Olimpiadas: El minuto de silencio escamoteado

ESTHER SHABOT/ EXCELSIOR

La inauguración de los juegos olímpicos en Londres fue efectivamente espectacular, llena de una magia visual y auditiva que hizo que el público que en el mundo entero la siguió desde sus pantallas no pudiera despegarse de ellas a lo largo de las casi cuatro horas de duración del evento. Un evento casi de fantasía, que justamente por su naturaleza fantástica se negó a observar en la ceremonia inaugural un minuto de silencio en memoria de los 11 atletas israelíes asesinados en Munich, Alemania, durante los juegos olímpicos de 1972, el 5 de septiembre de hace casi cuarenta años.

La petición de observar el minuto de silencio fue realizada desde hace meses por los familiares de los atletas y entrenadores asesinados entonces por la organización terrorista Septiembre Negro. Tal petición ya se había hecho en juegos olímpicos anteriores sin obtener respuesta positiva, y esta vez, al conmemorarse las cuatro décadas de lo ocurrido, contó con una amplia campaña de firmas en el Internet que la apoyaban.

De nada valieron las 105 mil firmas que se reunieron, ni tampoco el apoyo manifestado por el presidente Obama y por el alcalde de Londres, Boris Johnson. La lista de apoyos incluyó también al Senado estadounidense, al Parlamento alemán, el canadiense y el australiano, cerca de 50 miembros del Parlamento británico, el gobierno israelí y una multitud de organizaciones civiles. Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional (COI) se negó a aceptar la solicitud aduciendo la inconveniencia de politizar los juegos mediante tal acto. Aún cuando se supo que ni siquiera la delegación iraní, representante de un país abiertamente enemigo de Israel, haría algo para sabotear el minuto de silencio, el COI se mantuvo reacio a su aceptación. Nada logró convencerlo de que se trataba de un acto de decencia y de congruencia que precisamente remarcaría el espíritu de fraternidad y de celebración y respeto de la vida que supuestamente los juegos olímpicos pretenden impulsar.

A final de cuentas, lo que sí ocurrió fue que por iniciativas propias, más de 20 mil personas en varios sitios londinenses observaron el minuto de silencio, 200 de ellas reunidas en la Plaza Trafalgar donde se encendieron velas de recordación y se recitaron algunas plegarias en memoria de los asesinados. También se celebraron ceremonias similares en la embajada israelí en Londres y en el Los Angeles Memorial Coliseum, sitio sede de los juegos olímpicos de 1984.

El argumento del COI de la necesidad de no politización de las Olimpíadas fue rebatida por críticos que señalaron que de hecho se trataba justamente de todo lo contrario. Es decir, al no aceptar la solicitud lo que se estaba haciendo era politizar el asunto, y como prueba se recordaba cómo sin ninguna dificultad en 2002 en los juegos olímpicos de invierno celebrados en Salt Lake City se había observado un minuto de silencio por las víctimas de los atentados del 11 de septiembre del año anterior en Estados Unidos.

El periodista israelí Anshel Pfeffer atinadamente señalaba en su columna en el diario Haaretz que las Olimpíadas no tienen nada que ver con la realidad, son en cierta forma un mundo efímero y artificial de fantasía y magia que esconde sus miserias para no manchar la imagen que pretende vender. Los intereses económicos abiertos y subterráneos, los boicots, los juegos de poder y las censuras que se mueven tras la apariencia de fraternidad irrestricta forman parte del cuadro a pesar de su invisibilidad.

Ciertamente la negativa del COI al minuto de silencio por los atletas israelíes asesinados es elocuente de la convicción de dicho Comité de que absolutamente nada, ni siquiera el recuerdo por 60 segundos de 11 atletas asesinados por terroristas en “suelo olímpico” debe enturbiar el show.

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esther shabot: Licenciada en Sociología (Universidad Nacional Autónoma de México, 1980), con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). Docente en la ENEP Acatlán, UNAM (1984-1994), impartiendo las materias «Medio Oriente en el siglo xx» e «Historia Mundial del siglo xx». Actualmente es profesora en diversas universidades e instituciones educativas mexicanas privadas. Desde 1986 es columnista semanal en el periódico Excélsior donde trata asuntos internacionales. Formó parte del equipo de investigación y redacción del libro documental Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México en la primera mitad del siglo xx (1992). Es coautora de Humanismo y cultura judía (1999) y coordinadora de El rostro de la verdad. Testimonios de sobrevivientes del Holocausto en México (2002). Redactora de la entrada sobre «Antisemitismo en México», en Antisemitism: A Historical Encyclo-pedia of Prejudice and Persecution (2005).