RABINO MARCELO RITTNER / TIEMPO PARA VIVIR
Los jóvenes actuales no necesitan ser aleccionados sobre la urgente necesidad de actuar para salvar nuestro planeta de la acción devastadora del hombre.
Un día, cuando me visitaron algunos amigos de la APPN, Asociación Paulista de Protección a la Naturaleza, surgió una pregunta: si existe, y en tal caso, ¿Cuál es la posición del judaísmo acerca de la ecología?
En verdad el tema está hoy en boca de muchos. Diariamente, su enfoque, análisis o crítica aparecen en todos los diarios. Sea por la contaminación ambiental, por la destrucción de los lugares verdes o por las usinas nucleares, la ecología está de moda.
Existe, sin duda, en muchos de nosotros la preocupación sobre la forma en que nuestras vidas se desenvuelven en el medio urbano donde vivimos.
El tema es relativamente nuevo. Últimamente nos hemos dado cuenta del peligroso impacto de los procesos industriales sobre el ambiente por la proliferación de los centros industriales gigantescos, por la intensa utilización del motor diesel, por las guerras, por el creciente uso de la energía nuclear; por todo eso se hace difícil elucidar una posición específicamente judaica.
Está claro que so procuráramos un análisis a partir de las fuentes, con su correspondiente adaptación, descubriríamos que la Torá nuestros sabios ya abordaron el tema.
Probablemente surja la pregunta: ¿Por qué lo hicieron? La respuesta inmediata es que el problema ecológico es ciertamente un problema religioso. Si D-os colocó en la tierra al hombre hecho a su imagen y semejanza, y si lo hizo responsable de Su creación, ¿Cuál debe ser la relación del hombre con la naturaleza? ¿Tiene el derecho de poner en peligro la vida humana con la polución y armas nucleares?
Yo sostengo que es un problema religioso porque me pregunto todos los días ¿Qué mundo, qué México, qué Israel estoy dando a mis hijos? Pienso y siento que no puedo y no podemos permanecer indiferentes a la realidad creada por esta situación. Y pregunto: ¿qué estamos haciendo en la tierra de D-os?
Así estoy en busca de respuestas, siguiendo mi tradición ¿Qué dice el judaísmo, cuál es su posición ante la destrucción de la naturaleza por el hombre?
Para muchos versículos: “Y bendíjolos D-os y díjoles: sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y sobre todo animal que serpea sobre la tierra” (Génesis 1:28) Permiten el uso y el abuso del mundo natural, sin restricciones. Existe sin embargo una limitación sobre este dominio del hombre con el mundo y su responsabilidad para con la naturaleza.
Dos principios éticos se enuncian en forma objetiva y profunda. El primero orienta la relación entre hombre y animal; el segundo, la actitud del hombre ante la naturaleza. Tomados en conjunto, estos dos principios dirigen y conforman la acción del hombre, su pensamiento y su perspectiva en relación con los seres vivientes o su ambiente y su papel en la tierra.
Tzaar baalei jaím (el sufrimiento de los animales):
Este es el primer principio, y para ejemplificarlo puedo mencionar que ya el cuarto mandamiento ordena que en Shabat descansen el buey, el burro y cualquier animal. La Torá misma prohíbe al agricultor colocar juntos a un buey y a un caballo, porque esto implicaría un trabajo más difícil para el más débil. Otro ejemplo son los versículos: “Si encuentras en el camino un nido de pájaros, con polluelos o huevos sobre un árbol o en el suelo, no tomarás a la madre con las crías. Deja marchar a la madre y puedes quedarte con las crías. Así tendrás prosperidad y larga vida.” (Deuteronomio 22:6-7)
Es válido también mencionar que las leyes de shejitá (matanza según el ritual) se proponen para mantener el sentido de santidad y respeto por la vida: prohíben la ingestión de sangre, minimizan el sufrimiento del animal cuando muere.
Pero tal vez el ejemplo clásico de la preocupación judía por el bienestar de los seres vivos esté en el libro de Jonás (4:9-11). El protagonista encontró refugio en la planta que el creador había puesto a su disposición para protegerlo del sol, pero D-os la destruyó al día siguiente. Esto provocó la ira de Jonás, según vemos en el siguiente diálogo: “Entonces dijo D-os a Jonás: ¿y te irritas por ese ricino?” Respondió: “Sí y me parece bien irritarme hasta la muerte.” Y el Señor dijo: “Tú tienes lástima de un ricino por el que nada te fatigaste, que no hiciste tú creer, que en el término de una noche fue y en el término de una noche feneció. ¿Y no voy a tener lástima de Nínive, la gran ciudad, en donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?”
Notamos en este pasaje bíblico cómo el amor y la compasión por criaturas inocentes son comparados con la misericordia hacia los animales.
Bal tashjit: (No destruyas):
Este es el segundo principio, menos conocido, que enuncia ideas directamente ligadas al problema ecológico.
Así, nuevamente citando la Torá: “Si, al atacar una ciudad, tienes que sitiarla por mucho tiempo para tomarla, no destruirás su arbolado metiendo el él hacha; te alimentarás de él sin talarlo. ¿Son acaso hombres los árboles del campo para que los tales como a sitiados? (Deuteronomio 20:19-20).
Posteriormente, en las fuentes judías, nuestros rabinos ampliaron esas leyes contra cualquier forma de destrucción, incluida la prohibición de “cambiar el curso de un río, para evitar que los árboles se sequen” (sifré, shoftim, scción 203), y la de dar a los animales agua posiblemente dañina para beber (Tosafot, Baba Kama 115b).
Maimónides resume el punto de vista rabínico cuando se escribe en Yad Ha-Melajim (6-10): “No solamente está prohibido destruir árboles frutales, sino quien quiebre vasijas, rasgue ropas, haga demoler una casa, haga secar una fuente o desperdicie comida, transgrede el principio de “no destruirás”.
Y así surge el principio general: está prohibido destruir (mekalel) o perjudicar cualquier cosa que sea útil al hombre. La prohibición de Bal tashjit se refiere no sólo a destruir la propiedad ajena sino también la propia.
Se debe también mencionar Tu BiShvat (el día del árbol). Hasta hoy es una obligación de cada individuo plantar un árbol en este día del año. En realidad existen innumerables fuentes que podrían citarse como ejemplos. El mensaje de éste: la tierra es de Dios, pero nosotros transitamos por ella, de allí nuestra responsabilidad. Existe un problema ecológico, existe una resúesta judía. Falta una respuesta individual y colectiva. No pensemos que este problema ecológico es algo extraño y distante de nosotros. Nosotros bebemos el agua turbia, nosotros procuramos áreas verdes para placer y luego acometemos con el hacha; nosotros estamos amenazados por las usinsas nucleares.
Dice el midrash que en momento en que D-os terminó la creación del primer hombre, lo levantó por encima de los árboles del Gran Edén (el paraíso), y le dijo: “Mira, Adán, mis trabajos, qué buenos y quiero que tú pienses sobre esto y no corrompas ni estragues este mi mundo, porque si lo hicieras, no existiría nadie para enderezarlo después de que tú desaparezcas.”
El problema también es nuestro.
#TuBishvat
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