ALICIA GOJMAN DE BACKAL PARA ENLACE JUDÍO
La historia de los judíos en España forma parte importante del devenir histórico español. Su llegada a suelo ibérico data del siglo I a.c. y su expulsión fue en el siglo XV. Esto significó una permanencia en suelo de España durante quince siglos.
Américo Castro decía que “la evidencia primaria de que un pueblo posee dimensión histórica, se da en el hecho de hacerse presentes sus obras en la vida de otros pueblos. Y esto sucede con la historia de España, la participación constante del pueblo judío es evidente, el estar presente en el desarrollo del pueblo, en su devenir histórico, en la elaboración de su cultura.”
Los judíos y los conversos dejaron huellas imborrables en la formación del ser español. Durante 1500 años participaron en la vida y en el desarrollo de una nación y posteriormente, aunque ya como conversos siguieron influyendo en el espíritu hispano tanto en la Península Ibérica como en América. Las consecuencias de la medida adoptada por los Reyes Católicos, de expulsar de su patria a una masa de españoles cultos, emprendedores y laboriosos, parece ser que se vieron pronto reflejadas en el empobrecimiento del país.
Con la salida de los judíos de España, ésta eliminó el brazo del comercio en el momento en que el descubrimiento del Nuevo Mundo lo reclamaba. El converso enraizado en esa cultura, también participó en los descubrimientos y conquistas de los nuevos territorios, así como en la conformación de la sociedad colonial.
Sin embargo, la identificación con el grupo de pertenencia, en muchos casos persistía y facilitó al judío su madurez en las situaciones conflictivas que tuvo que enfrentar.
El creyente hispano vivió en la confianza y en la esperanza y desde ella cambió sus ideas respecto de sí mismo y del espacio vital en que proyectaba su actividad personal, ya que “ser español significó ante todo haber existido como creyente”.
Su adaptación al medio y a las circunstancias, su aporte a la vida económica, política, cultural y religiosa del virreinato, es importante y por ende formó parte de lo que sería el “ser americano.”
Si bien el judaísmo español daba muestras de una erosión espiritual y física que evidenciaba también las marcas de la persecución y la opresión, seguía siendo el faro del judaísmo mundial. Como potencia económica, influencia, cultura, tradiciones acumuladas y riqueza espiritual, mantenía una indiscutible supremacía.
Errando de un puerto a otro bajo condiciones degradantes, el judío se sentía elevado por la rica imaginación y las fantasías poéticas del Zohar (libro de la luz), que lo hacía olvidar su hambre y su humillación.
A raíz de los sufrimientos y persecuciones, el modo de vida y personalidad del judío cambió, se volvió más hermético, más cauteloso, menos decidido, más confundido, situación que lo orilló a convertirse en un místico.
“El misticismo, el temor al que dirán, el quietismo, el orgullo mesiánico, la creencia en lo divino y tantas otras facetas de nuestro carácter hispánico, dice Lacalle, son consecuencias del mestizaje espiritual de los hispano-judíos y de nuestro ancestral cruce con los conversos.”
La colonización de América se realizó en momentos de gran inquietud espiritual, inquietud provocada por las ideas renacentistas que transformaron el concepto que el hombre tenía del mundo y de la vida en la Edad Media. El continente americano era terreno propicio para encontrar la libertad, a él llegaron diversas categorías de hombres cuyos propósitos fueron diversos entre sí.
Ante el español, América apareció como un premio a su fe, recompensa por haber logrado la reconquista de la patria de manos del infiel, con la obligación de llevar la palabra divina a esas nuevas tierras. El converso como español vio aparecer a las Indias como su salvación, como el lugar anhelado donde encontraría la felicidad.
Cuando los descendientes del judaísmo ibérico se aislaron de la tradición judía y vivieron inmersos en un mundo de creencias cristianas, su forma de seguir la religión cambió rotundamente.
Aun aquellos que decidieron seguir siendo judíos y se aferraron a ciertas prácticas que recordaban, estaban al mismo tiempo practicando el catolicismo. Su conversión forzada los obligó a tener una doble vida, seguir siendo judíos en la casa pero adoptar la religión católica y practicarla en la calle, sobre todo ante sus vecinos.
Después de varias generaciones posteriores a la expulsión la mayoría de los conversos se convertían en más cristianos que judíos. Los criptojudíos no tenían libros sobre judaísmo, nada que pudiera instruir a sus hijos en hebreo, ni académicos que supieran Talmud, ni sesiones sabatinas de estudio sobre la interpretación de la ley. Aun aquella generación posterior a la expulsión no llevó a cabo conversiones religiosas profundas, ni muy ortodoxas.
Todo se transmitía de forma oral, de los más conocedores a los que menos sabían. Estas personas perdieron pronto el conocimiento de la teología judía y la complejidad de su observancia.
Para estos criptojudíos el judaísmo dejó de ser un sistema autónomo que tenía sus propias referencias. En lugar de eso la cristiandad se convirtió en su más cercana referencia.
Por ello no había judaizantes , que fueran muy diferentes de los cristianos.
Entre ellos había tres formas de creencias que surgieron con respecto al cristianismo:
a) Algunos criptojudíos y sus creencias estaban en contraste con las de los cristianos. Su validez estribaba en ser diferentes. Decían: “el Dios cristiano es plural, mientras que el nuestro es singular”, o alegaban que el Mesías cristiano había llegado, mientras que el de ellos aun debía venir, o que las plegarias cristianas requerían la intervención de un santo, mientras que sus plegarias iban directamente a Dios.
b) Hubo criptojudíos que al rezar tenían sin embargo la intervención o advocación a un santo judío.
c) Para prender velas o imágenes cristianas aducían a encender velas a figuras judías sagradas como Moisés.
d) El ejemplo más claro de asimilación de creencias cristianas entre los judaizantes fue la pérdida del concepto judío de una salvación común. La mayoría de ellos aceptaba la idea de la salvación individual, sólo cambiando la creencia de Jesús por la de Moisés.
e) Pero había otros, cuyas creencias estaban basadas en la no aceptación del cristianismo y sus prácticas.
f) La mayoría de los criptojudíos no aceptaban la divinidad de Jesús, ni la virginidad de María, la Trinidad, los Santos cristianos, los sacramentos o la santidad de las imágenes religiosas o iconos.
Mientras que en su mayoría se fueron asimilando, sin embargo es cierto que hubo grupos que siguieron vinculados a sus tradiciones judías. Muy pocos de ellos conservaron libros judíos. Otra pequeña minoría viajaron al exterior y renovaron su judaísmo entre los que abiertamente eran judíos; en ciudades como Ámsterdam, Livorno o Salónica. Los visitantes se quedaban en casa de judíos o parientes, para observar con detalle su judaísmo.
Hemos encontrado que en el siglo XVII había criptojudíos en la Nueva España cuya práctica del judaísmo y el conocimiento de las creencias judías era bastante sofisticado.
Todos aquellos que se consideraban criptojudíos en España, Portugal o las colonias en América pensaban ante todo que eran judíos y se adhirieron a cinco principios básicos que constituyeron la esencia de su judaísmo.
Ellos son los siguientes:
1.Dios es uno.
2.El Mesías debe venir porque no ha llegado.
3.La creencia en la Ley de Moisés es un pre-requisito para la salvación individual.
4.La observancia es básica además de la fe.
5.El judaísmo es la religión preferida.
Estos preceptos definieron a los judíos ocultos, por 250 años desde la expulsión hasta la eventual asimilación de la gran mayoría de los descendientes de estos conversos.
En la actualidad los pocos remanentes de los criptojudíos practican el catolicismo. Su judaísmo se reduce a ciertos vestigios y prácticas entre las cuales aun los cinco puntos son esporádicamente representados.
Estos modernos judaizantes en realidad no lo son ya, porque van a misa, aceptan los sacramentos y tienen sus casas llenas de santos cristianos. A veces no hacen la primera comunión, otros afirman sus creencias en un solo Dios y no ven ningún conflicto entre esto y su judaísmo. Esto significa que sólo piensan en ellos como judíos, mientras que en su apariencia es de católicos como sus vecinos.
Analizaremos ahora cada un de los cinco preceptos mencionados.
El concepto central de todos los criptojudíos fue la creencia en un Dios unitario, al contrario de lo que consideraban que era el Dios tripartita para los cristianos. Los judíos son monoteístas para los que creer en un solo Dios es el principal artículo de fe. La afirmación de su monoteísmo está en los dos primeros mandamientos (Éxodo 10: 2-3) y la substancia del judaísmo casi siempre repetía la oración del “Shema”, o sea, Oye Israel, el Señor es uno.
Al pasar de los siglos los testimonios frente a la Inquisición siempre aducían a esta plegaria, en sus procesos siempre hablaron de un solo Dios y negaron la Sagrada Trinidad.
Muchos criptojudíos pensaban que los cristianos se iban a ir al infierno por no creer en un solo Dios. Por ello algunos le llamaban El Dío en lugar de Dios y al hacerlo se descubrían como judaizantes, sobre todo los portugueses.
Un segundo concepto que tiene que ver con las creencias de estas personas, fue el Mesías. Los judíos medievales, rechazaban la idea de que Jesús fuera el Mesías o que éste ya hubiera venido. Por ello muchos fueron acusados cuando mencionaban que el Mesías llegaría.
Diego Díaz Nieto que testificó en México en 1601 dijo que “El Mesías debía ser hijo del Rey David y no hijo de Dios y que el Mesías redimiría a todo el mundo, que haría que los judíos muertos se levantaran de sus tumbas y que muchos cristianos sufrirían eternos castigos.”
Los conversos creían que el Mesías apocalíptico no llegaría hasta que los judíos hubieran pagado suficiente por sus pecados. La tradición catastrófica estaba muy difundida y muy arraigada en las creencias familiares. A raíz de ello todo iba a cambiar.
Esto fue particularmente aceptado en España cuando se dieron los eventos tumultuosos del siglo XV, entonces los judíos y los conversos estaban seguros que la llegada del Mesías estaba cercana. La visión que tenían del Mesías era de un hombre recto, inspirado en la divinidad, el cual quería a su pueblo esparcido en la diáspora judía, de regreso a la “Tierra Prometida” Palestina, donde vivirían en un estado religioso muy armónico. Los períodos violentos eran interpretados como el principio de los “últimos días”.
1 Castro, Américo, La realidad histórica de España, México, Editorial Porrúa, 1954, Biblioteca Porrúa No. 4, p. 12.
2 Lacalle, José María, Los judíos españoles, Barcelona, Sayma ediciones, 1964, p. 21
3 Judaizante es sinónimo de criptojudío o de marrano o de converso de origen judío, también se les llamó cristianos nuevos. Este apelativo se daba a los ya convertidos que seguían con sus prácticas judías.
4 Liebman 1970, p. 194.
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