20 MINUTOS.ES
Armado con una potente cámara y avanzados sensores, el miniavión sin piloto Skylark se ha convertido en una de las herramientas más valiosas de las fuerzas de infantería israelíes para vigilar y espiar al enemigo en zonas de combate.
Fabricado por la empresa Elbit Systems, una de las más conocidas a nivel mundial en sistemas electro-ópticos para el campo de batalla, este aparato está en servicio en el Ejército israelí desde 2007, y también ha sido vendido a una veintena de países que han participado en los últimos escenario bélicos, entre ellos Irak y Afganistán.
“El aparato presta servicios a nivel de batallón para proveer información en tiempo real a los oficiales al mando”, explica el teniente Nir Zabarsky, comandante de la unidad de reconocimiento que opera estos aparatos, durante un ejercicio militar en el norte de Israel en el que se simulan las condiciones más extremas.
“Con él pueden ver la situación sobre el terreno en varios sitios (a la vez)”, agrega sobre una posibilidad que hasta su entrada en servicio no existía en ningún ejército del mundo.
Las misiones de reconocimiento táctico recaían hasta no hace muchos años en pequeñas unidades avanzadas que informaban al grueso del batallón y desde el aire, a bordo de aviones y helicópteros que no siempre se encontraban disponibles en la zona de combate. También se han empleado, en los albores de la aeronáutica (siglo XVIII), globos aerostáticos pero, como en los casos anteriores, tripulados.
Como si de una maqueta se tratase
Trasladado por la tropa, el Skylark tiene una carga máxima al despegue de sólo 7,5 kilos y una útil de 1,2 kilos. Por no necesitar pista (“aterriza” por desaceleración y sobre un colchón inflable), su gran ventaja es que lo hace funcionar la Infantería, que no necesita así recurrir al apoyo de otros cuerpos para misiones de reconocimiento táctico.
“Nos ofrece una información que de hecho no existía hasta ahora, ni en nuestro ejército ni en el de otros países. Puede desplazarse de un lugar a otro en cualquier circunstancia, es muy rápido y funciona en las condiciones más adversas”, explica Zabarsky.
Con una envergadura de 3 metros, todo el equipo es desmontable y trasladado en dos mochilas.
Un radio operador hace las veces de “piloto” con un pequeño ordenador y un radarEn cuestión de minutos, como si fuera una gran maqueta, los soldados ensamblan el fuselaje con los demás componentes (alas, timón, etc) y dan vida a un avión que para volar es “catapultado” a mano alzada y con la ayuda de un cable elástico.
Un radio operador hace las veces de “piloto” con un pequeño ordenador y un radar, también desmontable, que funciona de nexo en las comunicaciones.
“Hacerlo funcionar requiere en realidad sólo dos personas: uno que lanza el avión (al aire) y otro que lo pilota. Desde el ordenador le doy las instrucciones”, relata “el piloto” Noam Goldberg.
Y es que en la guerra moderna son cada vez más los pertrechos y equipos que funcionan sin tripulación.
Israel fue uno de los primeros países del mundo en introducir en sus filas hace casi dos décadas, aviones no tripulados para misiones de reconocimiento, los popularmente conocidos como “drones” (abejorro), por el sonido de sus motores, eléctrico en el caso del Skylark e inaudible a 100 metros de altitud.
Su corazón es una potente cámara de visión diurna y nocturna y los sensores, que en cuestión de milisegundos trasladan al centro de mando, en una alta resolución, todo lo que ven en la superficie.
Durante las tres horas de autonomía, el avión puede vigilar un radio de entre 20 y 40 kilómetros (según la versión del aparato) y observar el movimiento de fuerzas enemigas, detectar la ubicación exacta de infraestructuras y la presencia de civiles. “Sirve para todo: para dirigir nuestro fuego con más exactitud, para asegurarnos de que no afecta a inocentes que no participan en los combates”, especifica Zabarsky.
Los sensores infrarrojos y electro-ópticos ofrecen visión en un techo de servicio de hasta 15.000 pies, pero el Skylark puede también realizar vuelos a muy baja altitud, casi rasantes, unas características que con las que cualquier general de campo sólo podría haber soñado hasta hace menos de una década.
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