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Abraham Yehoshua, ensayista y escritor israelí; publica ‘El cantar del fuego
Resulta refrescante el tono conciliador y esperanzado del sabio Yehoshua y su propuesta de confederación en Oriente Medio. Otros conflictos como el irlandés han mejorado con parecida creatividad política. Y tiene valor universal su definición de nacionalidad: “Tu país es aquel al que pagas tus impuestos”. La nación no es de quien la hereda sin esfuerzo, sino de quien la mantiene con impuestos. Así, pagar a tu país lo que te toca convierte tu nacionalidad en fruto de un acto responsable; y no en la mera suerte de haber nacido en él. Y excluye al indeseable que, aun con apellidos autóctonos, evade al fisco. Yehoshua preconiza así un oportuno patriotismo fiscal: “Póngame el IVA, que el país lo necesita”.
Proclamo 72 orgullosos años y no quiero vivir más de 100. Nací en Jerusalén. Allí la religión pesa demasiado, por eso vivo en Haifa. Es judío quien se considera judío y es ciudadano de un país quien paga sus impuestos en él. Si quiere gozar la vida, piense en la muerte cada día
Qué es lo que hace que un judío sea judío?
Es la pregunta más difícil que conozco. Si reúne a 100 judíos y se la plantea uno a uno, obtendrá 200 respuestas. Cada uno contestará algo diferente.
Pero ahora se la hago a usted.
Judío es quien se considera judío y se identifica como judío.
¿Es una voluntad de ser?
Es la que permite a un judío -de hecho ha permitido a millones de judíos durante siglos- vivir en cualquier país sin Estado ni territorio ni lengua ni un culto organizado. Y aun así seguir siendo judíos.
¿Cómo?
La identidad de un judío está en su cabeza. Su patria siempre fue ante todo interior.
Pero ha pagado un alto precio por ella.
Porque esa falta de centro les ha permitido resistir como identidad, pero también ha propiciado la hostilidad de los pueblos con los que cohabitaban y que se iban convirtiendo en naciones y Estados sin llegar a asimilar a las comunidades judías.
Una situación incómoda.
En ese proceso a menudo los judíos pasaban de ser considerados no nacionales a extraños y de extraños a enemigos o traidores.
Las naciones nacen para los nacionales.
Por eso sufrimos el antisemitismo durante siglos hasta que, a fines del XIX, el sionismo se consolida como una reacción de muchos judíos cansados de ser una diáspora.
¿Querían pasar de ser pueblo elegido a ser un Estado como los demás?
El sionista quiere que el judío sea un pueblo más en su territorio con sus fronteras estables, su autogobierno y su democracia.
¿Todos los judíos están de acuerdo?
Los más religiosos se opusieron y aún se oponen, porque el sionismo no contempla la construcción de un Estado religioso, o sea tutelado por ellos, sino un Estado laico; una democracia de iguales decidida por todos.
Pero también la patria de los judíos.
Es que los judíos tienen dos códigos: el código nacional y el código religioso, porque, como religión, el judaísmo se hereda vía materna y no está abierto a todo el mundo.
Un punto crucial.
Por eso, para los religiosos judíos existe una condición fundamental de ciudadanía: no puedes ser parte de Israel sin ser judío, no puedes ser israelí y cristiano o musulmán.
Fundamentalista, en efecto.
Y explica por qué el sionismo fue tan minoritario al principio: porque era rechazado por los judíos religiosos. Muy pocos judíos vinieron a Israel incluso ya a inicios del XX, cuando el sionismo adquiría fuerza.
Preferían seguir en otros países.
Y es una pena, porque hubiéramos podido salvar a millones del holocausto.
¿Su familia fue perseguida?
Somos sefardíes. Mis antepasados fueron expulsados de España y nos instalamos en Tesalónica. Allí éramos la comunidad mayoritaria viviendo con musulmanes y griegos.
Comunidad floreciente.
Pero creímos en el sueño sionista y fuimos de los primeros en volver a Israel. Y llevamos ya cinco generaciones.
Ya es pedigrí.
Pero yo soy israelí, porque pago mis impuestos a Israel. Creo que tienes la nacionalidad del país al que pagas tus impuestos.
Esos impuestos suyos se gastan en gran parte en mantener una paz aún precaria.
Yo trabajo para que todos seamos generosos y creativos hasta afianzarla. Por eso planeamos una confederación de Estados: Palestina, Jordania e Israel. Y…¿por qué no? El jefe podría ser el rey de Jordania.
Las princesas Rania y Sumaya de Jordania visitan Barcelona a menudo.
Pues dígales que ya tengo nombre para esa confederación que fundaremos: Isfalur (de Israel, Falestin (Palestina) y Urdún (Jordania). Cada Estado se autogobernaría, pero con vínculos estables, una especie de Commonwealth, que pacificaría la región.
Es un plan.
Y fíjese en que llevamos ya tiempo sin sufrir terrorismo grave en Israel. Parece que Hamas se da cuenta de que sus misiles dañaban sobre todo a los palestinos. Y creo que pronto habrá más buenas noticias.
Me alegro.
Soy optimista: el sionismo es optimista. Si no, no hubiéramos logrado nada. Y la mayoría de los israelíes quieren vivir en una sociedad moderna, moderada y pragmática; de alta tecnología, innovadora, consumista: Barcelona es modelo para Tel Aviv y Haifa.
Usted nació en Jerusalén y no vive allí.
Porque me asfixia el peso de religiones y profetas. Jerusalén se ha vuelto ultrarreligioso y por tanto enconado. Yo prefiero ver más Mediterráneo y menos intransigencia.
¿Lo ve posible capital de dos Estados?
Habrá que encontrar una solución. Pero ya el líder sionista David Ben Gurion prefirió no residir en Jerusalén por alguna razón.
¿Cuál?
El sionismo nunca quiso al judío esclavo de Dios sino dueño de sí mismo.
¿Veremos un Israel compartido?
Con los palestinos nos entenderemos: son trabajadores y eficientes y quieren prosperar. Y si prosperamos juntos, no permitirán que Irán ni ninguna teocracia nos amenacen.
Ojalá lo vean nuestros ojos.
Yo detestaría vivir más de 100 años. Y lo pienso a menudo. Es liberador pensarlo. Y se lo aconsejo: si quiere vivir feliz, piense en la muerte cada día.
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