EL PAÍS
Solo hace falta el propio cuerpo y un móvil para hacer sexting. Esto es, enviar mensajes, fotos o grabaciones eróticas o sexuales captadas por uno mismo a otra persona a través del teléfono o Internet. Muchos piensan que se trata de sexo seguro, al no haber posibilidades de embarazo o contraer enfermedades de transmisión sexual. Pero expertos en nuevas tecnologías y sexología advierten de que tiene importantes riesgos. Una vez se ha enviado el material, el dueño pierde el control, y se abre la posibilidad de que se difunda de manera masiva.
“Mostrar tu excitación no es novedoso”, asegura Andrés López de la Llave, director del máster de sexología de la UNED. “En el siglo XVIII se escribían cartas eróticas, porque ese era el medio de comunicación. Ahora se hace por Internet”, explica el psicólogo. Compartir sexo no es nuevo, dice el experto, pero reconoce que hay que reflexionar sobre la “potencia” de los medios actuales. Internet permite que mensajes, vídeos o imágenes se multipliquen incontroladamente. Pero pese al riesgo de pérdida de privacidad, el sexting es una práctica en aumento, sobre todo entre los más jóvenes, según indican estudios recientes.
Una investigación de la Academia Americana de Pediatría revela que un 15% de adolescentes estadounidenses entre 12 y 18 años practica sexting. Este porcentaje es muy inferior en España. Un informe realizado por el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación (Inteco) publicado en noviembre de 2011 arroja que un 1,5% de menores de 10 a 16 años envía mensajes de contenido erótico o sexual, mientras que un 4,3% los recibe.
Pablo Pérez San-José, gerente de Inteco, adelanta que “como otras modas que llegan de Estados Unidos” el fenómeno puede extenderse. También entre los adultos. Un 42,8% de personas de 18 a 24 años declaró que compartía material íntimo, según una encuesta realizada por la Universidad de Michigan el pasado mayo.
“Es una conducta más dentro de la seducción”, opina María Pérez Conchillo, presidenta de la Academia Española de Sexología. “No pasa nada por hacerlo, pero hay que tener en cuenta que no hay seguridad de que quede en la esfera íntima”, añade. Una vez que una imagen sale a la luz es incontrolable, según los expertos.
El último caso sonado ha sido el de la concejal de Los Yébenes Olvido Hormigos, cuyo vídeo sexual —difundido por un amigo— ha dado la vuelta al mundo y puede verse en páginas web extranjeras. “Esa foto te va a perseguir el resto de tu vida. Seguramente quede en Internet para los siglos”, afirma Pérez San-José. El experto en nuevas tecnologías apunta la dificultad de borrar una imagen de la Red, que puede acabar alojada en un servidor en cualquier país. Eso sin contar las copias en sus dispositivos que pueden guardar millones de usuarios aunque se haya retirado la información inicial.
Las consecuencias de que imágenes eróticas trasciendan la esfera íntima sin que sea deseado “pueden ser devastadoras”, según Pérez Conchillo. La pérdida de privacidad y los riesgos psicológicos pueden afectar a todo el mundo, pero en menores son “especialmente graves”, dice Pérez San-José. Los niños son más susceptibles de sufrir sextorsión (amenazas) y cyberbulling (acoso). “Hay que tener en cuenta que el sexo se usa como chantaje”, subraya Pérez Conchillo.
La investigación de la Universidad de Michigan Sexting entre adultos jóvenes apunta que la mayoría de personas que lo practican lo hacen con su pareja romántica. “Pero el esplendor amoroso se acaba”, recuerda la presidenta de la Academia de Sexología.
La mayoría de revelaciones de material erótico privado las difunden precisamente exparejas, según afirman los expertos. Normalmente, esta venganza por la ruptura se hace en redes sociales, pero también existen páginas especializadas para colgar este material. En PantallasAmigas, web que promueve el uso responsable de las nuevas teconologías, han detectado que algunos jóvenes procuran grabar a sus compañeros sentimentales para evitar el fin de la relación amenazando con la publicación. Este tipo de sextorsión no es único. También se practica el chantaje para conseguir más imágenes o favores sexuales.
Pérez Conchillo ha tratado en su clínica casos como el que narra: “No se atrevía ni a salir a la calle”, cuenta de una chica a la que su exnovio grabó practicando sexo y después envió el vídeo a todo el pueblo. Para evitar este tipo de situaciones, Jorge Flores, director de PantallasAmigas, insiste en que lo primero es valorar con quién se comparte material íntimo. “Los chavales practican sexting como parte del flirteo, cuando aún no hay una relación”, alerta. Existe incluso una moda incipiente de enviar fotos o vídeos eróticos a números al azar para que los reciba un desconocido.
“El problema es que los jóvenes mandan los mensajes sexuales de forma indiscriminada, lo que es propio de la conducta irreflexiva de la adolescencia”, explica Pérez Conchillo. López de la Llave coincide: “Tienen menos capacidad de visión de futuro”. Ambos insisten, sin embargo, en que la práctica del sexting no es mala en sí misma. Pero recomiendan educación sexual que incluya información sobre nuevas teconologías. El gerente de Inteco —que en febrero publicó una guía para la prevención del sexting en menores— también cree que la formación es fundamental. “Muchos adolescentes creen que lo que hacen en Internet o con el móvil es anónimo. Lo que demuestra un profundo desconocimeinto”, dice.
Además del riesgo de pérdida de privacidad —con las consecuencias psicológicas que eso pueda provocar—, el sexting tiene una dimensión legal. “Tener o reenviar fotos de menores desnudos es un delito, incluso si el que lo hace es otro menor”, recalca Pérez San-José. En PantallasAmigas recibieron en 2011 la consulta de un padre al que le había llegado una denuncia contra su hijo, acusado de poseer en su móvil una foto de una niña desnuda (que ella misma le había enviado sin mediar coacción).
Cuando se manda este tipo de material de un adulto sin su consentimiento, como el caso de Hormigos, se trata de revelación de secretos, cuya condena puede ser de uno a cuatro años. “En estos casos los culpables normalmente aceptan los cargos, no van a la cárcel, pero tienen antecedentes”, explica Jorge Campanillas, abogado especializado en nuevas tecnologías. Por eso desde PantallasAmigas promueven campañas con el mensaje No difundas. “Se trata de romper la cadena”, dice Pérez San-José, de Inteco.
“Internet no olvida”, recuerda Campañillas. Por eso los esfuerzos deben estar centrados en la “custodia” de las imágenes eróticas de uno mismo. Pero el director de PantallasAmigas reconoce que “es imposible evitar” que los chavales compartan este material. “Por eso”, añade, “les damos pautas para que hagan sexting seguro, si es que eso es posible”.
El primer consejo es simple: nunca enviar imágenes en las que la persona sea reconocible —“sin cara, sin tatuajes…”, dice—. Flores también recomienda poner claves para acceder a las fotos que se quieren proteger en un móvil. No son pocos los casos de personas que han encontrado sus desnudos publicados en Internet después de haber perdido o sufrido un robo de su teléfono. Como ejemplo, les ocurrió a las actrices Scarlett Johansson y Miley Cyrus.
Los desarrolladores de aplicaciones para móvil han dado respuesta a esta necesidad de compartir sexo de manera segura. Existe un servicio para iPhone con el que se pueden compartir fotografías de desnudos, que se borran del aparato receptor en 10 segundos. Sin posibilidad de copia o reenvío. Otras aplicaciones permiten bloquear imágenes, que solo serán visibles si se conoce una clave.
Cualquier medida es poca para proteger la intimidad, opina Flores, a la vista de que las personas que practican sexting no renuncian a hacerlo pese a los riesgos. Cada vez es más fácil encontrar páginas accesibles desde un móvil en las que se pueden compartir fotografías sexuales para ligar. Pero el desnudo no es la única información privada que se puede utilizar en este modo de flirteo online. Algunas aplicaciones permiten decir cuándo se mantuvo la última relación sexual, dónde y cuánto duró. Normalmente, estos servicios solo son accesibles para mayores de edad, pero los menores utilizan otras vías a su alcance, como mensajes, whatsapp o redes sociales. En estas últimas existen grupos para compartir toda suerte de material erótico, desde fotografías de exnovios hasta el número de teléfono para sextear.
Cuando la información privada salta a la esfera pública es prácticamente irreversible. Pérez Conchillo señala que la consecuencia que pueda tener para la persona depende de la importancia que cada uno le otorgue a la privacidad. Cree, además, que llegará un momento en el que la existencia de imágenes íntimas en Internet será “más normal”. Ahora, sin embargo, “el sexo se entiende como algo negativo. Esto solo se puede explicar por la asociación al pecado que se hace desde la religión”, argumenta Pérez Conchillo. Por eso la difusión de este tipo de información se utiliza a veces para acosar, insultar y vapulear públicamente a una persona a través de Internet y dispositivos móviles. Es lo que se conoce como cyberbullying.
Tecnológicamente, el sexting no es seguro. Un reciente estudio de la Academia Americana de Pediatría, publicado hace una semana, además relaciona esta práctica con hábitos sexuales de riesgo en adolescentes. La encuesta realizada a jóvenes de 12 a 18 años reveló que los que mandaban mensajes eróticos por móvil tenían una mayor probabilidad de mantener relaciones sin utilizar protección anticonceptiva. En los adultos, sin embargo, el sexting no se asocia a prácticas sexuales físicas inseguras, como así lo comprobó la Universidad de Michigan en su estudio Sexting entre adultos jóvenes.
El sexo, online o presencial, no es nuevo. Pero las maneras de practicarlo evolucionan a la par que la sociedad. Las nuevas tecnologías cambian la conducta de las personas, desde el trabajo hasta la cama. Unas veces se utilizan bien y otras no tanto. Mejor, si se está prevenido.
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