PEPE ELIASHEV/ DIARIO POPULAR
Cristina no irá al acto en Pasteur 633, donde tiene su sede central la comunidad judía, en su edificio reconstruido tras la tragedia de 1994.
Fue muy importante lo que sucedió en la Casa Rosada el jueves 13 por la noche. A seis días de un nuevo aniversario del atentado terrorista de 1994 contra la AMIA, que dejó 85 víctimas fatales, un grupo de siete familiares recibió la promesa de que recibirán un predio dentro de las tierras que ocuparon hasta 2004 unidades de la Armada sobre la avenida del Libertador. Pese a que ninguno de los nueve visitantes, familiares de siete de las 85 víctimas, que recibió la Presidente en la Casa de Gobierno forman parte del cuerpo de autoridades de la AMIA, la versión periodística consignó que a ellos se les proporcionaría un espacio en nombre de las todas las víctimas del aun impune atentado, el mayor ataque terrorista que sufrió la Argentina. Por tratarse de un sábado, las autoridades de la mutual judía, que son observantes de las prácticas religiosas de su grey, no pudieron ser consultadas. Pero si se confirma que Cristina Fernández les dará a estas personas el lugar simbólico de virtuales titulares de la comunidad judía argentina y no a la AMIA propiamente dicha, se confirmaría una secuencia iniciada con otras entidades que se han ido partiendo en función de la proximidad con el Gobierno, como la CTA y la CGT.
El grupo que recibió la promesa de la Presidente es encabezado por Sergio Burstein, definido desde hace varios años como un conspicuo, activo y muy virulento partidario del kirchnerismo. Por su pertenencia al oficialismo, Burstein ha sido incorporado a varias giras oficiales al exterior, incluyendo Israel y los Estados Unidos. Pero la Casa Rosada no quiso romper relaciones nunca con la AMIA, cuyo presidente sigue siendo Guillermo Borger desde 2008, pese a que su mandato concluyó en 2011. Inscripto en el sector religioso más tradicional de la comunidad judía argentina, Borger mantuvo una extrema y evidente cercanía con el Gobierno durante su gestión. Que la Presidente le entregue ahora un espacio en el predio de la ex ESMA al grupo de Burstein sería un durísimo golpe para la colectividad en vísperas del 18º aniversario del 18 de julio.
Las razones de esta decisión presidencial derivan de que, como consecuencia de su desafortunado discurso de 2011, siempre en representación del reducido núcleo de familias al que él encarna, Burstein fue dejado fuera del palco para el acto de este miércoles. Cristina Fernández gratificaría y premiaría así al grupo que le es políticamente fiel y confiable, pasando por alto a la representación institucional de la colectividad judía. De hecho, la Presidente no irá este miércoles al acto frente a Pasteur 633, donde tiene su sede central la comunidad judía, en su edificio reconstruido tras la tragedia de 1994.
Es cierto que no hay nada nuevo en torno de la tragedia y que la investigación no produjo avance ninguno. En términos concretos, las 85 muertes siguen impunes y han pasado ya 18 años, la mitad de los cuales fueron durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Ambos pronunciaron muchísimos discursos sobre el tema, dieron innumerables audiencias a las víctimas, prometieron y anunciaron mucho, pero lo cierto del caso es que no hay nada. Ni los ejecutores del atentado, casi con toda certeza terroristas del movimiento islamista Hezbollah, ni sus valedores de la conexión local, han sido en definitiva detenidos, procesados y condenados.
A diferencia de los atentados terroristas perpetrados por el fundamentalismo islamista en Nueva
York, Madrid y Londres, en la Argentina no se llegó a nada. No solo permanece impune el bombardeo de la AMIA en 1994; también quedó absolutamente la destrucción de la embajada de Israel en marzo de 1992.
La colectividad judía argentina quedó, además, extremadamente debilitada por el brutal atentado
de 1994. Sus propias internas interminables, las ambiciones personales de muchos de sus dirigentes, y las duras manipulaciones políticas provenientes de las autoridades nacionales la fueron acotando y acentuando su irrelevancia. De hecho, abrirle las puertas de la Casa Rosada a un grupo partidario que no ha sido elegido por nadie y convertirlo en receptor de un espacio dentro de la ex ESMA, implica potenciarlo a un lugar equivalente al de otros organismos de derechos humanos que desde 2003 se fueron incorporando al discurso y la práctica del kirchnerismo. El caso de Burstein es particularmente delicado porque sus compromisos con los aspectos más oscuros del poder actual no son un misterio para nadie desde hace muchos años. ¿Podría ser este hecho el punto de partida de una AMIA dividida o de una AMIA explícitamente oficial? Es demasiado prematuro afirmarlo, pero en vísperas de otro lúgubre 18 de julio, todo indica que nada puede ser descartado. Prolifera en el poder nacional un explícito proyecto de acumulación y todo parecería sugerir que la Casa Rosada interpretó que haber relegado al opaco Burstein del acto del miércoles 18 era un desafío intolerable a Cristina, que -como respuestalo convocó para prometerle lugar en la ex ESMA.
Todo esto sería apenas proverbial de los trapicheos políticos de siempre si no fuera porque la descomunal matanza de 1994 permanece completamente impune. Todo indica que seguirá en esa misma condición en el futuro inmediato.
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