; empero, como buen matemático su mente estaba en otro mundo. En una ocasión fuimos varios compañeros con él a una discoteca, que en aquel entonces empezaba a ser una novedad. No eran tan ruidosas como los antros de hoy día y no se servían bebidas alcohólicas. Este maestro, murió de un ataque cardiaco, después de varios años de concluir mi estudios.
La Escuela fue para mí una especie de catarsis, en virtud de que me ayudó a abstraerme de la pesada carga que tenía en mi desempeño como empresario.
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