Crónicas Intrascendentes. Parte XXIX

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Amistad de por vida

Cada semana para elaborar las Crónicas, previamente, durante varios días, empiezo a repasar episodios de mi vida, ello resulta un proceso arduo en el que experimento sentimientos encontrados de felicidad y tristeza. No es sencillo mantener un orden cronológico de los acontecimientos, percibo que a veces “mezclo” tiempos y personas, es inevitable. También es difícil no revelar la identidad de la gente para no afectar sus
susceptibilidades; no pretendo expresar mis pensamientos y sentimientos con un lenguaje, gramática y una didáctica perfectos, sólo deseo que sean comprensibles y me permitan comunicarme al exterior de mi ser. Dicho lo anterior, retomo mi historia en la época que enviudé y empecé a recibir apoyo y afecto de individuos que aparecieron en mi vida y paulatinamente se hicieron mis amigos, aún conservo una profunda relación con varios de ellos.

Ciertamente, en 1975 asistí a una convención de agencias de viajes en Hermosillo, Sonora. El programa técnico fue breve; lo importante para los que trabajan en el sector turístico, son las relaciones públicas, que es una manera de hacer negocios en el denominado sector de la hospitalidad, o como se conoce entre los turisteros, el de la “industria del reventón”; ellos se la pasan reventándose en múltiples eventos: viajes de familiarización y seminarios, entre otros, en los que siempre hay licor y bocadillos o verdaderos festines culinarios. Al final, algunas personas terminan siendo alcohólicos o padeciendo gastritis. Eso sí, lo bailado y lo paseado “nadie se los quita”.

La gente del sector de la hospitalidad, por la naturaleza de sus actividades, frecuentemente tiene la oportunidad de viajar por el mundo y ser agasajados por sus contrapartes en los lugares a donde llegan.

En Hermosillo conocí a Ramón y a su esposa, en aquel entonces propietarios de un restaurante turístico muy próximo a las Pirámides de Teotihuacán. No recuerdo como inicié la relación con Ramón, sin embargo, desde el inicio hicimos química y fui objeto de un trato muy afectuoso; él y su familia adoptaron a la mía y comenzamos una convivencia que me ayudó a salir adelante. Frecuentemente, Ramón nos invitaba a su casa o a la de su madre y hermanas, así como a su restaurante, en donde celebrábamos con alegría nuestra amistad.

Son gente con mucha chispa, honesta y generosa. La comida mexicana que nos servían en el restaurante era deliciosa, aunque no muy Kosher. Numerosos grupos de turistas extranjeros, después de su visita a las pirámides, disfrutaban un excelente menú a un precio muy atractivo en el restaurante de Ramón. Ello, junto con la amable y eficiente atención del servicio, atraía a los paseantes; además tenía un espectáculo de bailes indígenas, marimba, tríos de cantantes y una pequeña tienda de artesanías. Todo en su conjunto propiciaba la prosperidad del negocio.

Melo, la esposa de Ramón, es originaria de la región de Teotihuacán. En su cumpleaños, el 25 de diciembre, sus familiares en la localidad preparaban un mole exquisito. Las tortillas eran elaboradas a mano. Ramón me abrió el acceso a una parte del mundo turístico; frecuentemente nos invitaba a Jose y a mí a eventos, destacando los de los restauranteros, en los que se esmeraban por preparar platillos especiales.

Este ambiente de alegría me contagió y me ayudó a atenuar mis penas. Por lo demás, mis hijos tuvieron oportunidad de convivir con los hijos de la familia de Ramón. Gracias Ramón, por la amistad y cariño que me brindaste, y desde luego, por el que nos dieron tu mamá y tus hermanos, ¡Nunca lo voy a olvidar!

Adicionalmente de la alegría y de las “pachangas”, Ramón y Meli eran muy trabajadores y con un alto espíritu empresarial. Cuando el restaurante cumplió 25 años de existencia, hicieron una gran recepción para celebrarlo y en la misma abundaron los reconocimientos a su labor y a sus capacidades. No obstante, nada es eterno en la vida; vinieron malos tiempos en el país y en el exterior que afectaron el buen desempeño del restaurante, y finalmente, lo vendieron; previamente, Ramón y Meli apoyaron al hijo de esta última para que estableciera un restaurante con comida mexicana en Houston, Texas, con buenos resultados. Ramón hizo esfuerzos por seguir adelante en México, empero, ante el adverso entorno económico que desde aquel entonces se vivía, finalmente emigró con su esposa a Houston.

Hoy, a sus 68 años de edad, con cinco años de estancia en EUA, trabaja arduamente en un restaurante y está por realizar los trámites para que él y su esposa se conviertan en ciudadanos estadounidenses. Es realmente triste que en la coyuntura que vive México, no permita a muchas personas tener un medio de vida decoroso y tenga que emigrar. Mantengo una constante comunicación con Ramón, la distancia no puede borrar la amistad; periódicamente visita México y nos vemos con mucho gusto para contarnos nuestras cuitas; desafortunadamente hace unos meses vino a México al funeral de su madre. Por cierto, Ramón es uno de los cuatro “fans” que tengo de las crónicas.

En este marco, otro buen amigo que conocí en una convención de ejecutivos de ventas de hoteles en la ciudad de Guanajuato entre 1975 y 1976, fue Jove, a quien hice referencia en una Crónica pasada. Es una persona de origen español con perfil andaluz, tipo árabe. Me brindó su amistad y múltiples atenciones en los hoteles y restaurantes donde trabajaba. Nuestra amistad de 25 años se rompió cuando yo comencé a trabajar en un banco de Israel en México y lo invité a canalizar recursos para inversión en el mismo; él asintió, sin embargo, después se negó y yo insistí hasta que me confesó que su esposa le había pedido que no lo hiciera.

Lo que sucedió es que su esposa, de padres palestinos, sacó a flor su antisemitismo. No tuvimos ninguna discusión por cuestión de negocios, y los invité a la celebración de mi cumpleaños 60, en octubre del 2000; no asistieron ni llamaron por teléfono para felicitarme; el mensaje era claro y lo entendí. No le guardo rencor y lo recuerdo con cariño. Tampoco siento disgusto por su esposa, el problema de su fobia judía es de ella, no mío. Es inaudito que a pesar de que ambos seamos mexicanos, ella pueda tener ese tipo de sentimientos.

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