RABINO YERAHMIEL BARYLKA PARA ENLACE JUDÍO
“Y el Eterno siguió hablando a Moshé, y dijo: “Habla a los hijos de Israel, y di:
‘En el mes séptimo, al primero del mes, debe ocurrir para ustedes un descanso completo, una conmemoración por el toque de trompeta, una convocación santa. No podrán hacer ninguna clase de trabajo laborioso’”. (Vaikrá 23:23).
“Y en el séptimo mes, al primero del mes, deben celebrar una convocación santa. Ninguna clase de trabajo laborioso deben hacer. Debe resultar ser día del toque de trompeta para ustedes…” (Bemidbar 29:1-6).
“ En el año vigésimo quinto de nuestro destierro, al comienzo del año, el [día] diez del mes, en el año decimocuarto después de haber sido derribada la ciudad, en este mismísimo día la mano del Eterno resultó estar sobre mí, de modo que me llevó a aquel lugar” (Yejezkel 40:1).
Rosh Hashaná no aparece en las Escrituras con ese nombre. El profeta Yejezkel usa el término pero, como pudimos leer, se refiere a Iom Kipur. Y cuando en Vaikrá 25:9, leemos “Y tienes que hacer sonar el cuerno de sonido fuerte en el mes séptimo, en el día diez del mes; en el día de expiación ustedes deben hacer sonar el cuerno en toda su tierra”, comprendemos que Rosh Hashaná y Yom Kipur conforman una unidad indisoluble. El toque de trompeta es la acción que define la larga jornada de dos días. El primero del mes séptimo es Día de Juicio, y día de Recuerdo y Memoria. Es día de Clamor y Alegría. Y es la cabeza del año.
Sin embargo, Rosh Hashaná ha quedado grabado en nuestras mentes con este nombre. En Rosh Hashaná oímos el shofar, tan distintivo para convocatorias, alegrías y para la lucha, y cuyo áspero sonido consigue seguir conmoviéndonos profundamente toda vez que lo escuchamos. “Con las trompetas y el sonido del cuerno griten en triunfo delante del Rey, el Eterno”, leemos en Tehilim 98:6, y no solamente en Rosh Hashaná, y en el capítulo 81:3-4, “En la luna nueva, toquen el shofar; cuando la luna está oculta, para el día de nuestra fiesta. Porque es una disposición reglamentaria para Israel, una decisión judicial del Di-os de Jacob”.
Cuando el pueblo adopta un nombre para una fecha, está determinando también su visión de la misma, por lo que intentaremos en estos renglones explicar de la manera más simple a qué nos referimos cuando hablamos de rosh-cabeza-cerebro.
Rosh Hashaná es el cerebro del año. Tiene la habilidad de conducir las decisiones voluntarias y conscientes de las personas. Es el asiento del intelecto, de la memoria, de las decisiones. Rabí Iojanán nos enseñó que tres libros son abiertos en Rosh Hashaná, uno de malvados absolutos, uno de justos absolutos y uno de intermedios.
Los justos absolutos – son inscritos y sellados inminentemente para la vida. Los malvados absolutos – son inscritos y sellados prontamente para la muerte. Los intermedios – quedan pendientes desde Rosh Hashaná hasta Iom Hakipurim. Si son merecedores – son inscritos para la vida, si no – son anotados para la muerte. Estos libros son parte del Cerebro de la Vida. En ellos se inscribieron todos los actos y todas las acciones. Rosh Hashaná capitanea, dirige y lidera el largo camino de todos los días del año que comienza. Es la jornada ideal para poner la cabeza sobre los hombros, y usar el discernimiento para planificar el año nuevo con toda nuestra cordura y el más sano temor de D’s, sin andarnos por las ramas. Es la oportunidad para pasar por la cabeza todo lo que hicimos, y revisar las ideas que nos pusieron en ella sin percibirlo siquiera, leyendo informaciones superfluas o distrayéndonos innecesariamente, en vez de mantener un rumbo fijo como verdaderos integrantes del pueblo que eligió cumplir y oír la ley de la Torá. ”.
Es el momento de bajar todo lo inservible que se nos subió a la cabeza. Los halagos tanto como los insultos, y desde luego lo más peligroso de todo, la embriaguez del éxito, siempre vanidad. Lo que hemos hecho bien, así ha sido porque hemos aplicado bien lo aprendido; ¿a qué enorgullecerse? No podemos estar mal de la cabeza otro año, cuando debemos estar de pie sobre nuestros propios pies, con la cabeza llena de Torá que ilumine todos los actos de nuestra propia vida y que sea faro en la tenebrosa para las de aquellos que se fijen en nosotros. No es simple encabezar procesos, particularmente cuando entrañan cambios, y a veces grandes cambios. Para ello es necesario usar la cabeza, sin perderla ni por un instante. Hay que tratar de estar bien “de la cabeza”, y luego, de la cabeza a los pies.
Rosh es también cráneo, pero también jefe y capitán, caudillo, líder, y adalid, superior, cima y cumbre, ápice, apogeo, cenit, corona, origen y comienzo.
Cuando llamamos a la fecha Rosh Hashaná estamos diciendo que no deseamos la continuación del año pasado, sino un inicio. Queremos que finalice el año y sus maldiciones y que comience un ciclo nuevo con sus bendiciones.
Deseamos reestrenar el tiempo. Pero teniendo la cabeza firmemente adherida al cuerpo. Sin disociaciones ni mensajes enviados a través de códigos incomprensibles. Queremos que la cabeza del año esté sobre nosotros para que podamos tener una visión omnicomprensiva de lo que nos espera. Un rumbo fijo en un mar ciertamente tormentoso. Que estemos centrados sin perder el equilibrio. Que podamos discernir y elegir libremente y que al hacerlo tengamos todos los elementos para tomar las decisiones correctas.
El Yalkut Shimoni nos dice que “se reunieron los ángeles de la guardia ante el Santo Bendito, y le preguntaron: ¿Cuándo es Rosh Hashaná y cuándo el día de Kipur? Y Él les contesta, ¿a mí me interrogan? Ustedes vendrán conmigo ante la Corte terrenal, y sabremos la respuesta”. En el cerebro del año no recordamos milagros celestiales. Nada que no sea natural. Sin embargo el Talmud nos trae una larga lista de coincidencias con el día. Sara, Rajel, Janá, fueron convocadas para la maternidad y nuestros antepasados los esclavos en Egipto fueron exentos de su trabajo. No es fecha de liberación ni de alegría especial. No viene acompañado por memoria de acciones especiales a conmemorar.
Su objetivo es hacernos oír el despertador cuando estamos durmiendo en la conducción de nuestras vidas para que no colisionemos contra los obstáculos que por lo general nosotros mismos colocamos delante de nuestros propios pies. Nuestro arrepentimiento es tan fuerte que se instala delante de la Corte Celestial.
Y así era la plegaria del Sumo Sacerdote en Iom Hakipurim al salir en paz del Santuario: “Sea Tu voluntad, oh Di-os nuestro y de nuestros padres que este año que llega a nosotros y a todo tu pueblo de Israel esté donde se encuentre, si fuera sequísimo que sea lluvioso, que no entren (las oraciones de) los viajeros para pedir que no llueva cuando el universo necesita del agua, que nadie desespere por ganar el peculio y que nadie necesite del auxilio del otro y tampoco de otro pueblo, que las mujeres no aborten el fruto de sus matrices, que los árboles den sus frutos”.
Shaná tova, en el que seamos autores de nuestras decisiones y que estén de acuerdo con nuestra fe y con nuestras necesidades verdaderas.
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