La presión social se había hecho tan insostenible que al primer ministro Netanyahu no le ha quedado más remedio que claudicar. El próximo 1 de agosto quedará derogada la llamada Ley Tal que permite librarse del ejército a los jóvenes religiosos y a los que pertenecen a minorías, como los árabes con ciudadanía israelí, que ya no lo son tanto. ¿Y por qué ocurre después de más de seis décadas de historia? Pues porque esas minorías se han hecho tan numerosas con el paso de los años que su ausencia en las tareas militares en un país en guerra latente constituye para los demás una sobrecarga que ya no están dispuestos a aguantar.
Que se lo pregunten a los miles de jóvenes que el pasado fin de semana protestaron en las calles de Tel Aviv. Se autodenominaron manifestación de “Idiotas”, porque ellos son los que pasan en el Ejército entre tres y cuatro años de su vida, prestando en muchos casos servicios muy peligrosos e incluso viéndose obligados a luchar en guerras o teniendo que sufrir las consecuencias de alguna Intifada palestina, que al fin y al cabo es otra guerra. Son jóvenes que además de ofrecer al estado los mejores años de su vida se ven obligados después a permanecer en la reserva y retomar el entrenamiento militar durante periodos especiales que deben compatibilizar con el trabajo habitual.
Soldados patrullando y religiosos en las escuelas rabínicas
En las ciudades israelíes resulta de lo más común ver en los autobuses urbanos a esos jóvenes soldados, hombres o mujeres, con su arma al hombro camino del cuartel. Muchos de ellos han perecido en atentados precisamente porque iban en esos vehículos que se convirtieron en objetivo terrorista habitual durante algunos años. Y ello sin olvidar casos como el del soldado Shalit, que permaneció cinco años secuestrado por extremistas palestinos.
La vida es muy diferente para los religiosos. Se les reconoce enseguida por su atuendo y hay barrios de Jerusalén donde son aplastante mayoría. Esos jóvenes pasan su edad militar en las escuelas rabínicas con becas de unos 200 euros al mes e incluso disfrutan de exenciones fiscales cuando les llega el momento de comprarse una vivienda. Y sin participar, por supuesto, en ninguno de los numerosos conflictos bélicos en los que se ha visto inmerso Israel en sus seis décadas de historia.
El problema es que antes eran pocos, pero sus costumbres especialmente prolíficas les han multiplicado hasta constituir actualmente el 11 por ciento de la población.
¿Armas para los árabes israelíes?
Es un caso similar e incluso más gravoso en términos demográficos porque forman el 25 por ciento de la población de Israel. Son israelíes, pero también son árabes, y ahí está el problema. Integrarlos en la sociedad hebrea es un objetivo complicado porque en su mayoría están emparentados con los palestinos que viven en Cisjordania, Gaza o en los campamentos de refugiados de Líbano, Jordania o Siria. Su vida es una auténtica esquizofrenia entre el pasaporte que portan y la lealtad a sus antepasados.
Siempre han permanecido al margen del Ejército por razones obvias. ¿Quién se fía? La solución no es sencilla, pero la nueva legislación prevé que poco a poco vayan integrándose en el servicio civil como forma de contribuir a la sociedad en la que viven y en la que ahora son ciudadanos de segunda clase. Será muy difícil que se sientan israelíes de verdad, pero si alguien lo consigue algún día se habrá dado un importante paso hacia la paz. Y la nueva Ley puede ser un buen avance si se desarrolla bien.
Una decisión difícil
La decisión política ha estado precedida de una sentencia del Tribunal Supremo israelí que declaró inconstitucional la Ley Tal. Pero ello no resta dificultad a la decisión de Netanyahu. La mayor muestra de ello estriba en que entre los partidos que forman la coalición gubernamental que preside hay, por un lado, judíos ultra ortodoxos que rechazan entrar en el Ejército y, por otro, ultranacionalistas que apoyan el alistamiento universal.
Para los primeros se prevén multas de hasta 1.800 euros y la revocación de los beneficios fiscales si no aceptan la llamada del ejército. El objetivo es que en 2016 el 80 por ciento de los alumnos de los seminarios rabínicos en edad militar hagan el servicio militar o una prestación civil alternativa. En cuanto a los árabes, se abrirá un debate sobre el modo de incorporarlos a las tareas militares, pero el objetivo final es muy similar.
Sobran motivos para considerar positiva la decisión. La excusa de Netanyahu es que el país no se puede permitir tantas exenciones desde un punto de vista político, económico y militar. Pero “democratizar” las obligaciones de cualquier tipo es fundamental si Israel pretende dejar de ser una suma de individuos para convertirse en una verdadera nación. Y ello debería incluir, algún día, la renuncia a ser un estado judío.
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