EL PAÍS
El presidente sirio, Bachar el Asad, ha afirmado este martes en un discurso emitido por la televisión estatal que el país se encuentra “en una situación real de guerra” y ha ordenado a su nuevo Gobierno que concentre todos sus esfuerzos en la represión de la revuelta contra él. “Vivimos en un estado real de guerra desde todos los puntos de vista”, dijo El Asad. “Y cuando uno está en guerra, todas las políticas, todas las partes, todos los sectores deben enfocarse a ganar esa guerra”. Las palabras de El Asad coinciden con la condena expresada en la OTAN por el derribo de un avión turco por la defensa antiaérea siria, y la escalada de los combates a las afueras de la capital, Damasco, siempre según la versión de grupos opositores.
El Asad rechazó durante su alocución los argumentos de los países occidentales, que le han instado en numerosas ocasiones a renunciar al poder. “Occidente toma y nunca da, y tenemos prueba de ello en todos los escenarios”, añadió el mandatario sirio; “queremos buenas relaciones con todos los países, pero debemos saber dónde están nuestros intereses”.
Mientras, la tensión se acerca a la ciudad de Damasco, según han informado los activistas. Se han producido combates a ocho kilómetros del centro de la capital, en Qadsaya y Al Hama, zona de acuartelamientos de la Guardia Republicana y otras unidades del Ejército. “Es la primera vez que el régimen emplea la artillería en combates tan cerca de la capital”, dijo a la agencia France Presse Rami Abdelrrahman, del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, quien subrayó la virulencia de los choques tan cerca de la capital. Medio centenar de personas murieron en todo el país en los combates.
La Guardia Republicana, cuerpo de élite, está encabezada por Maher el Asad, hermano del presidente, y tiene como objetivo la defensa de la capital. La televisión estatal siria ha hablado de los enfrentamientos, pero ha señalado que decenas de “terroristas” -como el régimen califica a los responsables de la revuelta- han sido abatidos o detenidos, junto a combatientes extranjeros.
Por la mañana, en Bruselas, la OTAN consideraba “inaceptable” el derribo del avión turco por la defensa antiaérea siria, “un ejemplo más del desprecio de las autoridades sirias por las normas de paz y seguridad internacionales y la vida humana”, según la Alianza. La “condena en los más duros términos” de lo ocurrido no va más allá del apoyo político a una Ankara que no ha solicitado otro amparo más contundente de sus aliados. “Espero definitivamente que la situación no lleve a una escalada”, ha manifestado este martes el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, casi al mismo tiempo que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, anunciaba a sus diputados que cualquier acercamiento militar a su frontera desde Siria “será considerado una amenaza militar y tratado como un objetivo militar”.
Los aliados habían debatido, a petición turca, la minicrisis provocada por el derribo del avión en aplicación del artículo 4 del Tratado de Washington, que contempla la evacuación de consultas entre los aliados cuando uno vea amenazada su seguridad. El hecho de apelar al 4 y obviar el artículo 5, que reclama una respuesta que puede llegar a ser armada, ya era indicativo del deseo turco de no inflamar la situación. Era la segunda vez en la historia de la Alianza —fundada en 1949— que el Consejo Atlántico se reunía en aplicación del artículo 4. La anterior, también a instancias de Turquía, fue en 2003, en relación con la guerra de Irak.
El embajador turco en la OTAN informó “de forma muy detallada” sobre lo ocurrido, según una fuente aliada, que no quiso revelar el tenor de lo debatido, como tampoco lo hizo Rasmussen en una comparecencia ante la prensa. Los aliados “consideran este acto como inaceptable y lo condenan en los más duros términos”, leyó Rasmussen del comunicado. Tras manifestar que lo ocurrido se ajusta como un guante a un régimen como el sirio, el secretario general hizo notar que los aliados “siguen la situación muy de cerca y con gran preocupación y seguirán atentos a la evolución de los acontecimientos”.
La contención diplomática que dominaba en Bruselas contrastaba con el tono de Erdogan en una intensa intervención ante el grupo parlamentario de su partido en Ankara, donde venteó su furia por el derribo del Phantom F-4 cuando, según él, estaba probando los radares turcos en la frontera, y en la que tildó a Siria de “clara y presente amenaza”.
El primer ministro reconoció que el avión había violado el espacio aéreo sirio, pero “una corta violación fronteriza por error no puede justificar un ataque” que, insistió, se produjo ya en espacio internacional. “Ante esta nueva situación, los procedimientos de actuación de las Fuerzas Armadas turcas han cambiado”, anunció el jefe del Gobierno. “Todo elemento militar que se acerque a Turquía desde el lado sirio de la frontera y que represente un peligro para la seguridad será considerado una amenaza militar y será tratado como un objetivo militar”.
El cambio convierte una zona militarmente templada en una zona potencialmente caliente, algo que la OTAN no desea. Rasmussen eludió la respuesta cuando se le reclamó su opinión sobre las palabras de Erdogan.
Turquía fue un estrecho aliado de Siria hasta que comenzó el alzamiento contra el régimen de Bachar el Asad, contra el que arremete en cada ocasión que se presenta y a cuyo asedio contribuye dando protección en su territorio al rebelde Ejército Libre de Siria y a más de 30.000 refugiados.
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