LETRAS LIBRES
Cuatro años después de su partida, la española Salija reflexiona desde su departamento en Granada:
Llevados por el deseo de hacerles cambiar realmente de vida, a lo mejor nos excedimos. Pero se hizo para protegerlos […] Quizá los indígenas no estaban tan preparados para este tipo de experiencias porque sus vidas son más básicas… Pero si hubiésemos optado por una convivencia menor, donde ellos se quedaban en su medio y con su familia, pues no se habría dado la fusión tan fuerte que se ha dado, ¿no?
El liderazgo del emir se ponía en tela de juicio, el sueño de un hombre se desmoronaba.
Como una irónica segunda conquista, el desmembramiento de la comunidad culminaría en la sublevación de los indígenas musulmanes que decidieron dejar de cumplir con las rígidas e imposibles exigencias impuestas por los españoles. Se suscitaron entonces quiebres definitivos entre “conquistados” y “conquistadores”, fracturas irreparables entre indígenas y españoles, que antes se llamaban hermanos, y que terminaron desconociéndose por completo.
El irrevocable tartamudeo de un ciclo histórico dio paso a la evolución de la comunidad que significó caminar por nuevos rumbos, adoptar formas distintas de liderazgos, que se fraguan y consolidan actualmente con el regreso de Ibrahim Checheb.
El hoy de la comunidad musulmana en Chiapas
“Me invitó a comer a su casa… Me dijo que iba a rezar y yo nomás mirando… Lavó su cara, lavó su boca, su mano, su nariz, su codo, su pelo, su oreja, su pie… Y ahí voy, mirando yo qué está haciendo… Pero me gusta, dije, me gusta…
“Luego se postró… Por donde sale el sol… Y me recordó cuando yo era curandero, porque yo también hacía lo mismo. Así como mi abuelo y el abuelo de él.
“Me gusta, pensé, me gusta porque hay acción… Y le dije a esa persona: enséñame”.
Existe un hombre que lo empezó todo. Se llama Mohammed Amín. Con la mirada escondida tras oscuros cristales, una distendida y alargada voz cuenta de cuando llegaron los hombres “españolistas”, que uno se llamaba Aureliano y el otro Esteban, y cómo fueron ellos quienes le enseñaron el islam.
Antes de convertirse, Mohammed Amín se llamaba Salvador López y dice venir de la tradición de los curanderos de San Juan Chamula. Su abuelo le enseñó a curar, a expulsar sangre y le enseñó también a escuchar sus sueños:
“Yo sé que el islam es la religión verdadera porque me lo han dicho mis sueños, y los sueños son lo espiritual en uno […] Hasta la fecha ni estoy en duda, ni pienso: será que sí, será que no… Porque espiritualmente se me mostró que este es el verdadero camino”.
Mohammed Amín es el primer indígena converso al islam. Hoy, después de quince años, camina las veredas de tierra rojiza de la colonia Molino de los Arcos poblada desde 1995 por cientos de familias expulsadas de San Juan Chamula por los caciques autoproclamados portadores de la costumbre y tradición tzotzil chamula.
Nos invita a la mezquita que construyó, la única en Chiapas y una de las cinco que se pueden encontrar en México,[4] que organiza –y aún dirige– desde el rompimiento con el emir Nafia, personaje innombrable en los testimonios de Mohammed, quien prefiere omitir nombres aunque dice no guardarles rencor.
Mohammed Amín pertenece a uno de los cuatro grupos de musulmanes que existen hoy en Chiapas tras el derrumbe de la comunidad liderada por los españoles. Su grupo es el más numeroso, con una feligresía de aproximadamente doscientos miembros. Cuenta con una figura política protagonizada por Andrés Patishtán Pérez –Mujaheed–, un hombre originario de San Juan Chamula que se educó en el sunismo en Estados Unidos por más de diez años y que en mayo pasado fue electo emir(o líder político) por miembros de la misma comunidad.
Existe un segundo grupo que dice seguir perteneciendo al Movimiento Mundial Murabitún bajo el liderazgo del emir Nafia y el imán Hayy Idriss, conformado por ocho familias, sumando alrededor de cuarenta personas. Después de dejar Chiapas en el 2007, estos dos españoles se encuentran recientemente de regreso en San Cristóbal de Las Casas, donde se afirman como los únicos verdaderos musulmanes, sin desistir en lo que consideran una misión divina. El día de hoy construyen y elaboran un nuevo proyecto: se trata de una renovada comunidad musulmana compuesta de nuevas familias españolas llegadas a San Cristóbal de Las Casas, quienes dirigen sus esfuerzos a la apertura de un nuevo centro educativo islámico localizado en la colonia Nueva Esperanza y a la conversión de indígenas oriundos de las comunidades circundantes.
El tercer grupo lo conforman los miembros del grupo sunita, conocido como la comunidad Al-Kawthar, liderada por el joven Yahya Checheb y por Omar Weston, del Centro Islámico de la ciudad de México. Aproximadamente cinco familias conforman la comunidad Al-Kawthar, que suman veinticinco personas. Cuentan con una musala en la colonia Molino de los Arcos, donde se reúnen de manera esporádica a orar.
El último grupo lo constituyen los murabitunes, que desconocen desde hace cuatro años al imán Hayy Idriss y al emir Nafia, conformado en su mayoría por miembros del clan Checheb. Este grupo de familias se encuentra bajo el liderazgo de Ibrahim Checheb, quien hasta noviembre radicaba en Granada, España, y que regresó investido de poder desde los altos mandos del Movimiento Mundial Murabitún, reconocido como el líder natural de la comunidad musulmana en Chiapas.
La comunidad chamula musulmana en su conjunto está integrada aproximadamente por seiscientas personas, la mayoría hombres y mujeres adultos pertenecientes a la etnia chamula tzotzil. Esta cifra incluye también a una tercera generación de niños que nacieron y han sido educados dentro de la creencia y práctica islámica. El islam en Chiapas ha impregnado las vidas de quienes lo practican de una manera profunda y se ha dejado asimilar también por estos hombres y mujeres que deciden creer a pesar de todo.
El entramado de este islam que se extiende en el sureste de México está compuesto por varios ejes, tales como una identidad étnica compartida, condiciones socioeconómicas específicas,[5] elementos de transnacionalismo y multiculturalismo debido a las peregrinaciones y viajes que han realizado, y un fuerte sentido de pertenencia. Los matices y particularidades que definen este islam indígena son precisamente las prácticas, los usos y costumbres resultantes de la adaptación y simbiosis entre los chamulas y “su” islam.
Ellos aportan elementos culturales, sociales, estéticos, morales e idiosincrásicos a la religión islámica, la cual, con su contenido doctrinal, les brinda creencias, líneas de comportamiento y de actitud y contenidos teóricos que los creyentes adoptan bajo su propia cosmovisión. El resultado de tal simbiosis son las formas en que decenas de musulmanes chamulas se adueñan y transforman su religión día con día.
Quizá el epítome de la tradición chamula musulmana se encuentra en la generación de niños musulmanes de Chiapas, quienes a diferencia de sus padres, tíos y abuelos han nacido en la tradición islámica sin haber pasado por otras religiones. Estos niños nacen y se educan en el islam. Esta última generación –iniciada desde su nacimiento con la ceremonia del adhan (llamado a la oración), en la que los padres del recién nacido le susurran al oído al bebé su nuevo nombre árabe llamándole a la oración e invitándole a ser parte de la Ummah (la comunidad musulmana en todo el mundo)– personifica el presente y futuro de la comunidad.
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