¿Poner disciplina, yo?

LIC. VIVIAN SAADE

Casi siempre, la palabra “disciplina” se usa como referencia a la palabra obediencia. Sin embargo, en el ámbito educativo afortunadamente se entiende cada vez menos así o por lo menos los especialistas han dejado de darle ese sentido. Ahora, “disciplina” se usa como el proceso de la adquisición de un conjunto de destrezas y habilidades que ayudan al niño a desarrollar su autonomía, autocontrol y comportamientos sociales adecuados para relacionarse con otros.

En otras palabras, es una forma de ver al niño no como un ser pasivo, sino lo contrario: como alguien que puede entender la razón de ser de los límites que se le imponen. Es importante darle algunas alternativas cuando se pueda, por ejemplo: la regla es bañarse, pero puede ser en la mañana o en la tarde; o se puede escoger entre 2 ó 3 suéteres cuando hace frío; así como darle a los niños la oportunidad de hablar y escucharlos con genuina atención cuando alguna regla no les queda clara, para que así los límites puedan ser incorporados y asimilados de manera permanente.

Al hacerlo, lograremos:
•Que desarrolle la capacidad para dirigir su propia vida de forma sana y positiva.
•Que encauce su energía e intereses guiado por su propia motivación, más que por lo que pueda recibir a cambio (castigos o premios).
•Que pueda determinar qué comportamientos y actitudes son los más adecuados según el contexto social en el que esté.
•Que pueda mostrar respeto hacia los derechos, opiniones y valores de sus papás y demás personas.
•Que entienda los límites y reglas necesarias para alcanzar una buena convivencia con los demás.

Para lograr esto, debemos prestar mucha atención al cariño, comunicación, constancia, firmeza y al buen funcionamiento de la familia.

Afecto: Poner límites en realidad es un acto de amor, ya que prepara al niño para que pueda ser independiente y autosuficiente. Entender esto hará que no tengamos sentimientos de culpa cuando debemos llamarle la atención a nuestros hijos.

Comunicación: Debemos explicar de manera clara y concisa los límites, las conductas deseables y las posibles consecuencias, expresándonos de acuerdo al nivel de comprensión de cada niño.

Constancia y firmeza: Para que el proceso de disciplinar se logre, debemos tener la paciencia suficiente para ser constantes y firmes.

Buen funcionamiento familiar: Ninguna recomendación sobre disciplina funciona si en la casa existen discusiones fuertes, reclamos, violencia, abuso o negligencia; ya que el niño absorbe este ambiente emocional de confusión, temor y rabia, y al no contar con la capacidad necesaria para escapar o entender lo que pasa, descarga o imita el sufrimiento que vive. Si queremos que los hijos se comporten adecuadamente, el aspecto más importante es brindarle un ejemplo y un ambiente familiar sano.

La mejor manera de lograrlo es estableciendo pautas concretas y rutinarias desde pequeños, haciéndolas más complejas de manera progresiva hasta lograr que se los niños puedan seguirse disciplinando solos. Algo que debemos evitar es poner consecuencias que no vayamos a cumplir o que sólo las cumplamos dependiendo de nuestro estado de ánimo.

Otro aspecto que es importante considerar, es el de la “ganancia secundaria”, que se refiere a que los niños repiten conductas cuando reciben algún beneficio extra con su comportamiento (hago berrinche = se enojan conmigo pero al final se cansan y me dan lo que les pido).

Y por último, crear en los niños valores fundados en la solidaridad, cooperación, respeto y empatía por los demás; ya que de esta manera, poco a poco dejan de centrar su atención exclusivamente en ellos y son más capaces de construir relaciones sanas en su vida futura.

Cambiar nuestra visión de lo que significa la disciplina no es sencillo: implica romper patrones que probablemente han estado arraigados mucho tiempo en nuestra mente y conducta; será necesario cambiar estrategias y formas de comunicación; sin embargo, compartir la responsabilidad de la educación de nuestros hijos con ellos mismos los ayudará a ser personas más conscientes, maduras, autosuficientes y por lo tanto, más plenas.

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