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miércoles 18 de diciembre de 2024

Josef Nasí el Duque de Naxos. El amante de su pueblo

JOSÉ KAMINER TAUBER PARA ENLACE JUDÌO

A mediados del año de 1492, en las postrimerías fines del siglo XV se efectuó la expulsión de los judíos de España y Portugal. Gran parte de los desterrados encontró resguardo en Turquía, especialmente durante el dominio del más célebre y poderoso de los sultanes otomanos: Solimán II, el Magnífico, entre los años de 1520 y 1566.

En el séquito de Solimán llegó a ocupar un lugar prominente el judío Don José Nasí que Pertenecía a una rica familia de “marranos” que, en Portugal, se había mantenido fiel, secretamente, a la fe de sus mayores. Descubierta por la Inquisición, la familia debió huir a Holanda, y de allí pasó a Turquía, donde pudo practicar su religión libremente.

José Nasí, hombre de estado turco, duque de Naxos de 1566 a 1579, fue sobrino de Gracia Nasí, cuyo nombre de conversa fue Beatriz de Luna Miques, conocida simplemente como “La Señora”, (1510-1569), una rica y poderosa mujer, nacida en una familia judeoconversa de Portugal, de origen aragonés, que a los dieciocho años se casó con don Francisco Mendes, miembro de la familia de banqueros judio-portugueses de los Mendes, que eran rivales de los Medicis de Florencia.

Cuando enviudó, en el año de 1536, Doña Gracia tomó sobre sí el manejo de la firma bancaria “Casa Mendes”, para proseguir con el negocio de su marido, prestando dinero a los reyes de Europa.

En Venecia, Gracia Méndez y su familia fueron encarcelados. Su joven sobrino, político y colaborador, José Nasí, conocido como el futuro Duque de Naxos, viaja a Estambul y logra ganar el interés del Sultán por su tía doña Gracia, su familia y su fortuna. El Sultán manda un enviado especial a Venecia pidiendo la liberación inmediata de las presas, pero llega demasiado tarde. Doña Gracia se había escapado (no se sabe cómo lo logró) a Ferrara, Italia. Allí vive durante varios años en armonía con la hermana Brianda, con la cual se reconcilió.

La Casa Méndez formó una verdadera red de hombres de confianza que facilitó la huida de numerosos criptojudíos de la península Ibérica hacía el Imperio Otomano, donde a partir del año de 1553, nuestra heroína continuó sus obras de caridad y de ayuda a sus correligionarios. Su nombre ya no era Gracia sino Jana. Fundó escuelas, sinagogas, no sólo en la capital de Turquía, sino en Salónica, Tiberíades y otras ciudades. Su hija, Reina, se casó con su sobrino Josef.

Nasí pidió a Venecia una isla para establecer a los judíos refugiados pero le fue denegada. Los judíos fueron expulsados de Venecia en 1550. La confiscación de bienes a sus parientes le hizo pedir la intervención del Sultán y gracias al influyente político judío, Moisés Amón, Solimán el magnífico se interesó por las ventajas de la absorción de familias judías en territorio turco. Consiguió la devolución de sus propiedades. Las negociaciones duraron por el espacio de dos años.

Aquí renunció a su nombre cristiano, João Míguez, y restableció su nombre judío Joseph Nasí, y se casó con su prima Reina. Pronto ganó influencia en la corte del Sultán. En la lucha por el poder entre los príncipes Selim y Baiezid apoyó al primero y como Baiezid fue derrotado en la batalla decisiva en Konya, Nasí obtuvo el favor de Selim que lo hizo miembro de su guardia de honor y el padre, Solimán, le dio en feudo Tiberíades y siete lugares de Palestina, para ser colonizados por judíos.

Tveria había sido establecida por Herodes Antipas en honor del emperador romano Tiberio, en el año 26 de la Era Común, de modo que para este momento ya tenía la ciudad más de 15 siglos. Pero se hallaba en ruinas. Y Don José puso en manos el trabajo a Joseph ben Adret, a fin de hacerla habitable.

Los materiales de construcción no escaseaban: en las calles se apilaban montones de piedras negras. Tampoco faltaba agua, ya que el Lago Kinéret se hallaba al alcance de la mano, y el Río Jordán renovaba constantemente las aguas del lago, haciéndolas potables. Lo que sí faltaba era gente que poblara la ciudad: en Tveria no había más que tumbas de personajes importantes: Rabí Akiva y sus discípulos, Rabí Jojanán ben Zakái, Rambám y otros. Pero la ciudad no contaba con judíos vivientes.

Cuando el papa Pío V publicó la bula del 26 de febrero de 1569 que expulsaba a los judíos de sus estados, muchos fueron los que emigraron al feudo de Nasí.

Según algunas fuentes históricas, el proyecto sufrió por la oposición de parte de la población local, al proyecto de un establecimiento judío.

Se cuenta que un viejo sheikh (dignatario árabe) de Éretz Israel emprendió una acción tendiente a levantar a la población contra el citado plan, lanzando un llamamiento a los árabes de Éretz Israel, en el que les exhortaba del peligro que los judíos representarían para ellos. Les advirtió que, según una vieja tradición musulmana, la reconstrucción de Tiberíades traería consigo el hundimiento de su religión. Como consecuencia de esta prédica, los árabes de Tveria se rebelaron, negándose a construir la muralla que rodearía la ciudad.

Los Pachás de Damasco y de Safed recibieron la orden emanada de la cancillería del Sultán y que llevaba impreso su sello. La misma indicaba que en Estambul consideraban seriamente implementar la Resolución acerca del establecimiento de judíos en la tierra de Éretz Israel

Don José el ilustre judío sabía, que la muralla no bastaría para proporcionar sostén a los pobladores. Era necesario crear las condiciones para un desarrollo económico del novel Estado. Su segunda medida fue plantar en la zona y sus alrededores, muchos árboles de la morera, cuyas hojas sirven de alimento a los gusanos de seda.

Don José Nasí soñaba con hacer de la tierra santa un gran centro de la industria de la seda. También importó lana de España y se instalaron hilanderías. El futuro de los judíos sería como grandes productores de telas.

Hizo traer ganado y enseñó a criarlo. Los inmigrantes de España eran entendidos en la materia y entrenaron a los demás. Don José se preocupó, además, por el desarrollo urbanístico. Las construcciones avanzaron a un ritmo sostenido, se marcaron las calles y se regularon las obras.

Don José había lanzado un llamamiento a los judíos de todo el mundo para que vinieran cuanto antes. Todo judío podía ingresar en el Territorio independiente establecido en el siglo XVI, si así lo deseaba, siempre que tuviera la posibilidad técnica de efectuar la travesía.

El rumor de que se había levantado una nueva ciudad judía sobre las ruinas de Tiberíades, y de que se construía un lugar judío en Éretz Israel, impresionó vivamente a los judíos de Europa. El entusiasmo cundió entre las masas desesperadas, que hasta entonces sólo habían conocido la opresión. Brisas de redención que los impulsaban a una vida nueva en el viejo hogar.

Lamentablemente, el proyecto terminó en la nada. El Pueblo Judío aún no estaba maduro para regresar a su tierra ancestral. Los árabes del lugar molestaban, y a Don José Nasí se le fue el entusiasmo. El “mesianismo práctico” fracasó, aunque Don José siguió dedicando sus desvelos a los intereses judíos.

A la muerte de Selim II, Don José Nasí se retiró de la actividad pública. Pasó sus últimos años dedicado al trabajo intelectual, en su rica biblioteca y en la compañía de otros sabios.

Murió en el año 1579. Su viuda fundó en Estambul una imprenta para la edición de textos hebreos.

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