“D-os no tiene celular, pero yo hablo con él. No tiene Facebook, pero es mi amigo. No tiene Twitter, pero yo lo sigo”.

RABINO MARCELO RITTNER PARA ENLACE JUDÍO

Volver a casa/Shabat Nitzanim 5772

En caso que no lo hayan notado, esta noche comenzaremos un nuevo año. 5773. ¿Cuándo empiezan los Yamim Noraim? Para algunos en Rosh Jodesh Elul, para otros el domingo por la noche, para otros en el momento que entran al shul, al knis o al beit hakneset.

Y para otros pueden comenzar justo ahora.

Cuando pensé cual sería mi último mensaje del año, vino a mi mente un relato que siempre estuvo entre mis 10 preferidos. La historia se titula “Ales tzulib a hut, Todo a causa de un sombrero” y fue escrita por el inigualable Sholem Aleijem. Trata sobre el regreso de Sholem Shajne, que se dedica a bienes raíces, para pasar las fiestas en familia. Es una comedia de errores que reflejan la vida en el shtetl. La acción se desarrolla en la estación de tren, donde nuestro shlemiel, después de días de viaje, llega a Zlodievke, exhausto y con solo una conexión más por tomar. Temeroso de quedarse dormido, le da una propina al portero para que lo despierte cuando llegue el tren. Se sienta a lado de un oficial gentil que también estaba durmiendo. El tren llega a medianoche. El portero lo despierta, pero Sholem profundamente somnoliento por equivocación se pone el sombrero del oficial, sube al tren y de pronto se ve tratado con una inusual cortesía y respeto por el inspector y todos los demás. Le aconsejan no sentarse en tercera con la chusma: “Su excelencia, hay un asiento reservado para usted en primera clase”. Sholem, que se siente confundido y creyendo ser objeto de burlas, al pasar por un espejo se mira y descubre el motivo de tanta adulación. En el mismo vagón encuentra el oficial cuyo sombrero tomó por equivocación. “Que mala suerte —pensó—, le dije al portero que me despertara y en vez de eso despertó al oficial, lo que significa que seguramente yo sigo dormido en la banca”, y rápidamente recoge sus pertenencias y se apura a regresar a la banca donde dormía, y cuando lo hace, el tren parte sin él.

Esta es una extraña historia, un poco enigmática con un toque de tragedia. Se trata de una historia acerca de los caprichos de la vida moderna, una parábola sobre identidades. La historia de un judío que, creyendo ser otro, pierde el tren que lo llevaría a casa. Me quedé pensando en analogías de este relato con los días de elul y especialmente en erev Rosh Hashaná, una época en la que tal vez de una manera especial queremos hacer teshuva, buscamos cómo regresar a casa.

Primero aprendemos que solamente podemos regresar en la medida que sepamos quiénes somos. Si perdemos el tren, física y espiritualmente, lo perdemos porque en realidad no sabemos bien quiénes somos o hacia dónde nos dirijimos.

De hecho, el “volver a casa” es un tema importante en nuestra Torá, nuestra historia y nuestra tradición. Es una idea que repetimos en cada tefilá, en cada celebración. Pero en esta época se nos presenta como una visión tridimensional. Nuestra tradición nos enseña que, por un lado cada uno de nosotros desea reconciliarse con la persona que podría ser: lograr sentirnos en casa con nosotros mismos. Por otro lado, está el regreso por medio de nuestra relación con el otro. Tu familia, tu pareja, tus hijos, tus padres, en fin: todos los que comparten tu vida. Compartir una mesa festiva, rezar sheejeianu, brindar por la vida. Reconocer errores, poder escuchar, volver a casa para encontrar a aquellos de quienes nos alejamos en el ajetreado y complejo viaje de la vida. Y finalmente, el tercer tema de estos días y de manera simultánea, es que también intentamos regresar a Dios, a nuestra tradición, a nuestra fe, a nuestros valores.

Queremos volver a casa con nuestro idishkait, reencontrar nuestro ser espiritual, nuestra neshamá. Deseamos sentir Su presencia, encontrar el sentido de nuestra vida, sentirnos parte de algo mayor que nosotros mismos, parte de una comunidad, parte del pueblo de Israel.

Nos invade una cierta nostalgia que nos conecta con nuestro pasado, las generaciones que nos antecedieron, con la nostalgia de aquellos seres queridos que recordamos con mayor intensidd en estos días. Y queremos volver a casa. A nuestra casa personal, a la casa que construimos en nuestra relación con los otros y a nuestro Mishkán. No es un camino facil, debemos hacer teshuvá, debemos hacer un largo viaje y corremos el peligro como en el relato de creer que somos otro, o simplemente seguir dormidos mientra la vida pasa.

La Pesikta de rab Kahana enseña que D-os nos dice: “Abran a mí la puerta del arrepentimiento, que puede ser incluso tan estrecha como la punta de una aguja, y Yo voy a abrirla tanto que los vagones y los carros podrán pasar a través de ella”. Debemos animarnos a dar ese primer paso.

Familia Bet El y Comunidad Judía de México, cada uno y todos juntos comenzamos esta noche el viaje hacia D-os y hacia los otros y hacia nosotros mismos. Les deseo que se mantengan despiertos y alertas para a lo largo de las jornadas. Y como aprendemos de la parashá de este Shabat, siempre debemos elegir la vida, siempre debemos elegir la bendición y hacer el bien. Es el primer paso de nuestro viaje en la dirección correcta.

Quiero a nombre de los rabinos, los jazanim, los voluntarios, desearles cada uno y a cada familia, Shana Tová, un año abudante en dulzura sin calorías. Un año de optimismo y de fe, de cercanía con Dios; un año de Shalom y Brajá y Parnasá para nosotros, para Am Israel, y para toda la humanidad.

Les dejo mi cariño y este bonito pensamiento para que lo compartan: “Dios no tiene celular, pero yo hablo con él. No tiene Facebook, pero es mi amigo. No tiene Twitter, pero yo lo sigo”.

Y en este 5773 sonrían porque lo mejor está por venir.

Shana Tová a todos!!!!