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La industria militar israelí atiende una demanda de ejércitos en todo el mundo cada vez más robotizados, con nuevos sistemas mediante control remoto que asumen progresivamente las misiones de patrulla, reconocimiento y ataque en lugar de los soldados.
Aviones, helicópteros, patrulleros de fronteras terrestres y marítimas, y ambulancias volantes son los máximos exponentes de una industria que, como si de un vídeojuego se tratase, busca dejar al soldado en un lugar seguro en la retaguardia.
“Se trata de una tendencia generalizada en los ejércitos más avanzados del mundo y poco a poco estos aparatos van entrando cada vez más en servicio”, dijeron fuentes de este sector, que dedican cada vez más recursos a la fabricación de vehículos no tripulados o avanzados dispositivos electrónicos autónomos.
Muchos de estos robots están aún en una fase muy temprana de desarrollo, pero en la actualidad ya hay decenas de vehículos no tripulados en las filas del Ejército israelí y de otros del mundo.
El Departamento de Sistemas Motorizados de la Brigada Tecnológica Terrestre del Ejército Israelí tiene bajo su responsabilidad el manejo del Guardium, un pequeño vehículo terrestre no tripulado (UGV, por sus siglas en inglés) fabricado por las Industrias Aeroespaciales Israelíes (IAI).
Una de sus misiones primordiales en Israel es la protección por control remoto de la siempre volátil frontera con Gaza, donde son frecuentes los ataques de milicianos palestinos contra unidades militares que patrullan la verja electrónica de separación.
En principio capaz de realizar su misión de forma automática, el robot es controlado a distancia por un “piloto” que puede intervenir en cualquier momento y anular completamente su autonomía.
El Guardium fue concebido para las misiones más dispares, desde la vigilancia de instalaciones sensibles hasta las de una cárcel civil o una reserva de animales en el corazón de África, y en su versión militar está dotado de armas y de un sistema de adquisición de blancos, según su fabricante.
Este robot terrestre tiene su versión marítima en el “Protector”, un barco no tripulado, que con sus 9 metros de eslora ha sido desarrollado por la empresa Rafael como un sistema naval de combate integral por control remoto (USV). De gran maniobrabilidad e indetectable, el Protector puede acometer una amplia gama de misiones en la protección de costas y buques, sin exponer al soldado a ningún riesgo personal. Potentes cámaras y sensores ofrecen al “piloto” la posibilidad de detectar, a kilómetros de distancia, todo lo que ocurre en la superficie del mar y, si fuese necesario, accionar las armas de pequeño calibre que lleva en cubierta.
Ambos sistemas llegaron al mundo mucho después de su gemelo aéreo, los aviones espía sin pilotos, más popularmente conocidos como “drones” (abejorros) por el penetrante ruido de su motor.
Hoy de extendido uso en cualquier Ejército, los primeros aviones no pilotados entraron en servicio con la Fuerza Aérea israelí hace unos quince años, y han prestado servicio en escenarios bélicos por todo el mundo.
Uno de los pioneros fue el obsoleto MK-I (IAI), empleado para misiones de reconocimiento que ahora han quedado en manos de otros aparatos más modernos, entre ellos el MK-III y el Herón. A estos le han seguido otros aviones no tripulados a los que medios especializados atribuyen capacidad ofensiva, como es el caso del Heron TP, que con la envergadura de un Boeing 737 tiene autonomía suficiente para llegar a Irán. O los polivalentes de la serie Hermes, desarrollados por Elbit Systems, fabricante también de uno de los pocos aparatos aéreos de apoyo táctico a la infantería, el Skylark. De sólo 3 metros de envergadura y desmontable, este pequeño avión permite a cualquier unidad terrestre la posibilidad de ver todo lo que ocurre a su alrededor.
“Nos ofrece una información que de hecho no existía hasta ahora, ni en nuestro Ejército ni en el de otros países”, explicó el teniente Nir Zabarsky, comandante de la unidad de reconocimiento que opera estos aparatos. Y es que siendo el cuarto exportador del mundo en sistemas y servicios de asesoramiento militar (en 2010 superó los 7.400 millones de dólares), la industria israelí de la defensa parece afianzarse en el lema de “más rápido, más alto y cada vez más pequeño”.
Los micro-aviones Mosquito y Ghost, ambos de las IAI, pertenecen a una nueva generación de diminutos aparatos para la guerra urbana, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Pero no tienen ni mucho menos la última palabra.
“El futuro está en la nanotecnología” (suele decir el presidente israelí, Simón Peres) porque en la guerra moderna “de nada sirve un bombardero de 100 millones de dólares para matar a un terrorista suicida”. Abocado desde siempre a la ciencia, Peres constituyó en 2006 un grupo de trabajo de quince científicos israelíes con el propósito de afrontar los retos del futuro y que trabajan en sistemas tan inauditos que en muchos casos ni siquiera el cine de ciencia ficción ha llegado a imaginar, como por ejemplo una avispa biónica espía.
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