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Hace unas semanas, el húngaro Ladislaus Csizsik-Csatary, un criminal nazi de 97 años acusado de la matanza de unos 15.000 judíos durante el Holocausto, era detenido en su casa de Budapest. Una espectacular detención que comenzó gracias a la denuncia de un vecino que lo reconoció. Sin embargo, el arresto de Csatary no hubiera sido posible sin el trabajo de Efraim Zuroff, un cazanazis del centro Wiesenthal. Zuroff, que ha dedicado su vida a llevar a criminales de guerra nazis ante la Justicia, habla con ABC en su oficina de Jerusalén.
—¿Cómo llegó hasta Csatary?
—Alguien contactó conmigo en septiembre y me dio información creíble. Al parecer, el antiguo comandante Csizksik Csatary estaba viviendo en Budapest. En menos de dos semanas me reuní con el fiscal de Hungría para comunicarle el nombre de Csatary, los cargos contra él y pedirle que se abriera una investigación.
—Aún así, la Justicia húngara no puso todo de su parte para detenerlo
—En Budapest no contestaban a mis cartas, y estaba bastante preocupado de que la investigación no avanzase. Es algo muy difícil para cualquier país que uno de los suyos sea juzgado por este tipo de crímenes, ninguno quiere ese tipo de publicidad.
Zuroff decidió entonces iniciar la guerra sucia, habló con el periódico británico «The Sun» para que hostigara a Csatary y mostrara a todo el mundo la historia de este criminal nazi. El periódico lo acosó sin piedad, consiguiendo que la Justicia húngara reaccionara y acabara por detenerlo.
Pese a que la mayoría de los criminales nazis son ya nonagenarios, la edad no es impedimento para llevarlos ante los tribunales. «No hay que olvidar que se trata de hombres que durante años, en su plenitud física y mental, asesinaron y torturaron a seres humanos. No hay que dejar que el aspecto frágil de un anciano nos haga olvidar las atrocidades que cometieron», afirma.
Las dos únicas condiciones que deben cumplir estos criminales para poder ser detenidos son «no haber sido ya condenados por los mismos crímenes y que conserven sus facultades mentales, aunque tengan 100 años». A pesar de que su contribución ha sido clave para poder arrestar a Csatary, Zuroff asegura que todavía quedan unos 600 criminales y colaboradores del régimen nazi en libertad. Reconoce que no es una tarea fácil llevarlos ante la Justicia ya que la mayoría de víctimas que pueden reconocerlos han fallecido y por la burocracia necesaria para conseguir que los países donde residen acepten llevarlos a juicio.
«El tiempo pasa y, tanto las víctimas como los asesinos, son ya muy ancianos. No podemos permitir que los que torturaron y mataron a millones de judíos tengan ahora un retiro dorado, sin pagar por el dolor que infligieron», dice.
Zuroff asegura que lo más impactante de su trabajo es que ninguno de los criminales que ha capturado se ha mostrado arrepentido por sus atrocidades: «En 32 años de trabajo, nunca me he encontrado con ningún nazi que haya expresado arrepentimiento o remordimiento alguno», afirma.
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