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24 de septiembre 2012.-Diez estaciones del metro de Nueva York exhiben a partir de hoy unos provocativos anuncios en los que compara a los radicales islamistas con salvajes. Los intentos de los responsables del transporte público (MTA) por frenarlos han fracasado.
El peso de la historia les ha vencido. La primera enmienda de la Constitución, que garantiza la libertad de expresión, ha resultado insalvable. En plena agitación en los países musulmanes, supuestamente espoleados por una película blasfema de Mahoma, y con las embajadas estadounidenses en máxima alerta, un juez de Manhattan ha dado la luz verde.
“En cualquier guerra entre un hombre civilizado y un salvaje -reza el lema-, apoya al hombre civilizado. Apoya a Israel, derrota a la yihad (guerra santa)”.
Detrás de esta iniciativa aparece Pamela Geller, una ultraconservadora que con su blog Atlas Shrugs se ha erigido en una de las principales defensoras de la falsa denuncia de que Barack Obama es un usurpador de la presidencia por ser extranjero. Geller, una de las líderes en la polémica contra una mezquita cerca de la zona cero del 11-S, es la directora ejecutiva de la American Freedom Defense Initiative, que subvenciona la campaña.
Los anuncios ya los insertaron en los autobuses de San Francisco. Algunos artistas los deformaron manipulando las palabras. En Washington prosigue el pleito, mientras que en Nueva York se ha resuelto a su favor.
“Tenemos las manos atadas”, dijo el portavoz de la MTA. “Nuestros requisitos publicitarios se han visto modificados por el mandato judicial”, insistió.
Tras conocer la resolución, Geller replicó que no le preocupa en absoluto incitar protestas. “Si no es una película -afirmó- son unas viñetas, si no son unas viñetas es un osito de peluche. ¿Qué tenemos que hacer? ¿Hemos de premiar a los islamistas radicales? Yo no sacrificaré mi libertad por no ofender a unos salvajes”.
El juez Engelmayer determinó que a la American Freedom la protege la primera enmienda. Su orden ha causado indignación en colectivos vinculados al Islam. “El anuncio implica que todos los musulmanes son árabes”, señaló Muneer Awad, del Consejo de Relaciones Nortemericano-islámicas a Associated Press. Desde el New York Civil Liberties Union consideraron, en cambio, que sería más ofensiva la censura al violar la libertad de expresión de una idea, por desagradable que sea.
A Ruth Ginsburg, magistrada del Tribunal Supremo de EE.UU. se le atribuye una cita. “Los jueces leen los diarios y les afecta, no el parte meteorológico del día, sino el clima de una era”. La frase la recoge Anthony Lewis en su libro Libertad para los pensamientos que odiamos, una “biografía” de la primera enmienda.
Lewis sostiene que no existe prácticamente posibilidad alguna de que un tribunal frene la difusión de algo que se desee publicar. Recuerda, sin embargo, que no siempre ha sido así, “durante décadas no se protegieron expresiones críticas”. En 1798, a los siete años de añadirse la primera enmienda a la Constitución, el Congreso pasó una ley para castigar los comentarios irrespetuosos contra el presidente. Hubo editores que fueron a la cárcel por burlarse del presidente John Adams.
“La primera enmienda ha sido y será conformada por cada generación de americanos, por jueces, por líderes políticos, por ciudadanos…”, matiza. Depende cómo sople el viento de la época.
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