ETHEL BARYLKA/MUJER Y JUDAÍSMO
Si nos ajustáramos a la textualidad de la norma, deberíamos concluir que las mujeres estamos excluidas de la lectura de las Lamentaciones de Jeremías y de las endechas redactadas por los poetas llorando al destrucción y el exilio. Recordar la Destrucción de los Templos y otras desgracias en el noveno día del mes de av, es uno de los preceptos que al depender del tiempo, no son de cumplimiento obligatorio por la mujer.
Sin embargo, dado que las mujeres sufrieron los decretos persecutorios y fueron víctimas de los tormentos, la congoja, el dolor, y la fustigación en el exilio, no pueden apartarse de recordar el dolor. Necesitan de la lamentación para prepararse a la Liberación.
Ya el profeta Jeremías nos dice en el capítulo 9: 17-21: “Esto es lo que ha dicho el Eterno de los ejércitos: ‘Pórtense con entendimiento, y llamen a las mujeres que salmodian endechas, para que vengan; y envíen [aviso] aun a las mujeres diestras, para que vengan, y para que se apresuren y levanten sobre nosotros una lamentación. Y que nuestros ojos dejen rodar lágrimas y nuestros propios ojos radiantes destilen aguas. Porque la voz de lamentación es lo que se ha oído desde Sión: “¡Cómo se nos ha despojado con violencia! ¡Cuánto nos hemos avergonzado! Porque hemos dejado el país; porque han desechado nuestras residencias. Pero oigan, mujeres, la palabra del Eterno, y reciba su oído la palabra de la boca de él. Entonces enseñen a sus hijas una lamentación, y cada mujer a su compañera una endecha. Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas; ha entrado en nuestras torres de habitación, a fin de cortar de la calle al niño, de las plazas públicas a los jóvenes’.”
En el Tratado de Sofrim ya se establece la obligación que las mujeres participen de la lectura de Eija y las lamentaciones que se fueron agregando en las comunidades, en muchos casos para impedir el olvido de las tragedias que les sucedieron específicamente. Así como las mujeres no son exentas del festejo de Janucá y de Purim, porque participaron activamente en las gestas liberadoras, no pueden recibir dispensa de gemir por el dolor de la Destrucción.
La concientización del rol femenino en el duelo, comenzó a expresarse hace unos años concretamente en algunas poblaciones de Israel, tales como la ciudad de Efrat y la de Maale Adumim, en las que decenas de mujeres, se reúnen para la lectura de las lamentaciones en uno de los templos y para estudiar los textos conjuntamente. Comenzaron siendo treinta y el año pasado fueron ya más de cien por lo que les obligó pasar a otro templo más grande para dar albergue a las participantes. La lectura en voz alta de los textos se divide entre varias participantes y el capítulo tercero de Eijá es leído por todas conjuntamente mientras todas están sentadas en el piso, como marca la tradición.
Después de todo, la figura femenina ocupa uno de los lugares centrales en las lamentos y los clamores.
Veamos algunos ejemplos del primer capítulo 1-4: “¡Oh, cómo ha llegado a sentarse solitaria, la ciudad que abundaba en gente! ¡Cómo ha quedado como viuda, la que era populosa entre las naciones! Aquella que era princesa entre los distritos jurisdiccionales, ¡cómo ha llegado a ser para trabajo forzado! Profusamente llora durante la noche, y sus lágrimas están sobre sus mejillas. No tiene nadie que la consuele de entre todos sus amadores. Todos sus compañeros la han tratado traidoramente. Se han vuelto enemigos suyos. Judá se ha ido al destierro a causa de la aflicción y a causa de la abundancia de servidumbre. Ella misma ha tenido que morar entre las naciones. No ha hallado lugar de descanso. Todos los que la perseguían la han alcanzado en medio de circunstancias angustiosas. Los caminos de Sión están de duelo, porque no hay quienes vengan a la fiesta. Todas sus puertas están desoladas; sus sacerdotes están suspirando. Sus vírgenes están desconsoladas, y ella misma tiene amargura”.
Tomemos otros ejemplos del capítulo siguiente (1-2 y 13-16): “¡Oh, cómo oscurece El Eterno en su cólera a la hija de Sión! Ha arrojado del cielo a la tierra la hermosura de Israel. Y no se ha acordado del escabel de sus pies en el día de su cólera. El Eterno ha tragado, no ha mostrado compasión a ningún lugar de habitación de Jacob. En su furor ha demolido los lugares fortificados de la hija de Judá. Ha puesto en contacto con la tierra, ha profanado al reino y a sus príncipes”… ¿De qué te usaré como testigo? ¿Qué asemejaré a ti, hija de Jerusalén? ¿Qué pondré como igual a ti, para poder consolarte, virgen hija de Sión? Porque tu quebranto es tan grande como el mar. ¿Quién puede traerte curación? Tus propios profetas han visto en visiones para ti cosas inútiles y que no satisfacen, y no han puesto al descubierto tu error para volver atrás tu cautiverio; antes bien, siguieron viendo en visiones para ti declaraciones formales inútiles y que extravían. Contra ti todos los que van pasando por el camino han batido las manos. Han silbado y han seguido meneando la cabeza hacia la hija de Jerusalén [mientras decían]: “¿Es ésta la ciudad de la cual solían decir: ‘Es la perfección de belleza, un alborozo para toda la tierra’?”. Contra ti todos tus enemigos han abierto la boca. Han silbado y han seguido crujiendo los dientes. Han dicho: “Ciertamente nos [la] tragaremos. Este realmente es el día que hemos aguardado con esperanza. ¡Hemos hallado! ¡Hemos visto!”.
Los profetas eligieron en muchas ocasiones la figura femenina para expresar las relaciones entre Di-os y el pueblo judío. Esas figuras alegóricas aparecen en el Cantar de los Cantares, en un canto al amor entre Di-os y su pueblo, y resaltan aún más en el amor frustrado y las relaciones alteradas entre los dos miembros de la pareja.
Si trasladamos aquí a algunos versículos más, veremos que las referencias a la pareja amorosa se ubican en un contexto mucho mayor: “Ve, y tienes que clamar a oídos de Jerusalén, y decir: ‘Esto es lo que ha dicho el Eterno : “Bien recuerdo, por parte tuya, la bondad amorosa de tu juventud, el amor mientras estuviste comprometida para casarte, tu andar en pos de mí en el desierto, en una tierra no sembrada” (Jeremías 2:2)… “Y ahora descubriré sus partes naturales a los ojos de sus amantes apasionados, y no habrá hombre que la arrebate de mi mano. Y haré que cese todo el alborozo de ella, su fiesta, su luna nueva y su sábado y todo período de fiesta de ella” (Oseas 2:10-11)… “¡Oh, cómo ha llegado a ser una prostituta la población fiel! Llena estaba de derecho; la justicia misma se alojaba en ella; pero ahora, asesinos” (Isaías 1:21).
Si pudiéramos detenernos en los ejemplos veríamos que la elección de la mujer como rebelde, argumentativa y contenciosa debe ser tomada con cierta reserva, porque pareciera indicar, en más de un caso, una relación que estereotipa a la mujer en acciones de traición y perfidia, de superficialidad y de infidelidad.
Sin embargo, en referencia específica al pueblo como mujer, no podría ilustrarse la destrucción y el exilio, sino como el sufrimiento de la mujer avasallada, subyugada, explotada, y abusada. Figura conocida desde la antigüedad.
Los textos no pierden actualidad, cuando en nuestros propios días, frente a nuestros propios ojos, mujeres siguen siendo asesinadas para “defender el honor de la familia”, violadas y tratadas como objetos, explotadas en trabajos denigrantes y cuando intentan migrar para salir del infierno en el que se encuentran, deben pagar con su honor y con su cuerpo la posibilidad de liberación.
En éste Tishá Beav, los textos nos identifican con el dolor sufrido por tantas generaciones desde la destrucción del Templo hasta nuestros días, y al mismo tiempo, con el sufrir de quienes siguen sufriendo de discriminación, segregación y explotación.
Sólo así podremos ser parte del grupo que “si se conduele con la destrucción, podrá gozar de la Redención”.
#TishaB’Av
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