GIULIO MEOTTI/TRADUCCIÓN MAY SAMRA
Conozco el miedo. Europa ha vuelto a la época Pre-Segunda Guerra Mundial
El escritor es un no judío, que se describe como incondicionalmente pro-Israel
Cuando judíos y no-judíos marchan en Suecia con kipá para demostrar que no tienen miedo, conozco el miedo.
Cuando el antisemitismo es otra vez la moneda más común de la política en Europa, conozco el miedo.
Cuando el Gran Rabino de Lyon recibe amenazas de muerte con fotos amenazantes, conozco el miedo.
Cuando un rabino y su hija están asaltado en el centro de Berlín, conozco el miedo.
Cuando los guardias patrullan las calles cercanas a la escuela judía de Roma con detectores de metales, en busca de explosivos, conozco el miedo.
Cuando yo, un no-judío, recibo cartas diciendo “Querido insecto que come heces, escarba en el estiércol sionista, ya que es natural para ti” y mi nombre aparece en la lista de la “mafia ebraica”, conozco el miedo.
Cuando en Brujas se debate la “criminalización de la islamofobia” como lo hiciera la Unión Soviética con el “desviacionismo”, conozco el miedo.
Cuando la circuncisión es perseguida en Alemania, al igual que cuando, durante la Shoá, este ritual judío podía traer consigo una sentencia de muerte, conozco el miedo.
Cuando los funcionarios de Hezbolá dan cátedra en la Universidad de la Sorbona, conozco el miedo.
Cuando las casas de los caricaturistas están protegidas como bunkers, con cámaras, conozco el miedo.
Cuando la oficina de la revista francesa Charlie Hebdo es atacada con una bomba incendiaria, conozco el miedo.
Cuando hasta los lápices quienes visitan a Geert Wilders son cateados por la policía, conozco el miedo.
Cuando el valiente periodista alemán Henryk Broder es demandado por usar el término “antisemita”, conozco el miedo
Cuando en Londres los historiadores israelíes escapan linchamientos por musulmanes vestidos de keffiyahs , conozco el miedo.
Cuando,en Tolouse, judíos son abatidos y a nadie le importa, conozco el miedo.
Hoy en día, el miedo domina el corazón de los muy pocos escritores y periodistas que están dispuestos a decir la verdad.
Cuando muchos de ellos son llevados a juicio por sus ideas,conozco el miedo.
Porque los judíos y los periodistas son como el canario en la mina de carbón.
Si Europa deja de protegerlos, es de temer que muy pronto nadie se sentirá seguro en Europa.
Eric Zemmour, periodista y escritor judío, ha sido declarado culpable de odio racial después de decirle a un programa de entrevistas de televisión que los traficantes de drogas eran en su mayoría “negros y árabes”. Hace unas semanas, Zemmour fue despedido de su programa de radio.
La ya fallecida escritora italiana Oriana Fallaci fue a juicio en Francia e Italia, donde las asociaciones antirracistas de izquierda la compararon con Osama bin Laden.
Alain Finkielkraut, filósofo francés distinguido, ha sido demandado por odio racial por haber dicho que si los disturbios del gueto de 2005 hubieran sido “blancos, como en Rostock, Alemania … todo el mundo habría dicho:” El fascismo no será tolerado”. Desde entonces, Finkielkraut ha guardado silencio. Por eso temo.
Porque los ataques funcionan.
Porque el escritor Michel Houellebecq fue a juicio por su novela “Plataforma” y por entrevistas en las que criticaba al Islam, otros periodistas se convirtieron en refugiados en su propio país.
En los Países Bajos, donde el cineasta Theo van Gogh fue asesinado por un musulmán por su crítica al Islam, el dibujante Gregorious Nekshot utiliza un seudónimo para protegerse. En la Universidad de Leiden, ciudad de Rembrandt, la oficina del profesor de Derecho Afshin Ellian, quien escapó de la dictadura religiosa iraní, está protegida por paredes a prueba de balas y policías.
El filósofo francés Robert Redeker ha sido condenado a muerte en una página web islamista que, con el fin de facilitar la tarea de un asesino en potencia, dio su dirección, teléfono y una foto de su casa. Redeker me contó cómo vive ahora: “No puedo ir a comprar el pan o los periódicos- o un vaso de vino. No puedo caminar por las calles. Soy un refugiado en mi propio país. No puedo subir al tren, el autobús o el metro. Recibo el correo en un lugar lejos de mi casa. No tengo contacto con la gente de la zona en la que elegí vivir. La policía vigila mi casa. Para evitar la sala de espera, un médico viene a mi casa. Un amigo me corta el pelo. Los amigos se han vuelto pocos. Mi mirada sobre el hombre ya no es la misma. Está llena de melancolía “.
Demonización y persecución cazan a quien disiente de lo políticamente correcto.
El caso más reciente es Richard Millet.
Antes de 24 de agosto, Millet era uno de los más importantes editores literarios de Francia. Trabajaba para la editorial de renombre Gallimard, donde desempeñó un papel decisivo en la publicación de best sellers como “Las Benévolas” porJonathan Littell. Él mismo es un célebre escritor, cuyos importantes libros ganaron premios de la Academia Francesa
Pero después de publicar un pequeño folleto sobre la masacre del año pasado en Noruega, Millet se convirtió en un demonio, digno de ser quemado en la hoguera. Escribió que los actos de Breivik son la consecuencia del “multiculturalismo nihilista” de Europa, de su “desesperación”, “pérdida de la identidad nacional”, “islamización” y “fraternidad irénique”, que es la ilusión de vivir en armonía con el Islam. Razonable, pero lo suficiente para hacer de él un paria.
Periódicos como Le Monde promovieron una campaña contra el escritor, llamándolo “islamófobo” y lo acusaron de ser un luchador libanés ex falangista. El autor musulmán de habla francesa Tahar Ben Jelloun llamó “repugnante” el libro de Millet y pidió a su editorial, Gallimard, despedirlo (“Millet no puede ser parte de esta organización”). Millet probablemente perderá su empleo y sus libros serán boicoteados.
Es cierto que el honor de Europa será salvado por algunos escritores armados con plumas y coraje. Pero también es cierto que estos escritores están solos, que la intimidación islámica funciona, que Occidente capituló, que el miedo domina también los tribunales y que el antisemitismo está alcanzando nuevas proporciones epidémicas. En Lyon, los viejos tiempos de Klaus Barbie,el líder de la cruel Gestapo, están de vuelta y hay rabinos amenazados de muerte.
En estos días, las calles de Europa están muy oscuras y me siento como un judío en Berlín en los años 20. Es siempre mejor cuidarse las espaldas.
¿Con cuántos amigos pro-Israel puede el Estado judío realmente contar en estos días?
Un día llegué a mi oficina, las escaleras habían sido objeto de vandalismo, estaban cubiertas de pintura roja, con las palabras “Palestina libre”.
Conozco el miedo.
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