LEO ZUCKERMANN/ EXCELSIOR
Bien dicen que la política hace parejas muy extrañas. La última es la del presidente Calderón y el líder de la izquierda, López Obrador. No vamos a repetir la serie de agravios entre estos dos por la elección de 2006. Tan sólo recordar que AMLO se autonombró presidente “legítimo” y caracterizó a Calderón como gobernante “espurio”, “pelele” de “la mafia que controla al país”. Ahora, a diferencia de hace seis años, los dos resultaron perdedores en los comicios presidenciales. Y por increíble que parezca, Calderón se ha subido al discurso de López Obrador, considerando que la elección pudo haber sido inequitativa, que la presunta compra de votos debe revisarse y que la transición de poder puede verse afectada por este tema.
Al parecer, la postura del Presidente ha cambiado, y no augura nada bueno. La noche de la elección reconoció el resultado y prometió trabajar con el ganador para una transición ordenada. Fue un buen discurso de un jefe de Estado en una democracia. Ayer, sin embargo, se quitó la cachucha de jefe de Estado para ponerse el uniforme completo de jefe de su partido. En entrevista con Leonardo Curzio, Calderón consideró medular el tema de la inequidad en las contiendas electorales: “Veía una discusión de académicos hace algunos días y decían: ‘Bueno, eso es evidente, puede haber compra de votos, todo mundo compra, seguramente el PRI compró y aquí en el DF seguramente el PRD compró, etcétera, etcétera’, pero qué tanto afecta el proceso. Yo creo que este no es asunto de tamaños: me parece que es un vicio de nuestra calidad democrática que tiene que corregirse de inmediato […]
La esencia de la democracia no es sólo contar los votos, sino que las campañas se desarrollen en condiciones iguales, y no sólo es un asunto de equidad, pero esta compra-venta de voluntades políticas, siendo diez o siendo mil, es simplemente inaceptable, hombre, simplemente inaceptable. Y yo hago votos por que la autoridad electoral la rectifique de inmediato y la castigue si la deba castigar”.
Hasta acá me parece correcta la declaración presidencial. Sin embargo, Calderón también dijo: “El tema de las tarjetas y las cuentas y todo es un tema que no digo que vaya a ser suficiente, no lo sé, para descalificar una elección con esas diferencias [de votos], pero sí que debe ser resuelto. Oye, no podemos quedarnos así nada más de qué tanto es tantito en eso, ¿no? Entonces hay una diferencia medular de ciertos votos, ¿no?” Grave expresión del Presidente: pone en duda el resultado de la elección. ¿Cómo que no sabe si esto va a alcanzar para descalificarla? Para rematar, Calderón “estimó que la posibilidad de que la transición pueda ser tersa o no dependerá de la forma de cómo este factor sea resuelto”. ¿Perdón? ¿Está condicionando el Ejecutivo el cambio de poderes? ¿Él, que tuvo que entrar al Congreso por la puerta de atrás, a empujones, porque AMLO amenazó con no dejarlo tomar posesión?
Los panistas pueden alegar todo lo que quieran acerca de presuntas irregularidades en la elección. Están en su derecho jurídico y político. Pero, ¿le corresponde al Presidente meterse? ¿Sobre todo este Presidente, con lo que vivió en 2006? Creo que no. Calderón le está echando más gasolina al fuego. Su papel no es ése. Todo lo contrario: es dar certidumbre a la política nacional después de la elección. Pero ahora anda dándole alas a aquellos que, como AMLO, viven de los conflictos postelectorales.
Razones no le faltan al “espurio” para hacerle eco a la agenda del “legítimo”. Supongo que, al hablar de compra de votos, Calderón piensa que puede salvar un poco de cara por el desastroso resultado de su partido que se debe, en buena medida, a su gobierno. Toda elección es un referéndum de la actuación gubernamental y es clarísimo que la de Calderón fue reprobada en las urnas: su partido no sólo perdió el poder sino que quedó en un vergonzoso tercer lugar. Con esta actitud el Presidente también se parece a AMLO: en lugar de responsabilizarse por la derrota, apunta el dedo hacia otro lado, en este caso a la presunta compra de votos por parte del PRI.
En segundo lugar, Calderón podría haber dicho esto para subirle el precio de la negociación al PRI. Amaga con subirse al ring junto con AMLO a fin de obligar a los priistas a atender las demandas de los panistas. No se puede descartar, también, una tercera razón: como dice Jorge Castañeda, puede ser que los panistas, incluido el Presidente, “estén ardidos” por la derrota.
Un último punto: cuando el Presidente reclama que las autoridades deben atender el asunto de la compra de voto habría que recordarle que es un subordinado suyo, la fiscal especial para delitos electorales, la que debe actuar. ¿Por qué no le echa un telefonazo para ordenárselo?
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