SAFED-TZFAT-ZEFAT
(En 1934, coincidiendo con el ascenso de Hitler al poder, un sector anti-judío argentino publicó un artículo en la revista Crisol (publicación argentina de las primeras décadas del Siglo XX, de absoluta identificación con el nazismo) en el que hablaba de una ascendencia judía maliciosamente ocultada por Jorge Luis Borges. Como respuesta, Borges publico este articulo “Yo, judío” en la revista Megáfono)
Yo, Judío
Como los drusos, como la luna, como la muerte, como la semana que viene, el pasado remoto es de aquellas cosas que pueden enriquecer la ignorancia. Es infinitamente plástico y agradable, mucho mas servicial que el porvenir y mucho menos exigente de esfuerzos.
Es la estación famosa y predilecta de las mitologías. ¿Quién no jugó a los antepasados alguna vez, a las prehistorias de su carne y su sangre? Yo lo hago muchas veces, y muchas no me disgusta pensarme judío. Se trata de una hipótesis haragana, de una aventura sedentaria y frugal que a nadie perjudica, ni siquiera a la fama de Israel, ya que mi judaísmo era sin palabras, como las canciones de Mendelssohn.
Crisol, en su numero del 30 de enero (1934), ha querido halagar esa retrospectiva esperanza y habla de mi ”ascendencia judía maliciosamente ocultada” (el participio y el adverbio me maravillan).
Borges Acevedo es mi nombre. Ramos Mejia, en cierta nota del capitulo quinto de Rosas y su tiempo, enumera los apellidos portenos de aquella fecha para demostrar que todos, o casi todos, “procedían de cepa hebreo-portuguesa”.
Acevedo figura en ese catalogo: único documento de mis pretensiones judías, hasta la confirmación de Crisol. Sin embargo, el capitán Honorio Acevedo ha realizado investigaciones precisas que no puedo ignorar. Ellas me indican el primer Acevedo que desembarcó en esta tierra, el catalán don Pedro de Acevedo, maestre de campo, ya poblador del “Pago de Arroyos” en 1728, padre y antepasado de estancieros de esta provincia, varón de quien informan los Anales del Rosario de Santa Fe y los documentos para la historia del Virreinato-abuelo, en fin, casi irreparablemente español.
Doscientos años y no doy con el israelita, doscientos años y el antepasado me elude. Estadísticamente los hebreos eran de lo más reducido.
¿Qué pensaríamos de un hombre del año cuatro mil, que descubriera sanjuaninos por todos lados?
Nuestros inquisidores buscan hebreos, nunca fenicios, garamantas, escitas, babilonios, persas, egipcios, hunos, vándalos, ostrogodos, etíopes, dardanios, paflagonios, sármatas, medos, otomanos, beréberes, britanos, libios, cíclopes y lapitas.
Las noches de Alejandría, de Babilonia, de Cartago, de Menfis, nunca pudieron engendrar un abuelo, sólo a las tribus del bituminoso Mar Muerto les fue deparado ese don.
* Revista Megáfono, 3, Nro. 12, pág. 60, Buenos Aires, Argentina. Abril de 1934.
Borges volvería siempre a responder con contundencia cada vez que se cuestionó su posible ascendencia judía. Estudiosos aseveran que para él, la posibilidad de pertenecer al errante pueblo de Israel nunca supuso un motivo de ignominia o mancillamiento, sino por el contrario, una razón para el alborozo y el regocijo intelectual.
Muchos años después, el 14 de enero de 1978, Borges en una entrevista publicada por el diario venezolano, El Universal, dijo esta frase que posteriormente no ha dejado de ser citada. expresó: “Siempre lamenté no ser judío”.
Israel 1969
Temí que en Israel acecharía
con dulzura insidiosa
la nostalgia que las diásporas seculares
acumularon como un triste tesoro
en las ciudades del infiel, en las juderías,
en los ocasos de la estepa, en los sueños,
la nostalgia de aquellos que te anhelaron,
Jerusalén, junto a las aguas de Babilonia,
¿Qué otra cosa eras, Israel, sino esa nostalgia,
sino esa voluntad de salvar,
entre las inconstantes formas del tiempo,
tu viejo libro mágico, tus liturgias,
tu soledad con Dios?
No así. La más antigua de las naciones
es también la más joven.
No has tentado a los nombres con jardines,
con el oro y su tedio
sino con el rigor, tierra última.
Israel les ha dicho sin palabras:
olvidarás quién eres.
Olvidarás al otro que dejaste.
Olvidarás quién fuiste en las tierras
que te dieron sus tardes y sus mañanas
y a las que no darás tu nostalgia.
Olvidarás la lengua de tus padres y aprenderás la lengua del Paraíso.
Serás un israelí, serás un soldado.
Edificarás la patria con ciénagas: la levantarás con desiertos.
Trabajará contigo tu hermano, cuya cara no has visto nunca.
Una sola cosa te prometemos:
tu puesto en la batalla.
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