CLARA SCHERER*/EXCELSIOR
Las campañas electorales recién concluidas nos dejan muchas enseñanzas. Una, que el discurso sobre las mujeres, por parte de todos los partidos, sigue en la línea de proponer formas para que ellas continúen por la ruta trazada: servir a los otros, sin darse cuenta de que su vida se va sin que puedan ejercer sus derechos y hacer con ella, lo que ellas elijan.
Se afirma que las personas, seres humanos, tienen un impulso hacia la autorrealización, pero la cultura a través de la educación le impide a más de la mitad de las mexicanas intentarlo. Y en las campañas fueron frecuentes las voces que propusieron, por ejemplo, otorgar a las madres solteras apoyo para que “puedan sacar adelante a sus hijos”.
¿Por qué no se propone una mejor educación a los hombres, donde su responsabilidad hacia su sexualidad y a los hijos producto de la misma sean el centro de ese apoyo a las madres solteras? Con estas propuestas se apuesta por lo mismo: mujeres que deben invertir toda su vida en hacer posible la vida de otras y otros, como si ellas fueran las únicas responsables de esas niñas, de esos niños.
A pesar de que en este proceso el número de mujeres candidatas ha sido muy superior a cualquier otro proceso, sus discursos fueron en la misma línea. Tratándose de mujeres, o las pretenden “salvar” y deciden por ellas, o las “comprenden” e intentan paliar en algo su agobio. Pero la pobreza sigue ahí, la falta de oportunidades, el aislamiento y, por encima de todo, el no escucharlas. Todas y todos los candidatos ya tienen una rápida y fácil respuesta: oportunidades, programas de salud, alguna tarjeta para obtener dinero con el fin de resolver las complicadas situaciones de la violencia.
La mayoría de las mujeres votaron por Enrique Peña Nieto, pero ninguno de los candidatos y la candidata les propuso caminos para su autonomía. Ninguna, ninguno, propuso una nueva forma de corresponsabilidad en las familias; nadie les dijo que tienen derechos sobre su cuerpo, su dinero, sus opciones para participar en la política, de manera que su voz sea escuchada y tengan influencia real en las decisiones que se toman para convivir en su comunidad.
Tristes son los datos de la Encuesta de Discriminación, en la que casi la mitad de las mujeres siguen considerándose menores de edad, pues tienen que pedir permiso para salir de noche o gastar el dinero o visitar a sus familiares.
Las mujeres que toman decisiones en su vida, que se hacen responsables de las consecuencias de las mismas, que intentan desarrollar sus capacidades, ésas, no estuvieron en los discursos. Pero cada vez son más las mexicanas que ya no quieren seguir bajo la “protección” de un hombre; afortunadamente, esas mujeres que en esta campaña fueron “invisibles” serán muchas más en la próxima contienda y los hombres solidarios, también.
Las mujeres que siguen siendo “abnegadas”, sacrificadas, dispuestas a “dar todo por amor” (como las que apoyaron a quienes defraudaron a Pronósticos Deportivos) están pasando a ser “imposibles”, porque el país requiere mujeres y hombres adultos, responsables y dispuestos a afrontar las consecuencias de sus actos.
* Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género
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