ENRIQUE RIVERA PARA ENLACE JUDÍO
¿Por qué será…? Creo que a la gran mayoría de las personas nos cuesta mucho menos trabajo emitir una felicitación, un parabién o simplemente un saludo cordial. Sin embargo, cuando debemos de expresar, reconocer o simplemente expresar un disculpe, un perdóneme, entonces la situación es diferente.
Yo puedo entender que a un ego “sano” le haga poca gracia, pero de ahí a frenarnos o incluso negarnos a reconocer, expresar o incluso a solicitar el perdón de alguien de la forma más sencilla, merece un pequeño análisis.
Será el condenado “ego” que nos proyecta una imagen falsa sobre nosotros mismos, en la cual pensamos que nuestra imagen no se merece una “abolladura”.
Será que llenos de soberbia y faltos de humildad, pensamos que la persona a la que ofendimos, queriendo o sin querer, no debe de molestarse mucho por uno de nuestros actos.
O, tal vez, nuestra inclinación al mal nos sugiere que esa persona es demasiado sensible, así que mejor la dejamos así: “Total, tarde o temprano se le va a olvidar”
O, muy probablemente nos pasa por la cabeza el pretexto, disfrazado de “argumento perfecto e incuestionable” para no disculparnos de que: “No me entendió. Yo que me esforcé en hacerle mi mejor broma, en llamar la atención sobre una característica de él o ella”… claro, que fue en público, pero era solamente para romper el hielo y las asperezas. Encima de todo no me lo agradeció y ahora está ofendido”.
Pero, supongamos por un minuto, sólo por un instante que nosotros somos el blanco de las burlas o comentarios mal intencionados; que somos las victimas de bromas de mal gusto; que la gente nos hace trizas en chismes y burlas; que nosotros fuimos los tranzados o nos “vieron la cara de turistas” en una transacción comercial, etc.
Entonces, tal vez pensaríamos que sería un buen detalle del otro venir a presentarnos sus disculpas.
Pero, hay otro escenario posible, ya después de que nosotros expresamos nuestras disculpas, con sincera humildad a quien ofendimos, que esa persona no nos lo otorgue.
Pero, de veras, que curiosa es la vida, ahora descubro que la mayoría de las veces somos nosotros quienes nos sentimos ofendidos, y pocas veces pensamos que podemos ofender a los demás. Tal vez cuando tengamos un poquito más de conciencia ofendamos menos y, por consiguiente, evitemos hacer sentir mal a nuestros prójimos.
Cuánta sabiduría hay en el judaísmo, cuando nos señala que las faltas contra D-os, Él es quien las perdona; empero, las cometidas contra los hombres son ellos los que deben de perdonarnos.
Gmar Játima Tova!
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