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martes 05 de noviembre de 2024

Las Olimpiadas judías

RABINO MARCELO RITTNER / TIEMPO PARA VIVIR

Casi todos hemos oído hablar de las “Macabiadas”, la versión judía de los juegos olímpicos. Pero ¿de dónde viene esta idea del “deporte entre judíos”?

El nombre, sin duda, surge de Judá, el Macabeo, quien hace mucho tiempo defendió la supervivencia del judaísmo luchando contra la influencia de la cultura y el paganismo griegos.

Sin embargo, se acostumbra decir que los judíos no ven con buenos ojos la práctica de deportes. También se dice que nuestro pueblo no fue, a lo largo de la historia, un pueblo de grandes deportistas. Esta declaración no es más que un estereotipo.

En la Bilbia ya encontramos versículos que aluden al corredor de pies rápidos y elogian a quienes cuidan su cuerpo. En la antigüedad, para el judío, la alegría del deporte consistía en medir la fuerza y la capacidad de un individuo contra otro. Ciertamente no existía el concepto de “equipos” porque éstos se hicieron populares después de los griegos.

Posteriormente, cuando Roma se convirtió en una potencia, se fomentó la práctica deportiva Eretz Israel, sobre todo gracias a Herodes, quien propició la asimilación a la cultura dominante. Este rey impuesto por Roma construyó estadios deportivos y, con la participación de atletas extranjeros, creó una Olimpiada Palestina que realizaba cada cinco años.

En el Talmud se hacen referencias a rabinos que eran excelentes deportistas. (Vuestro rebbe jamás estará en una de estas listas…). Por ejemplo, tenemos noticias de Resh Lakish, un gran rabino y famoso gladiador del siglo II.

Gimnasia, lucha corporal y natación también se mencionan como deportes populares. Los rabinos, incluso, discutieron si estos deportes podían o no practicarse en Shabbat. Rabí Moses Provenzal de Matura, por ejemplo, permitió el juego de tenis en Shabat, siempre y cuando no se hicieran apuestas.

¿Más curiosidades? En Inglaterra donde los judíos formaban parte de las camadas sociales más bajas, los jóvenes judíos aprendieron a defenderse en las calles y, como resultado, algunos se volvieron boxeadores famosos. El más conocido fue Daniel Mendoza, quien fue campeón de box en 1792.

¿Sabían que Alfred Haos-Gutman, un judío húngaro, fue el primer campeón olímpico de natación? ¿O que Vitor Barán, también húngaro, fue el mayor jugador de tenis de mesa de todos los tiempos? Aprendió este deporte en una mesa que le regalaron en ocasión de su bar-mitzvá.

Ahora bien, el sionismo también resultó estimulante para las competencias deportivas, porque veía en esta práctica un componente importante para la construcción de una nación fuerte: Sión solamente podría ser reconstruido por el trabajo arduo y por el sudor de personas con buena condición física, y eso se conseguiría con disciplina. Así, este renacimiento deportivo, inspirado por el Sionismo, culminó copn la creación del as “Macabiadas” y estas confraternizaciones tuvieron un impacto considerable en nuestra formación cultural y nacional.

Recientemente, Mark Spitz –quien ganó tantas medallas- escribió: “Cuando yo competía, jamás se me había ocurrido que hubiese algo de notable en la idea de que los judías fuesen fuertes y atléticos. Nunca había escuchado la frase “judíos musculosos”, utilizada por Maz Nordau cuando en 1921 instó a sus compañeros sionistas para que fuesen tan capaces física como intelectualmente. Por eso, al participar en la Macabiada, comprendí que estos juegos son más que una competencia deportiva: son una reunión de judíos de todo el mundo, reunión donde puede atestiguarse nuestra herencia y participar del orgullo que todo judío debe sentir en su corazón”.

Y este es exactamente mi mensaje: siendo o no participante, sepan que siempre se preocupó nuestro pueblo no sólo por el intelecto: también dio lugar al deporte para complementar la formación del hombre.

Siendo así, a los representantes de México y de todo el mundo les deseamos suerte y éxito. Que puedan vivir una experiencia inolvidable. Más importante que ganar es convivir y compartir nuestra herencia con hermanos de los cuatro confines de la Tierra. Sean entonces Idishe esportisten y busquen, como siempre, el equilibrio entre la vida espiritual y la deportiva.

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