Revelada por primera vez: la destrucción del reactor sirio que nunca se llevó a cabo

HAARETZ/ TRADUCCIÓN MAY SAMRA/ PRIMERA PARTE

Un día, en Tel Aviv, el director del Mossad, Meir Dagan, se dirigía a su charla semanal de rutina con el Primer Ministro, Ehud Olmert. Cuando el líder de Israel tenía una conversación secreta programada, el calendario de la oficina mostraba dos letras hebreas, la peh y la aleph, una abreviatura para “pgisha ishit “, “reunión personal”. En general, el término se refería a las conversaciones con los jefes del Mossad, el Shin Bet, la Inteligencia Militar o la Comisión de Energía Atómica de Israel.

En este día de primavera del 2007, Dagan fue con la intención de actualizar a Olmert en asuntos de inteligencia, sin nada inusual en la agenda. Sin embargo, a mitad del camino desde la sede del Mossad en Glilot, cerca de Herzliya, al modesto despacho de dos pisos del Primer Ministro en la Kyria [conjunto del Ministerio de Defensa] en el centro de Tel Aviv, Dagan recibió una llamada telefónica.

Su jefe de inteligencia tenía una noticia, pero la formuló de forma encubierta: “¿Recuerda el asunto sobre el cual estábamos trabajando? Es verdad.”

Dagan comprendió de inmediato y le dijo al analista en jefe que se apresurara a llegar a la Kyria para unirse a la reunión con Olmert. Los dos hombres del Mossad reafirmaron al primer ministro lo que los satélites espías israelíes – y ahora los espías sobre el terreno – habían podido comprobar y que estaba ocurriendo en una parte remota del este de Siria, a unos 300 kilómetros al noreste de Damasco: los sirios estaban a punto de terminar la construcción de un reactor nuclear.

“No son armas convencionales”. Los investigadores del Mossad evaluaron que el reactor en cuestión seguía muy de cerca un diseño de Corea del Norte, que se estaba construyendo con la ayuda de asesores de ese país y que su objetivo era producir plutonio como material fisible para bombas. El sitio había sido llamado Al-Kibar (los Grandes), según revelaban llamadas telefónicas de funcionarios sirios interceptadas por la Unidad MI 8200. El Mossad también poseía fotos, aparentemente tomadas por los sirios, que mostraban el interior del edificio, así como la visita de un funcionario de alto rango del Ministerio de Energía Nuclear de Corea del Norte.

Hacía solamente un año que Olmert se había vuelto Primer Ministro, habiendo sufrido su antecesor, Ariel Sharon, un derrame cerebral. Al enterarse del proyecto secreto de Siria, se volvió de pronto muy serio. “¿Qué vamos a hacer al respecto?” preguntó, pensativo.

En cuestión de minutos, estaba claro que la pregunta había sido retórica. Los dos hombres del Mossad y el Primer Ministro sabían que Israel tendría que demoler el reactor sirio.

A.Q. Kan

En la Nochebuena de 2003, el mundo se despertó con noticias dramáticas: Muamar Gadafi, líder de Libia, había renunciado a sus armas de destrucción masiva, incluyendo un incipiente programa nuclear y un gran arsenal de armas químicas. El anuncio tomó a los servicios de inteligencia de Israel por sorpresa, y es sabido que la los jefes de esos servicios no les gustan las sorpresas.

Lo que realmente sorprendió a las agencias israelíes acerca de la historia de Libia fue la revelación de que el programa nuclear de Gadafi había nacido de los esfuerzos y la experiencia del comerciante paquistaní, vendedor del know-how atómico de este país, Abdul Qadeer Khan.

En ese momento, Dagan y su jefe de inteligencia se preguntaron: ya que nos perdimos todo el asunto de Libia, ¿qué otra cosa pasamos por alto? Después del año nuevo, el Departamento de Investigación del Mossad recibió la orden de volver a sus archivos y examinar cada pieza de información que habían acumulado, en la última década, acerca de Khan y de sus actividades nucleares.

Las agencias de inteligencia, a menudo, reúnen más datos de los que pueden leer y analizar, y las intersecciones entre datos individuales no siempre son inmediatamente integradas para formar un mosaico coherente. El Mossad se dio cuenta de que – además de a Libia – Khan había viajado a Arabia Saudí, Egipto y Siria. Una evaluación más profunda llevó a la conclusión de que los saudíes y egipcios, estando en el campo norteamericano, tendrían menos probabilidad de desarrollar un programa nuclear.

El caso de Siria podía ser diferente. Era anti-estadounidense, hacía propuestas a Irán, y, más que nunca, apoyaba a Hezbolá en el Líbano. El recién estrenado dictador sirio, Bashar al Assad, no tenía experiencia, y podía haber mal calculado, inmerso en su ambición de superar a su difunto padre, Hafez.

Cuanto más investigaba el Mossad, más se encontraba evidencia de esta hipótesis, hasta que se descubrieron datos alarmantes. Se dio cuenta de que Siria, al comienzo del siglo XXI, había tenido contactos clandestinos difíciles de explicar con Corea del Norte.

Estos contactos no se referían a la cooperación ya conocida en el campo de los misiles Scud. Había algo más en juego, y se había conducido a niveles de alta secrecía.

Dagan recurrió a la CIA y a otros vínculos de enlace de países amigos para preguntarles si estaban al tanto de los contactos nucleares entre Corea del Norte y Siria. Todos sabían sobre la venta de misiles y la cooperación entre Damasco y Pyongyang. Sin embargo, ni los norteamericanos ni los franceses (estos último con una cobertura relativamente buena de Siria, debido a su pasado colonial) estaban enterados de dichos vínculos nucleares.

La inteligencia israelí se dio cuenta que sólo podía depender de ella misma. Ése era un punto de vista común en Israel acerca de muchos temas, incluso cuando la cooperación internacional parecía estar disponible. “Es parte de su ethos”, comentó, alguna vez, Dennis Ross, un asesor de Oriente Medio “así no comprometen su seguridad”.

A lo largo del 2007 hubo, dentro de la comunidad de inteligencia israelí, un sentido de urgencia ante este nuevo misterio en Siria. Por lo tanto, no hubo tiempo para volver a abrir la vieja discusión Mossad-MI acerca de quién había perdido de vista el programa de armas de Libia. Las divisiones fueron sanadas. MI tenía que mejorar la inspección de su Unidad 8200 de las comunicaciones y señales desde Siria. Por primera vez desde 1988, satélites israelíes se reorientaron para que sus órbitas vigilaran a Siria con más frecuencia.

Los agente del Mossad del departamento Tzomet recibieron instrucciones de hacer todo lo posible para penetrar el liderazgo de Siria y descubrir, los contactos pendientes de Damasco con Corea del Norte.

Este trabajo adicional para la inteligencia israelí requirió de recursos presupuestarios adicionales. Dagan se volvió hacia el Primer Ministro para pedir más dinero y encontró, en Olmert, un aliado. ” Tendrá cualquier cosa que necesite” fue la respuesta

Con el aumento de la financiación, la fuerza aérea de Israel ya era capaz de hacer mucho más vuelos de reconocimiento. Los analistas de inteligencia trabajaron muchas más horas, estudiando detenidamente las fotos tomadas por satélites israelíes.

Parte de la información provenía de comunicaciones interceptadas, las cuales fueron difíciles de adquirir. Parecía que sólo unos pocos sirios sabían lo que estaba pasando. La inteligencia israelí intentó escuchar todas las conversaciones, incluidas las del presidente Assad y su cercano asesor y coordinador de proyectos secretos, el Brigadier gGneral Mohammed Suleiman.

El primer gran avance se produjo al encontrar un edificio en fotos de reconocimiento, de 40 metros cuadrados y cerca de 21 metros de altura, situado en un complejo militar en el desierto en el noreste de Siria, no lejos del río Eufrates. Los sirios trataron de bloquear las vistas aéreas de todo lo que se estaba construyendo mediante el ensamblaje de una gran cubierta sobre la escena. Eso indicaba que algo grande se estaba construyendo pero las agencias israelíes no podían decir lo que había dentro.

El siguiente paso, fundamental, implicaría poner en riesgo las vidas de israelíes: el envío de agentes a Siria para acercarse y ver qué era lo que los sirios estaban construyendo. Por una variedad de razones operativas, se tomó la decisión de enviar combatientes de la unidad Kidon del Mossad – la cual destacaba en vigilancia sensible y peligrosa, así como en asesinatos- además de una unidad de Fuerzas Especiales del Ejército.

MAÑANA PUBLICAREMOS LA SEGUNDA PARTE DE ESTE APASIONANTE REPORTAJE.

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