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viernes 22 de noviembre de 2024

Memoralia: Defensa del Museo Tamayo

ARQUITECTO ABRAHAM ZABLUDOVSKY (QPD)/ GINA ZABLUDOVSKY
Texto escrito durante el primer semestre de 1981

Ahora que se reabrió el Museo Tamayo, es interesante recordar todo lo que se tuvo que luchar, hace más de treinta años,para construirlo. Por estos motivos a continuación doy a conocer un texto escrito por mi padre, el Arquitecto Abraham Zabludovsky cuando el museo estaba en construcción.
Gina Zabludovsky

“Este trabajo se inició hace nueve años, cuando Rufino Tamayo nos encargó el proyecto de un Museo para albergar la colección de arte contemporáneo- pintura- escultura- tapiz- grabado- que durante toda su vida había reunido- y sigue reuniendo. La ocasión era muy interesante. Por una parte se trataba de diseñar un edificio para un conjunto de más de 200 obras de arte moderno; por otra , se trataba de una construcción en el Bosque de Chapultepec, ya que Tamayo donaba su colección con la condición de que el edificio se ubicara en esa área. Estaba convencido de que cualquier otra localización no garantizaba una asistencia nutrida y popular a la nueva institución. La posición de Tamayo era correcta: el grado de desarrollo cultural de la población y las condiciones de transporte de la Ciudad de México conducen a que los establecimientos culturales deben ubicarse en los lugares en que la población tiene su esparcimiento, para que la visita al museo sea un viaje asociado a la actividad de esparcimiento. El Museo de Antropología e Historia y el de Arte Moderno comprueban lo anterior con su elevado número de visitantes. El Museo Carrillo Gil, que tiene una colección interesante y buena promoción, consigue muy bajas asistencias, no obstante que se ubica en un punto accesible en la ciudad. En síntesis, se requiere que los establecimientos culturales se ubiquen en donde la gente acude y depende de tiempo libre. Eso mismo sucedía en Norteamérica a fines del siglo pasado y principios de este, cuando se realizaron los grandes museos y bibliotecas de este país, con la construcción del MET en el Central Park de Nueva York, del museo de Filadelfia y lo de Washington en el Mall. Los museos se asociaron a los lugares de esparcimiento de la población.

En la actualidad, el Bosque cuenta, junto con el de Rufino Tamayo, con un total de 8 museos. Las críticas salidas en la prensa en contra del Museo Tamayo han tenido una visión estrecha: no han tomado en cuenta que los museos en general ocupan una fracción ínfima del suelo del Bosque y que funcionan como el equipamiento cultural del mismo. Tampoco han reparado que cualquiera de las obras viales realizadas dentro del bosque han suprimido áreas verdes equivalentes a la superficie de 20 o 30 museos. Esas críticas fueron, tal vez, las que impidieron que la obra se realizara en el sexenio pasado.
Todo el mundo aconsejaba a Rufino y Olga Tamayo que abandonaran la idea de ubicarlo en el Bosque. Se sugería el Pedregal, la Tercera sección del propio Bosque, y varias otras. Tamayo permaneció firme en su oposición inicial y con el gobierno de Lic. José López Portillo cambió su estrategia: formó un patronato con un grupo de personalidades de la Iniciativa Privada que se comprometía a construir el edificio y administrar y enriquecer a la institución en un futuro.

En esta condiciones el estado permitía el uso del terreno en el bosque, Rufino y Olga Tamayo donaban la colección y el Patronado construía el edificio y se hacía cargo de su funcionamiento. Esta fórmula, muy usual en EEUU pero nueva en nuestro medio, fue decisiva para que se iniciara la construcción del museo, conjuntamente con el apoyo del Arq. P. Ramirez Vázquez y su sugerencia de que el museo se ubicara en el terreno que ocupaba la casa club del antiguo Club Azteca. En esta forma, no se quitaba al bosque un metro cuadrado de área verde. No obstante, las críticas en la prensa tuvieron las dimensiones de una campaña: se exigía a Tamayo que enseñara la colección; se afirmaba que el nuevo museo iba contra de las instituciones existentes y que no existía política de museos.

Todo esto aparte de la conocida crítica y la supuesta destrucción del bosque. En todas estas críticas era fácil advertir un ataque gratuito, personal a Tamayo; este tipo de ataque siempre, e inexplicablemente, lo suscitan las grandes personalidades. Las críticas seguían siendo parciales porque los que pedían conocer previamente la colección para sancionarla carecen de la autoridad moral y técnica para objetar una elección de Tamayo; los que objetaban una ausencia de política cultual relativa a museos olvidan que la ciudad de México tiene 14 millones de habitantes y que va a requerir varios museos más de arte contemporáneo; y que en esta institución participa la iniciativa privada en su instalación y mantenimiento, modalidad que enriquece al país y constituye un reto saludable para las instituciones oficiales.
En todo este tiempo, de 1972 a 1979, el proyecto del museo sufrió muchos cambios, pero conservó las mismas características del diseño original. Comenzó siendo un edificio de 7000m2 – con posibilidades de crecimiento- situado sobre una plaza enfrente de Antropología. Guardaba una posición asimétrica con respecto del eje de este último para evitar la confrontación desfavorable de dos masas desiguales.

Con la afortunada intervención de Ramírez Vázquez el museo se alejó de Antropología y pasó a ocupar, como se dijo, el terreno de la bodega de jardinería (antigua Casa Club). En esta ubicación- que fue la definitiva- el edificio quedó rodeado de árboles y prácticamente en medio del bosque. En esta situación, sus dimensiones tienden a minimizarse ya que las vistas siempre se interrumpen por los macizos de árboles.

El ajuste final del programa se hizo al definirse la ubicación. El edificio quedó con 2,800 metros cuadrados de ocupación del suelo y 4,500 metros cuadrados construidos de los cuales, aproximadamente, la mitad corresponden a salas de exhibición. Conviene aclarar que nunca se tuvo un programa definitivo y rígido. Ése se fue definiendo durante las distintas fases del desarrollo del proyecto. A base de críticas, tanto funcionales como económicas, a base de confrontaciones del proyecto con otros similares en el extranjero y del análisis de su relación con el sitio, se fue configurando simultáneamente un programa y un diseño que satisfacía los requerimientos de ese mismo programa. Para nosotros ésta ha sido siempre la forma normal de diseñar: el proceso del diseño afina los requerimientos el programa y viceversa, de manera que sólo al final se obtiene le conjunto de requerimientos (programa) y el proyecto se cumple. En este proceso esta comprendida la laborar que desarrolla “el cliente” en un proyecto.

La construcción se inició en septiembre de 1979 y será inaugurada en junio de este año. En la actualidad está prácticamente terminada, sólo falta instalar la iluminación y realizar las adaptaciones de museografía que estarán a cargo del Sr. Fernando Gamboa que funge como Director de la nueva institución”.

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