*LIOR HAIAT
Estos últimos días me toca hablar de fútbol, un tema que, entre nosotros, me apasiona desde niño. Lamentablemente en esta ocasión no todo es agradable pero, aun así, sigue habiendo cierto encanto en el hecho de que parte de las relaciones bilaterales entre España e Israel pasen por el campo de fútbol, terreno en el que nosotros tenemos tanto que aprender de la tradición y el nivel que tienen los españoles.
Hará un mes recibimos la maravillosa noticia de que a los dos equipos israelíes que están en la Liga Europea, el Hapoel Tel Aviv y el Ironi Kiryat Shmoná, les había tocado en el sorteo jugar en los mismos grupos que el Atlético de Madrid y el Atletic respectivamente.
Por este motivo me desplacé la semana pasada a Bilbao invitado por el Atletic y el Kiryat Shmoná para asistir a la celebración del encuentro. Fue allí donde conocí a Izi Sharatzki, dueño y presidente del equipo israelí y figura heroica del escenario social y deportivo de Israel.
No es gratuito que me deshaga en elogios hacia Sharatzki. Os explicaré más. Kiryat Shmoná es una pequeña ciudad de 20.000 habitantes del norte del país. Una ciudad cercana a la frontera con el Líbano que hasta hace unos años era conocida por ser el blanco de cientos de cohetes que eran lanzados por distintas organizaciones terroristas desde el Líbano hacia Israel, primero fue Fatah en los 70 y 80 y, luego, Hezbollah y otras organizaciones islamistas en los 90 y durante los últimos años.
Sharatzki es un empresario que decidió adoptar a la propia ciudad de Kiryat Shmoná, no sólo de forma personal y familiar, sino también empresarial. Así que entre otras cosas, compró el equipo de fútbol local, que estaba por entonces en 5ª división, y puso en marcha un plan que ha conseguido que en menos de 10 años el equipo haya ganado el Campeonato de Fútbol israelí la pasada temporada 2011-2012, casi una historia de película.
Es este milagro futbolístico el que llegó a la Catedral de Bilbao pocas horas antes de que el Hapoel Tel Aviv (uno de los equipos con más tradición y títulos en Israel) perdiera en casa frente al Atlético de Madrid. A pesar de las claras diferencias de nivel entre el Kiryat Shmoná y el Atletic y gracias a la suerte y a que el portero Dani Amos tuvo un maravilloso día, el equipo israelí logró empatar con el gran equipo del Atletic, en lo que tal vez sea uno de los resultados más honrosos del fútbol israelí de los últimos años.
Sin embargo, no todo estuvo tan bien ese día. Un pequeño grupo marginal de gente trató de desviar la atención del partido con un mensaje de odio contra Israel, odio que disfrazaban con su supuesto apoyo a la independencia palestina. Por otra parte, no se trataba de más de 50 personas, número realmente insignificante frente a los 35.000 espectadores que acudieron al estadio (por cierto, casi el doble de la población de Kiryat Shmoná).
La escena más impactante del partido para mí se produjo cuando el jugador israelí Adrian Rochet, capitán del equipo Ironí Kiryat Shmoná, fue reemplazado y pasó su brazalete de capitán a su compañero Salah Hasarma, defensa de 38 años y también árabe-israelí. Hasarma, de origen palestino y capitán de un equipo que representa al Estado de Israel en la Liga Europea de Fútbol, miró a los manifestantes y su cara reflejó todo el desprecio que sentía ante la ignorancia y el odio.
Era realmente irónico ver gritar a esos manifestantes mientras el equipo israelí era la muestra de la verdadera convivencia. Además, y a modo de anuncio, diré a los organizadores de estos boicots que Walid Badir, ex jugador de la selección israelí de fútbol y capitán del Hapoel Tel Aviv con cuyo equipo vendrá en noviembre a Madrid, también es de origen palestino.
Y ya que estoy escribiendo sobre fútbol, me resulta imposible dejar de mencionar el caso del vergonzoso boicot a Gilad Shalit debido a su llegada para el súper clásico del 7 de octubre en Barcelona y especialmente el artículo de Cembrero y Besa que al respecto publicó ayer El País.
Hacía mucho tiempo que no veía una noticia con un nivel tan bajo periodísticamente hablando, tan llena de errores, mentiras e incitación. Se trata de un claro ejemplo de cuando un periodista se convierte en vocero de una organización que boicotea sin siquiera contrastar los datos con los que le atiborran. Ahora bien, aunque el caso de Cembrero y de su obsesión anti-israelí ya no me sorprende nada, sí creo que un periódico serio como El País no debería llegar a publicar algo así.
Os recomiendo leer la maravillosa explicación que sobre el mismo ha publicado Masha Gabriel y también creo que este caso merece que El País reciba cartas con comentarios al respecto y el F.C. Barcelona apoyos para que no cedan ante las amenazas de violencia y para que mantengan su iniciativa de invitar a Guilad Shalit al Cam Nou.
*Portavoz de la Embajada de Israel en España
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