¿Reforma laboral para quién?

SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO

Un empresario me invitó a visitar su planta textil, el ruido era muy molesto y cuando le pregunté por qué los obreros no llevaban equipo protector me respondió:

– Está en el contrato colectivo, pero sale más barato darle una lana al líder que cumplir con el contrato.

Era ocioso preguntarle por la salud de los trabajadores, la incidencia de sordera, u otras minucias que podían preveerse de cumplir con el contrato pero se evadían porque el patrón tiene que ahorrar. Su argumento es sólido, lo que importa es la ganancia, es irrelevante la salud de los trabajadores, para eso vendrá el IMSS, o que alguien más gaste en componer ese estropicio y además hay exceso de mano de obra para reemplazar a los que ya no sirvan.

Ha salido a la luz en esta coyuntura de discusión sobre la reforma laboral, que el 90% de los contratos colectivos son de protección, donde empresarios y líderes sindicales están coludidos para enriquecerse a costa de la salud de los trabajadores con contrato colectivo que no se cumple.

Y a los diputados les preocupa la transparencia en el manejo de las cuotas, mientras que cierran los ojos ante la opacidad del manejo empresarial que escamotea cumplir con las leyes. Parecería que de estos sindicatos se quieren liberar los empresarios, lo que sin duda será una buena noticia para la clase trabajadora, porque ahora podrá organizarse en sindicatos honestos que defiendan sus intereses, los obreros podrán ver mejores resultados con el uso de sus cuotas y , con un poco de suerte, contar con una protección que hoy está escamoteada.

Tengo la impresión de que los empresarios, previendo el paso, quieren que los sindicatos que sobrevivan, o los nuevos que surgirán, lo hagan con las uñas recortadas. Nueva reforma laboral para despojar de sus derechos a los trabajadores, de ganancia unilateral.

Modificar la ley para beneficiar a una sola de las partes no es ni una reforma estructural y mucho menos un paso que nos acerque a relaciones armónicas, por el contrario, tal y como se ha planteado, tiene todo el potencial de producir conflictos en el futuro.

En el centro de este debate se encuentra la reformulación de la política de bienestar, la que por cierto es atrasada en México (especialmente si nos comparamos con Estados Unidos, ni pensar en Europa), y bien haríamos en generar una nueva política de bienestar que nos aleje de la mentalidad asistencialista que ata a la sociedad al aparato del estado.

Es correcto e ineludible plantear la creación del seguro de desempleo, y habría que agregar que se establezca una estrategia de Estado para recalificar a la fuerza de trabajo para elevar su capacidad y posibilidades de ingreso. Pero nada de esto tuvo suficiente mérito para darles gusto a los empresarios.

Queda claro que hay una doble vía en la intención de la ley.

1) Por lo que toca a los empresarios, reducir en la medida de lo posible el costo de la mano de obra, cuyo valor lleva más de cuarenta años en caída libre y de seguir cayendo afectará al mercado interno de consumo y propiciará una mayor migración. Pero los negociantes mexicanos ven solamente en el corto plazo, y como dijo Keynes, en el futuro todos estaremos muertos, allá los obreros si con su necedad se adelantan.

2) Quitarle poder a los sindicatos de tal manera que los conflictos laborales se eviten o se resuelvan a favor de los empresarios.

Es correcto plantear la reducción del poder de líderes obreros corruptos, pero la iniciativa ha sido muy cuidadosa en dejar de lado a los grandes sindicatos del sector público, siendo que algunos de sus líderes han sido criticados por sus excesos, y que la queja común y corriente es que sufren de los mismos males que los otros.

La ley por haber sido escrita por políticos de derecha evade, tal vez intencionalmente, los beneficios de los trabajadores, una revisión a las responsabilidades de los empresarios, incluido el incumplimiento de los contratos colectivos y su complicidad en la corrupción de líderes sindicales y el aseguramiento de un mercado laboral sano y robusto.

El país votó de una manera rotunda en contra de la derecha y es ofensivo que esa misma derecha acorrale al congreso y a la sociedad mexicana con un hecho político, pensando perversamente, para impactar hacia el final del sexenio, dejando una secuela perversa muy conflictiva.

Deben reformarse las relaciones laborales, con beneficio para todas las partes, con una meditación profunda y cuidadosa y no sobre las rodillas como ha planteado Calderón. Lo hizo así porque así administró el país y con muchas deficiencias por cierto.

Finalmente, se demuestra que el supuesto equilibrio legislativo se puede romper con solamente un voto. Siendo mal pensados como somos debemos preguntar: ¿habrá tenido precio el voto del diputado Orive que protegió a los líderes charros del país? Él salió con su batea de babas: “Entre los líderes charros y los sindicatos blancos, me quedo con los primeros”. Qué pobreza ideológica del diputado, traidor a las decisiones de su partido.

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