LEO ZUCKERMAN
Comencemos por lo obvio: lo primero que se necesita es el talento natural de los atletas. En este sentido ayuda mucho ser un país con mucha población: entre más habitantes, más probabilidad de que exista el conjunto de individuos con capacidad de ser los mejores del mundo. En los mil 347 millones de chinos se puede encontrar una mayor reserva de talento que en un país como Jamaica, que tiene 2.7 millones de habitantes.
Pero el tamaño de la población no lo explica todo. China es efectivamente el país que más medallas lleva en los Juegos Olímpicos (JO)de Londres 2012 con 77 (36 de oro). Pero India, el segundo país más poblado del mundo, con mil 210 millones de habitantes, sólo lleva cuatro, ni una de oro, situándose en el lugar 46 del medallero. Lo cual nos lleva a las siguientes variables que explican el éxito deportivo: el país debe proveer los medios necesarios para desarrollar el talento natural de los individuos sobredotados.
Aquí el ejemplo de China viene a colación. Este país es una potencia relativamente reciente en los JO. Antes no pintaba. En Seúl 1988 se llevó 29 preseas (cinco de oro). Veinte años después, en Pekín 2008, alcanzaron las 100 (51 doradas). ¿Cómo mejoraron tanto?
En China, el Estado tomó la decisión de desarrollar el talento deportivo. Implementó un esfuerzo nacional por encontrar a los individuos sobredotados a los cuales les otorga todos los apoyos para que puedan desarrollar sus habilidades atléticas. Si bien efectiva, esta política es polémica: pone en duda los derechos de niños talentosos que son retirados de sus hogares para dedicarse a su desarrollo deportivo.
Algo similar sucedía en los países del bloque socialista. Invertían muchos recursos en sus atletas, por lo que llegaban a los JO y arrasaban con las medallas. En estas naciones, los deportistas eran ciudadanos de primera que gozaban de una serie de privilegios imposibles de obtener para el resto de la población. No sorprende que, cuando cayeron estos regímenes, disminuyeron las medallas que ganaban en los JO. Y es que el talento dejó de percibir los extraordinarios apoyos que recibía de sus gobiernos.
En este mundo predominantemente capitalista, son los países desarrollados los que tienen más probabilidad de ganar medallas. Algunos porque sus gobiernos otorgan apoyos a los deportistas, como es el caso de varios países europeos. Otros porque los atletas cuentan con patrocinios privados o el soporte del sistema educativo, como en Estados Unidos. De esta forma, los deportistas son beneficiarios de la prosperidad económica de sus naciones: cuentan con el equipo, los mejores entrenadores y la posibilidad de participar en competencias de alto rendimiento.
En suma, el tamaño de la población y la prosperidad económica son dos variables determinantes para entender el éxito o fracaso en el medallero olímpico. Pero no son todas. Ahí está el caso de una islita caribeña como Jamaica, con un ingreso per cápita de nueve mil dólares al año —menor al de México—, que ya tiene seis medallas en Londres incluyendo dos de oro. Si medimos las medallas por habitante, Jamaica es uno de los países más exitosos de la historia reciente de los JO.
¿A qué se debe? En la pequeña isla han encontrado y desarrollado una reserva natural de talento de corredores de alta velocidad. Y es ahí donde han concentrado sus esfuerzos por ganar medallas. ¿Cómo?
De acuerdo a una investigación de la radio pública estadunidense, en el pasado, los talentosos corredores jamaiquinos, típicamente pobres, utilizaban su habilidad para irse a estudiar becados a Estados Unidos. “Pero el ambiente les era ajeno”. La diferencia es que ahora existen mejores entrenadores en Jamaica y los corredores se están quedando en casa. Esto los tiene muy contentos incluyendo, según el reporte, la posibilidad de entrenar todo el año en un clima inigualable. Otra variable que explica el éxito de la “fábrica jamaiquina de velocistas” podría ser, según la misma fuente, una dieta de productos nacionales rica en carbohidratos que ayudaría a un mejor desempeño muscular. Y finalmente se menciona que existe una especie de efecto de retroalimentación muy positivo a partir de los éxitos pasados. Hoy todos los niños jamaiquinos quieren ser el próximo Usain Bolt o Shelly-Ann Fraser-Pryce, y saben que sí pueden.
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