LA RAZÓN
Si hay alguien que conoce al dedillo la oferta cultural en Madrid, es el embajador de Israel. Alon Bar no se pierde una exposición, y junto a su mujer trata de conocer cada fin de semana un nuevo restaurante, una nueva tasca. Hace quince años ya sirvió en la legación diplomática en España, pero ahora ha vuelto como titular y con todo el tiempo del mundo para disfrutar de una ciudad que lo ha enamorado. Estos días también anda pendiente de las Olimpiadas en Londres, donde su país no ha conseguido ninguna medalla. El mismo día que se realizó esta entrevista, el oro de España en vela dejó a su país en cuarto lugar. El embajador comenta con humor que los israelíes son más de tecnología punta.
–¿Cómo han cambiado usted y Madrid desde la última vez que trabajó en la Embajada?
–Es difícil de decir. Mi sentimiento está relacionado con el cambio de la moral nacional por el ambiente de crisis que he encontrado este año. Llegué en plena campaña electoral y después se vio claro que la crisis iba a dominar toda la agenda. Por eso ha cambiado. Sin embargo, Madrid sigue siendo una ciudad encantadora. Estuve hace 15 años con niños y ahora vuelvo con mucho más tiempo para disfrutar de la excelente oferta cultural de esta ciudad.
– ¿Y su visión del conflicto árabe-israelí?
–Mi país ha cambiado también en el sentido práctico de cómo transformar nuestro liderazgo. Yo sigo apostando por la solidaridad nacional e internacional y el apoyo a las minorías y a los menos privilegiados.
– En ese sentido, España está retrocediendo a causa de los recortes. ¿Cómo valora nuestra gestión de la crisis?
–Lo veo casi como una obligación del Gobierno. Hay que tomar medidas para asumir la responsabilidad fiscal y crear condiciones que favorezcan el crecimiento económico, aunque eso signifique recortes sociales. Se trata de una reacción a las demandas de los mercados y de la UE. Había que corregir una política determinada que ha llevado a España hasta aquí .
–¿Cómo digiere una persona de ideas socialistas como usted la demonización de Israel de parte de la izquierda europea? La derecha sale mucho más en su defensa.
–Nací y crecí en un kibutz, en un lugar de ideología socialista. Por un lado entiendo la identificación con los débiles y, por otro, me preocupa la superficialidad del análisis que hace una parte de la izquierda. Me molesta su incapacidad para hablar de una forma más clara de lo que están haciendo los iraníes, por ejemplo. La represión o la dominación de la religión de la vida social, las condenas de la homosexualidad o las declaraciones antisemitas. Esa correción política está más cómoda criticando a Israel que denunciando lo que ocurre en el mundo árabe.
–¿Irán sigue siendo su enemigo número uno?
–En el último año ha aumentado mucho su actividad contra mi país y sus declaraciones antisemitas, como que Israel es el problema del mundo o que hay que borrarnos del mapa. Eso, y los dos últimos atentados contra israelíes en Europa.
– ¿La Primavera Árabe ha sido beneficiosa para Israel?
–Aún no se ha producido y no sabemos si quiera si va a tener lugar. La transición en el mundo árabe está más bien en el punto de partida y es pronto para sacar conclusiones. Sin embargo, hay cosas muy positivas, como los valores democráticos. Lo negativo tiene que ver con el control de estos movimientos por islamistas a veces muy radicales.
–¿Cuál es la mayor leyenda urbana sobre el Mosad?
–La verdad es que aparece en todas las teorías de la conspiración. Es un servicio secreto que hace mucho para proteger a Israel y con mucha capacidad de conseguir información y evitar ataques terroristas dentro y fuera de nuestro país. Por ejemplo, las detenciones de la semana pasada en España.
– ¿Cuál es la teoría más disparatada sobre su servicio secreto en el mundo árabe?
–En Egipto durante años se le acusaba de causar impotencia a los hombres a través de chicles contaminados. Cada vez que a alguien no le gusta lo que está ocurriendo, se acusa al Mosad, como ahora en Siria. Hay especulaciones para todos los gustos, pero lo que no es cómico es la tendencia de culpar a los judíos de todos los males del mundo.
–¿Qué expresión antisemita le molesta especialmente?
–La información repetida en los medios sobre la supuesta agresividad de Israel sin contextualizarla. Por ejemplo, cuando se habla de la posibilidad de atacar instalaciones iraníes sin referirse a la amenaza nuclear que suponen. Tengo que admitir que esto ocurre cada vez menos en la Prensa española, sobre todo en el último año. Y es que, cuando uno ve el nivel de violencia en la zona en los últimos dos años, Israel aparece como una isla de estabilidad.
–¿Por qué hay ese sentimiento de antipatía generalizada contra su país?
–Es lo mismo que con el antisemitismo, no puedo explicar algo que no entiendo. La crítica contra Israel es legítima, de hecho no hay nadie más crítico que los propios israelíes.
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