*RICHARD WEITZ/LA RAZÓN.ES
El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, reiteró ayer su discurso antisionista en su última intervención ante la Asamblea General de Naciones Unidas. No puede presentarse a la reelección en 2013. ¿Cómo lo valora?
–Ahmadineyad midió mucho sus referencias a Israel y se limitó a hacer una alusión mitológica sobre el islam y a repetir su teoría de la conspiración de los atentados del 11 de septiembre. Es sorprendente que no aprovechase su última intervención en la Asamblea General de la ONU para decir algo nuevo. También llamó la atención que no hubiera realizado ninguna mención a la guerra en Siria.
Porque prefiere silenciar su creciente intervención en el conflicto sirio…
–Probablemente. El hecho de que no haya realizado ninguna mención a Siria es muy raro, sólo ha vuelto a decir que Israel y Estados Unidos conspiran en el país árabe. Su silencio indica que tiene algo que esconder.
La tensión entre Irán e Israel ha crecido en este último tiempo. ¿Ve factible una operación militar contra las centrales nucleares iraníes?
–No lo veo muy factible. Primero, porque una intervención de esas características no funcionaría. Segundo, porque estamos en medio de la campaña presidencial en Estados Unidos y una decisión de este tipo no se podría adoptar en el periodo actual.
En este caso, ¿por qué Netanyahu presiona al presidente Obama para que establezca sus líneas rojas en torno a la transformación atómica de Irán?
–Netanyahu trata de sacar provecho de este periodo electoral para presionar a Obama sobre la cuestión iraní porque sabe que después de que el presidente norteamericano sea reelegido será incluso más difícil influir en su Administración. Hoy aprovechará su intervención en Naciones Unidas para profundizar en esta estrategia.
El presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, todavía es una incógnita para Estados Unidos y para el resto del mundo. ¿Puede convertirse en el próximo dolor de cabeza?
–Efectivamente, todavía no sabemos qué rol va a desempeñar el presidente Mursi. De momento, se puede observar un comportamiento equidistante, pero está por decidirse si pese a convertirse en el primer presidente islamista sigue la senda de Turquía o elige una vía de confrontación. Hay que recordar que Tayyip Erdogan primero alzó la voz para mejorar sus relaciones con Irán y con Siria, pero después ha vuelto a mirar a Estados Unidos y a la OTAN. Lo mismo puede ocurrir con Egipto.
*Richard Weitz
Director del Hudson Institute, Washington
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