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31 de agosto 2012- Que el Festival de Bayreuth siempre ha tenido que vivir bajo la presión de las sombras de la historia alemana no es ninguna sorpresa. Ha cargado desde los años treinta con las manifiestas simpatías de Hitler hacia la música del genial Richard Wagner.
Desde que los dos hijos el compositor, Wolfgang y Wieland, asumieron la dirección del festival, se ha intentó alejar cuidadosamente el certamen de esa imagen. Sin embargo, ni con ellos ni con sus sucesores la polémica se acaba de apartar de Bayreuth.
Y la 101 edición vivió su propia polémica. Esta vez, los problemas llegaron cuando barítono ruso Evgeny Nikitin, que iba a interpretar el papel principal de «El holandés errante», ópera que iba a abrir el festival, reveló que tenía una cruz gamada tatuada en el pecho. «Una locura de infancia», dijo cuando empezó a intuir el revuelo que se iba a ocasionar.
Ningún secreto
Sin embargo, en una entrevista a Frankfurter Rundschau ha de Katherine Wagner, la actual responsable del festival, insistió en que el festival no tiene nada que ver con ese movimiento. «No tenemos ningún secreto nazi escondido».
Esta edición incluye una exposición organizada por la Casa Wagner de Bayreuth, titulada «Voces silenciadas». La muestra, que también ha irritado muchas sensibilidades, que está dividida en dos secciones, trata la discriminación padecida por los músicos, directores e instrumentalistas judíos durante el Tercer Reich.
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