JEAN MEYER/DIARIO LIBERTAD
Ciertos tambores de guerra en el Oriente Medio me crispan los nervios. Frente a la incierta amenaza nuclear iraní (nadie está en el secreto de los dioses, y de los ayatolas tampoco), quiero tranquilizarme: ciertamente, los israelíes se espantan y se impacientan, pero Estados Unidos, si es que desea una intervención, no la quiere en 2012 porque vienen las elecciones. ¿La prueba? Frena a cada rato al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dicen que la bomba no es para mañana, que las sanciones económicas convencerán a los ayatolas…
En 1981 Israel estaba muy preocupado por el programa nuclear iraquí y multiplicaba los gritos de alarma; dijo que si Estados Unidos no hacía algo para parar el reactor Osirak, sus fuerzas armadas tendrían que hacerlo. Luego, seis meses antes del ataque israelí que, efectivamente, acabó con el reactor, se dejó de tocar el tema. Retrospectivamente, los historiadores se dieron cuenta de que este silencio significaba que la decisión se había tomado. Sé que la historia no repite, pero espero que el barullo actual de la necesaria intervención, cuanto antes, de Estados Unidos y de Europa, signifique que no se ha tomado, en el secreto del gabinete israelí, la decisión fatal de atacar a Irán.
La crisis alrededor del nuclear iraní (¿civil o militar? Teherán jura que civil, el gran ayatola dice que el islam no permite el recurso pecaminoso al arma nuclear) entra en su décimoprimer año. Todos los esfuerzos diplomáticos han fracasado. Se nos dijo hace un año que, de mantener el ritmo, Irán tendría a fines del 2012, 250 kilos de uranio enriquecido a 20%, en un lugar inalcanzable por las bombas. Esa cantidad podría, luego, ser transformada en material para un arma nuclear, en 30 días… Eso decía el finlandés Oili Heinonnen, antiguo jefe de inspectores internacionales. ¿Cierto o no? Quién sabe.
Tal información tenía que asustar. Quizá eso explica que en abril-mayo del año en curso se hayan abierto nuevas negociaciones, después de una muy larga interrupción. Hubo una racha de optimismo: “El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) anuncia un principio de acuerdo nuclear con Irán. Las diferencias existentes no son insalvables” (23 de mayo), la esperanza pronto se disipó. El agravamiento de la crisis en Siria, el debilitamiento del aliado estratégico de Teherán, tuvo mucho que ver. En la perspectiva de una eventual caída de Bashar, acelerar el programa nuclear se vuelve algo lógico: Saddam Hussein fue destruido por EU porque no tenía el arma letal, mientras que los gobernantes de Corea del Norte, que la tienen, siguen sanos y salvos.
En agosto, el primer ministro israelí y su secretario de la Defensa esgrimen nuevos informes de EU y de la OIEA sobre el avance del programa iraní, para pedir una intervención militar cuanto antes. La prensa israelí no ha dejado de especular en las últimas semanas sobre un inminente bombardeo. Lo bueno, espero yo, es que el debate es público y las declaraciones cotidianas y contradictorias. Lo interesante es que el ejército y los servicios de información (espionaje) han tomado posición en contra. Un maquiavelo de café —por eso escribo con m chica— dirá que es para engañar a los iraníes, de modo que no crean en un ataque que los tomará por sorpresa. Otra vez: quién sabe… ¿Por qué dice la ONU que Teherán elevó su capacidad de enriquecer uranio y que eso aviva el riesgo de un conflicto? ¿Hablan en serio o echan leña a la hoguera, de manera irresponsable?
*Profesor e investigador del CIDE
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