Ser, tener, hacer

EL UNIVERSAL CARACAS

Cuentan que en cierta ocasión Jacobo Zabludovsky le preguntó a la cantante mexicana María Félix: “¿es verdad que a usted le gusta mucho el dinero?” Y ella, ni corta ni perezosa, respondió: “no es que me gusta: es que me calma los nervios”.

En su ocurrente expresión se compendiaban diferentes verdades. Es cierto que el dinero permite obtener bienes que satisfacen nuestras necesidades; es cierto que su carencia, ante la obligación de afrontar compromisos, puede ser fuente de innumerables zozobras; es verdad que, aun cuando valoremos las experiencias por encima de los bienes materiales, el dinero franquea el acceso, por ejemplo, a viajes o cursos. Pero no es razonable aferrarse a la idea de que el bienestar y la felicidad están condicionados exclusivamente por el tema pecuniario.

Obviando el capítulo de la Educación y la Salud, responsabilidad indeclinable del Estado, cabría replantearse varios asuntos relacionados con el poder adquisitivo. El primero de ellos es la tendencia a juzgar el éxito de una persona por la cantidad de dinero que posee. Esto es solo es cierto cuando refleja la capacidad de gestión de un individuo para alcanzar una meta, en caso de que su incentivo hubiera sido amasar una fortuna; pero no es más exitoso este individuo que el que logra un objetivo de otra naturaleza, como concluir una carrera u obtener cierto puesto de trabajo. El éxito tiene lugar cuando se llega al propósito que se perseguía, cualquiera que éste fuera.

Cabe plantearse, también, si es indispensable el dinero para obtener ciertas cosas. Impulsadas especialmente por grupos ecologistas, proliferan alternativas para acceder a bienes y servicios utilizando valores de cambio diferentes a los monetarios. Resultan interesantes los centros de trueque, en los que se canjean unos bienes por otros y, particularmente, los bancos de tiempo, en los que la unidad cambiaria es la hora. En este caso, lo que se intercambian son servicios: cada quien ofrece una hora de actividad, en algún rubro en el que se considera experto, a cambio de una hora de otra actividad que no puede desempeñar por sí mismo.

En cualquier caso, parece ser cierta la máxima de que el dinero no compra la felicidad, aunque calme los nervios. César Yacsirk, experto en Psicología Positiva, explica cómo el modelo de Martin Séligman distingue cinco factores asociados a la sensación de bienestar: Emociones positivas, Compromiso, Sentido, Relaciones positivas y Logro (bajo el acróstico Perma por sus siglas en inglés). Ninguno de estos factores está necesariamente asociado a la posesión de bienes sino, más bien, a la actividad del individuo, a sus vínculos afectivos y a la valoración de los eventos agradables de la vida cotidiana.

El binomio Tener o ser, que diera nombre a los libros de Gabriel Marcel en 1935 y de Erich Fromm en 1976, remite a dos maneras de existir, de enfrentar la vida: una, basada en la apropiación de bienes e ideas, y otra asociada al desarrollo personal. Quizá el ser se manifieste a plenitud en un tercer elemento: el hacer. Es la acción la que reporta mayores satisfacciones cuando se traduce en logros; cuando permite establecer relaciones enriquecedoras con otras personas, y cuando lleva a vencer las propias limitaciones y a sobreponerse a obstáculos y reveses, capacidad que se conoce como “resiliencia” en el ámbito de la Psicología Positiva.

Aunque el éxito es gratificante y fortalece la convicción de que vale la pena intentar efectuar cambios en nuestra vida porque es posible lograrlos, la mayor recompensa proviene del crecimiento que depara el proceso mismo de ponerse en marcha, de diseñar estrategias y de experimentar los buenos y los malos momentos en el trayecto que conduce a la meta. Como decía el slogan publicitario de cierta agencia de viajes: la mitad de la diversión está en la travesía. Seguramente no hacía más que parafrasear el poema de Konstantínos Kaváfis: No has de esperar que Itaca te enriquezca: Itaca te ha concedido ya un hermoso viaje…

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